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Gerard Font i Pere Casulleres
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Reviviendo Cabezón, segunda parte. El durante

Recuerdo una frase de Óscar Laguna el día que empezábamos a grabar: "Cuando termine esta grabación, seremos las personas que mejor conoceremos el claviórgano Hauslaib, porque en estos 400 años nadie habrá pasado tanto tiempo seguido haciéndolo sonar". Uf! Momentos así justifican y dan sentido a todos los esfuerzos y suplicios que a veces tenemos que soportar los que nos dedicamos a vivir de la música.

Durante la grabación estábamos Juan de la Rubia, Óscar Laguna, que se encargaba del mantenimiento del órgano y hacía de entonador de lujo; Paul Poletti, que tenía cuidado del delicadísimo mecanismo de la espineta (pensaba que bromeaba cuando me dijo que usaba pelos de jabalí en unos resortes del mecanismo, pero no, era cierto), y yo mismo, haciendo de cronista, pasa-páginas y mirando de organizarlo todo lo mejor posible.

Paul Poletti ajustant l'espineta al claviorgue (Fotografia: S. Guasteví)
Paul Poletti ajustando la espineta al claviórgano
(Imagen: S. Guasteví)

En la sala de al lado, con una multitud de cables y aparatos, Pere Casulleras y Gerard Font, encargados de capturar el sonido que podréis escuchar en el disco. Ya habíamos colaborado con ellos en la grabación en Poblet, por lo que fue una alegría reencontrarnos también con el mítico micrófono esférico de Pere, una bola de madera con dos orificios a modo de oídos. La calidad del sonido, como pasó con el disco anterior, es fruto del cuidado con el que Pere hizo disponer el claviórgano en un lugar concreto, con los paneles acústicos de la sala en una determinada posición y con todo estudiado al milímetro.

Si os hemos de ser sinceros, no confiábamos mucho en el claviórgano cuando empezamos a grabar. La euforia inicial por haber encontrado el instrumento idóneo para registrar Cabezón dejó paso al temor de pasar más tiempo ajustando el mecanismo y afinando que a hacer música. El claviórgano llegó a la Sala 4 el primero de todos: necesitaba un día para aclimatarse a los pequeñísimos cambios de temperatura y humedad que hay entre la sala de teclados del Museo y la de sala Alicia de Larrocha. L’Auditori tuvo que velar porque los parámetros se mantuvieran estables durante todos los días que el claviórgano estuvo fuera de su hábitat.

Micròfon (Fotografia: ©Quim Roser)
Detalle del micrófono de madera
(Imagen: © Quim Roser)

Siguiendo con la sinceridad: habíamos infravalorado el instrumento. Nosotros podíamos tener sueño, estar descentrados, distraernos, cansarnos. Pero él, venerable anciano de 400 años, aguantó a la perfección toda la grabación. Como habíamos planificado previendo obstáculos, al final nos sobró tanto tiempo que pudimos recrearnos un poco. Esto explica que el CD haya, por ejemplo, dos versiones de El Canto del Caballero. Nos apeteció probar cómo sonaba sólo con la espineta, y cuando lo tuvimos grabado nos pareció que sería una pena que no lo pudierais escuchar... También hay una pieza que incorporamos en el último momento, al grito de "ay, calla, y si...? ". Sin embargo, no os diremos cuál es.