Ceremonial de las cosas antiguas y memorables
Fecha de publicación del documento: 02/06/2023
Año del documento original: 1424
El documento de institución de la fiesta del Corpus en Barcelona data de 1320 y preveía un acto institucional en la Casa de la ciudad, un oficio solemne y una procesión dentro de la misma sede. Cien años más tarde la fiesta era del todo participativa y llena de color. En el primer volumen del Libro de las solemnidades una relación muy extensa describe cómo se desarrolló la procesión en 1424. La lectura permite visualizar solemnidad y espontaneidad a la vez, todo dentro de un marco de protocolo que reservaba un espacio para cada cosa.
La procesión, acto principal del día, era ya en sí misma una escenificación. El paseo de la custodia proclamaba festivamente el dogma de fe de la transustanciación, aceptado tácitamente por participantes y asistentes, desde reyes, príncipes y consejeros, que llevaban el tálamo en persona, hasta las principales instituciones y toda la ciudadanía. Una participación global ocupaba las calles regadas y enramadas, discurría bajo los balcones adornados encabezada por los gonfanones, brandones y cruces procesionales de las parroquias, monasterios y cofradías de oficios, iba seguida de las representaciones y se cerraba con el paso de la custodia al sonido de músicos y cantores.
Pero, además, podemos hablar de teatro dentro del teatro, porque el propio libro nos da un total de noventa representaciones y tres entremeses. Las representaciones eran cuadros plásticos, piezas mudas o dialogadas sobre escenarios móviles o entablados dispuestos a lo largo del recorrido de la procesión. Se organizaban en siete grupos. En el primero se representaba la creación del mundo, la batalla a pie entre dos bandadas de diablos y ángeles, las historias de Adán y Eva, Caím y Abel, el Arca de Noé, las doce tribus de Israel, etc. … y eran confiadas a las cofradías de oficios que ya habían anunciado su presencia al inicio con sus gonfanones y brandones. De los seis grupos restantes se encargaban las parroquias y monasterios e incluían escenas sobre las vidas de profetas, santos, vírgenes, fundadores de órdenes, mártires y apóstoles. El vestuario y atrezzo corrían en la mayor parte a cargo de la Casa de la ciudad, como lo demuestra el propio Libro que los menciona como aperos y prevé hasta el último detalle: dalmáticas, vestas pelosas, diademas, cabelleras, barbas, alas plateadas , espadas, lanzas, etc…
Unidos o intercalados en las acciones teatrales desfilaban los dragones de st. Miguel y sta. Margarita, el gigante Goliat con David, el león de sta. María egipciaca, Fénix, Vibria, caballitos algodoneros, st. Jorge a caballo y la doncella en la roca, los turcos y hasta uno que hacía de oso revestido de pieles negras de años. En cuanto a los diablos se pueden contar unos treinta y dos, número que dista mucho de los ángeles que suman más de setenta y cinco, sobre todo porque incluían a los cantores de varias antífonas. Cerraban la procesión ángeles y diablos con instrumentos de percusión y dos hombres salvajes que sostenían una barra de hierro para retener a la gente e impedir que se inmiscuyeran en el espacio escénico, vigilado a lo largo del trazado por veintisiete ordenadores , todos ellos ciudadanos honrados pertenecientes a familias de renombre de la ciudad.
Pese al protocolo es improbable que se diera demasiada compostura en los cuadros escénicos, repetidos en los diez tramos del trazado, y menos en los personajes fantásticos, que solían participar en defiladas cortesanas. La caracterización debía facilitar la acción teatral y quizás, gracias a este espacio de creatividad, la procesión se perpetuó como un acto participado, querido y disfrutado por la ciudadanía.
Para saber más:
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Miró i Baldrich, Ramon. «Los entremeses del Corpus en Cervera». Miscelánea cerverina, 1985, Nº. 3, p. 73-96.
Duran y Sanpere, Agustí. La fiesta del Corpus. Barcelona: Ediciones Aymà, 1943.