LA ENTREVISTA | Xavier Giró: “El periodismo tiene que contribuir a hacer una sociedad más justa”

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23/05/2023 - 12:39 h

Xavier Giró ha sido profesor de periodismo político y periodismo de conflictos de la Universidad Autónoma de Barcelona durante treinta años. Hace poco se ha jubilado. Creador del Observatorio de la cobertura de conflictos, antes de ser profesor fue periodista durante diez años en diferentes medios como Antena 3 Televisión Barcelona, El Diario de Barcelona y la revista El viejo topo.

Fue uno de los fundadores de Origen (Observatorio Regular sobre Igualdad de Género en noticiarios). La mesa para la diversidad del Consejo del Audiovisual de Cataluña le otorgó, conjuntamente con el proyecto del Observatorio, el Premio a la Trayectoria en la Defensa de la Diversidad. Recientemente, ha constituido el Grupo de Periodismo por la Paz en el Colegio de Periodistas de Cataluña y durante todos estos años también ha hecho diferentes estancias como profesor en diversas partes del mundo.

Durante este último año, nos ha acompañado en un proyecto interno del grupo de comunicación de la RBCNA donde hemos estado reflexionando de qué manera podemos dar herramientas a l@s profesionales de la comunicación para que se cuestionen como se pueden cambiar las narrativas y como pueden incorporar la perspectiva intercultural a su trabajo. Y para hablar de todo este proceso y del periodismo, Xavier nos abre las puertas de su casa a Sant Cugat del Vallès.

Teniendo en cuenta tu trayectoria en el mundo de la comunicación, querría empezar con una pregunta que parece sencilla, pero que tiene muchos matices. ¿Qué es para ti el periodismo?

El periodismo es muy diverso. Por ejemplo, una cosa es hacer periodismo cultural y otra es hacer periodismo político, aunque puede haber elementos comunes, de entrada son lógicas de abordaje diferente. Por ejemplo, el periodismo político tendría que ser un periodismo más crítico de control del poder, pero no siempre es así.

El periodismo que yo desearía, y que mucha gente hace, es un periodismo crítico con el poder. Pero hay mucha otra gente que hace periodismo y no es así. Por lo tanto, es difícil valorar el periodismo en general. Podríamos preguntarnos si ¿este periodismo es adecuado o no para la sociedad en que vivimos?

¿Y qué tipo de periodismo crees que es más interesante para la sociedad?

El más interesante es el periodismo que contribuye a hacer una sociedad mejor, más justa, más equilibrada, reduciendo el sufrimiento, ayudar a resolver conflictos, haciéndonos un poco más sabios para actuar mejor. Un periodismo que sea transparente, que ayude a la gente a tomar decisiones, lo cual no quiere decir que hagamos un trabajo objetivo. Eso es falso. Es imposible. El periodista explica los hechos, los conflictos y cuando lo explica, inevitablemente lo carga de una valoración que puede ser a favor o en contra de unas determinadas cuestiones y a veces en contra de las actuaciones de unos actores o de otros. Y eso evidentemente empuja la opinión pública hacia un lugar o hacia otro.

Que un medio o un periodista describa negativamente una determinada acción no quiere decir que todo el mundo se lo crea, porque cuándo explicas alguna cosa las personas lo entienden en función de su propia mentalidad. Puede ser que lo acepten o no, pero en cualquier caso lo que explica empuja hacia alguna dirección. Y lo que se trata es que empuje en una dirección mejor.

Y si podemos hablar de periodistas con o sin ética, ¿crees que se puede hacer un buen periodismo y trabajar en un gran medio de comunicación que tiene su propia agenda y sus propios intereses?

No siempre. Los grandes medios de comunicación tienen un contrato con la población, a veces explícito y a veces implícito, que dice «yo no lo engañaré». Algunos dicen cosas falsas como «seré objetivo». Nadie le dice a su público que mentirá cuando le dé la gana, o que exagerará las cuestiones de manera que le vaya bien, o que estará a favor de los poderosos. Todo el contrario. En principio, la función de los medios de comunicación es servir a la mayoría de la sociedad.

