La institución del Corpus en Barcelona el Llibre del Consell [27 de mayo de 1320]
Fecha de publicación del documento: 08/06/2020
Año del documento original: 1320
Como eran las primeras fiestas del Corpus en Barcelona?
La fiesta del Corpus nace de controversias teológicas sobre la transubstanciación del pan y el vino. Urbano IV la instauró para todo el mundo católico a fin de afianzar el dogma eucarístico, pero la implantación definitiva se produjo en 1317 cuando Juan XXII decretó la procesión como acto central. Barcelona adoptó rápidamente el mandato papal y en 1320 el Libro del Consejo recoge la institución de la fiesta en la ciudad y la celebración ese mismo año, haciendo mención de las vísperas, de un oficio la mañana del jueves y la procesión a continuación. Aquel año el Corpus fue el 28 de mayo, el oficio debió ser solemne, con antífonas propias y la procesión se hizo probablemente todavía en el interior del templo.
En 1424 el Libro de las solemnidades explicita las tareas que asumía el gobierno de la ciudad. Los consejeros elegían seis ordenadores y veinte ciudadanos encargados de cada uno de los diez tramos del recorrido, que saliendo de la Sede encaminaba hacia la plaza del trigo (pl. Del Ángel), seguía hasta el Borne, iba a encontrar la calle Ancha y volvía al punto de partida pasando por la plaza de San Jaime. Otra tarea, consistía en confeccionar anualmente el orden y composición del cortejo, configurando los grupos y la posición de los mensajeros y embajadores de ciudades como Mallorca, Valencia, Venecia, Nápoles, Florencia, Génova o Sicilia y representantes reales que debían participar.
El Libro de algunas cosas señaladas y las Rúbricas de Bruniquer son indispensables para visualizar el acto. Antes de asistir a vísperas o en misa mayor los consejeros, embajadores, ciudadanos, cónsules del mar, y mercaderes se encontraban en la lonja de St. Jaume enramada de hojas y flores y precedidos de juglares y trompetas iban a la Sede. Terminado el oficio, arrancaba la procesión. Lo abrían las trompetas, la bandera de Sta. Eulalia y seguían los gonfanones de la Sede y las parroquias, después, en doble hilera, venía un grupo con blandones, los de la Sede a la derecha, los de la ciudad a la izquierda y detrás todas las cofradías de oficios luciendo sus pendones. Las cruces procesionales precedían un grupo de entre dieciséis y veinte personas: síndicos, mensajeros, embajadores, ciudadanos de Barcelona y autoridades como el alcalde o el Mostassaf. El cortejo se cerraba con el paso de la custodia bajo el tálamo de oro bordado con las señales de la ciudad. Las diez personas de mayor rango no eclesiásticas eran las que llevaban los Bordones con herretes en plata: los cinco consejeros de la ciudad luciendo gramallas de seda y terciopelo carmesí, se alternaban con el Veguer, con condes como los de Portugal o Ampurias, duques como los de Calabria o Saboya, niños, príncipes y reyes de Navarra, Castilla, Chipre, Hungría y el señor rey cuando estaba en la ciudad.
Durante el día se ofrecían abanicos de diferente suntuosidad, banderitas, agua almizclada y ramos o ramilletes de flores, las calles eran enramados y algunas plazas enveladas. Desde 1440 se tiene constancia del huevo como baila en el manantial de la Sede y quizás también en otros patios y fuentes.
Los entremeses se incorporaron hacia 1380, incluían desde Melquisedec y los doce reyes hasta los apóstoles y pronto se añadieron los improperios: el Águila y los aligones con trajes de piel, el dragón y la Víbria, gigantes, Diablots y los caballos algodoneros, todos los que se repintaban, recibían vestidos nuevos o se renovaban a cuenta de la ciudad. A partir de 1616 se empezaron a dar premios por valor de 100 libras, lo que abrió aún más la puerta a la imaginación y la creatividad popular.
Con el tiempo los consejeros dejaron de ir a las vísperas de la Sede para ir a maitines, lo que dejaba más tiempo a la promenia o reunión institucional en la lonja de St. Jaime y desde 1542 la procesión se hacía por la tarde. Si llovía o por motivos de fuerza mayor la fiesta se prorrogaba, habiéndose llegado a hacer el 31 de julio, pero no se dejaba de celebrar.
La expresión de la fiesta se transformó a lo largo de los siglos pero parece que la procesión de Corpus ha sido en todo tiempo una representación parateatral de la ciudad desfilando ante sus propios ojos, en la que tanto exhibía el rango y dignidad de las instituciones civiles como se celebraba el misterio del dogma materializado en la luz de las velas, el color de las flores y los pendones, el sonido de las comparsas y el repique de campanas, todo, acompañando el despertar de la naturaleza.