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La transcripción, arte y negocio
Durante el siglo XIX la transcripción de obras escénicas y orquestales de todo tipo para instrumento solo (piano o guitarra) se convirtió en un género en sí mismo, explotado por compositores, intérpretes y por la pujante industria musical. Isaac Albéniz, por ejemplo, tenía en su biblioteca personal las sinfonías de Beethoven transcritas para piano por Franz Liszt, o también las oberturas Coriolán, Egmont o Leonora transcritas para piano a cuatro manos. En el mercado discográfico son pocos los pianistas que las hayan grabado enteres, aquí podéis ver una lista de publicaciones. En el Museo de la Música conservamos estos ejemplares, además del rollo de pianola de Coriolán transcrito para piano y editado por la famosa casa Victoria, ubicada en la Garriga durante las primeras décadas del siglo XX.