Es fácil que un medio que tiene sus alianzas sea muy crítico con los aliados del otro. Pero si un medio de la competencia saca una serie de asuntos oscuros en contra de sus amigos, podrán callar un rato, pero no eternamente, porque sino ponen en cuestión su credibilidad y entonces rompen el contrato que tienen con su público.

Esta dinámica abre grietas dentro del discurso de los grandes medios, y si una persona que hace periodismo está comprometida, aprovechará estas lógicas para hacer una información que sirva a la sociedad. Por lo tanto, se pueden hacer muchas cosas dentro de un gran medio. Lo que no se puede hacer, sin embargo, es construir alternativas.

Cuando se habla de alternativas rompe demasiado la ideología del medio en el cual se trabaja, porque éstos sufren una presión para adaptarse ideológicamente al gran público, que no es radicalmente cuestionador de un sistema injusto, desigual. Los grandes medios no hacen periodismo para cambiar el mundo. Eso lo hacen los medios que decimos ‘alternativos’ o ‘complementarios’.

Hablas de la responsabilidad que tendría que tener un periodista como un agente de cambio. ¿Pero cuál es la responsabilidad de este público, del lector? ¿Qué ejercicio recomendarías para que el lector sea crítico con el contenido que le llega?

La responsabilidad es un poco de las personas, pero sobre todo es una responsabilidad sistémica; de unos tiempos de trabajo, de una organización de la vida que te pide que pienses un poco, pero no demasiado. Y no te da el tiempo para que pienses. Es una sociedad de delegación: delegas el poder en los que eliges una vez cada cuatro años e incluso delegas la función de la información en los medios, porque te han llenado la vida de otras ocupaciones.

Si nos organizamos, multiplicamos las entradas de ideas en el cerebro individual y colectivo. Poner en común lo que hemos leído multiplica la visión crítica sobre el mundo. Y lo que nosotros necesitamos no es leer lo que dicen los medios, sino construir una explicación de cómo funciona el mundo y cuáles son los caminos para cambiarlo. Y en función de esta luz podremos leer de una manera mucho más provechosa un medio, dos o tres. Tenemos que buscar una forma autónoma y colectiva de ir construyendo alternativas.

Y ya que hablamos de alternativas, ¿podríamos considerar que el periodismo de paz es una alternativa para los creadores de contenidos como los periodistas? ¿En qué consiste?

Consiste en ser consciente de entrada, que vivimos en una sociedad donde hay más cultura de la violencia que de la paz. Una sociedad que piensa que cuando hay un conflicto es lógico que los míos tienen que ganar. “Si no pisas, te pisarán”. Tanto es así que, el capitalismo no existiría si no hubiera competencia, y por eso existen leyes contra el monopolio para asegurar que hay competencia. La lógica capitalista te empuja a ser insolidaria, a pensar en ti y no en los demás.

Hacer periodismo de paz quiere decir asumir que el conflicto es parte de la naturaleza humana y que hay que enfocar la información con la lógica de buscar soluciones que tengan en cuenta el otro, cambiar la filosofía en cómo los seres humanos abordan sus problemas.

Sabemos que hay una gran crisis actual en la credibilidad de los medios de comunicación. ¿Crees que esta metodología del periodismo de paz podría ser una solución?

Trabajar con la lógica de ayudar a desescalar el conflicto, tratarlo antes de que explote, ayudar a hacer que las partes se entiendan… Todo eso en el mundo que vivimos es ir a contracorriente, porque el entorno es más bien hostil. Quiere decir que nos tenemos que preparar, no sólo teóricamente, sino prácticamente. Si demonizamos a los enemigos de algunos, éstos unos nunca querrán negociar ni acordar nada con los otros porque es el demonio.

Por lo tanto, buscamos desdemonizar eso, teniendo en cuenta que la gestión del conflicto tiene que llevar a algún lugar. Es decir, si tenemos un conflicto no es sólo por las palabras, lo tenemos por realidades materiales. Porque no hay bastante sanidad, porque no hay bastante trabajo o no hay un buen reparto de la riqueza… Si la realidad material que provoca los conflictos no cambia, no es suficiente con hacer discursos. Incluso el discurso podría ser una manera de esconder el conflicto subyacente.

Justamente, con el objetivo de tener herramientas para enfrentar los discursos de odio, hace un año con el grupo de comunicación de la Red BCN Antirumores, lanzamos un proyecto en el cual participaste activamente: tres infografías que pueden acompañar tanto a los profesionales de la comunicación como a los lectores/as a leer lo que les llega de manera crítica. ¿Podrías explicar, resumidamente, para qué sirven?

Sirven para hacer que nuestro discurso, explicado con palabras, imágenes, sonidos, dibujos… no legitime injusticias, ni desigualdades sociales, ni de poder innecesarias e injustas. Eso requiere darse cuenta de que hay una parte del discurso de la sociedad que va en esta línea, que legitima las discriminaciones. Y no queremos seguir eso. ¿Entonces, qué dos tareas tenemos? Una es identificar qué contenidos de estos discursos periodísticos legitiman injusticias y dos, hacer que lo que producimos nosotros no haga lo mismo.

Es decir, la idea principal es identificar el conjunto del discurso y no sólo las palabras, para preguntarnos si lo que transmite ayuda a reproducir el racismo. Tenemos que identificar qué ideas transmite el discurso y ver si son implícitas o explicitas y enmarcarlas dentro de una perspectiva.

Enmarcarlas dentro de una perspectiva racista, patriarcal, clasista, etnocéntrica, colonial… porqué entendemos que los discursos forman parte de un sistema mundo, no son hechos aislados de algunas personas que son racistas.

Es muy importante no perder la dimensión sistémica del conjunto del mundo. Las personas no nacen racistas, responden a unas lógicas históricas de dominación, legitimadas por toda una serie de ideas y unos discursos que justifican prácticas racistas, patriarcales, coloniales…

Así, aprovechan las diferencias de los otros para legitimar que éstos otros no tienen los mismos derechos que tú, que son menos humanos o que no son humanos. La religión puede ser una diferencia, el color de piel, las costumbres y así es como nace todo un sistema de creencias que después incluso tienen una cierta autonomía en la vida cotidiana.

El sistema tiene cara y ojos y lo identificamos en personas. Pero estas personas son víctimas y victimarios, son roles que el sistema les otorga. Uno hace de victimario, el que tiene el privilegio, pero el victimario también es víctima del sistema que lo empuja a ser a eso. Por ejemplo, si al empresario su empresa le va mal, si él no explota, su empresa se hunde y cada vez está más empujado a explotar más para competir con otro explotador. Eso no quiere decir que esté bien explotar, pero tenemos que comprender que es un sistema que lo empuja a hacer eso.

Durante las sesiones con el grupo de comunicación mencionaste que para crear un cambio de conciencia en lugar de tildar a una persona de racista, machista… por algún comentario que haya hecho, es más efectivo señalar sus prácticas racistas. Dices lo mismo sin decir exactamente lo mismo…

Cuando identificamos una práctica discursiva racista o segregacionista pensamos que es una práctica no una persona racista quien lo ha hecho. Las personas son un complejo de elementos y tienen muchos tipos de ideas, pero la persona es más que aquella práctica.

Lo que nosotros tenemos que criticar es la práctica segregacionista, racista, machista, utilitarista, colonial, y decirle a aquella persona o a todos los que nos escuchan, que no está bien. Y si no cambia su práctica, trataremos de impedir que lo vuelva a hacer. Pero no es un ataque a la persona, es un ataque al hecho, a la actuación y al discurso.

Es importante entender que hemos sido educados en una sociedad que piensa en sus propios intereses, y que hemos automatizado actitudes o ideas que son discriminatorias. Es por eso que tenemos que trabajar para cambiar las estructuras que generan que éste otro tenga estas reacciones.

Los discursos del odio tienen su propio marco y está muy bien estructurado, ¿cómo puede el periodismo crear nuevos marcos mentales, nuevas narrativas alternativas que no sigan la lógica de desmontar discursos ya creados?

Cuando discutimos noticias falsas, muy a menudo el discurso racista adjudica delitos, cosas negativas, a miembros de una minoría o de un grupo de una minoría. Por ejemplo, hace tiempo salió una noticia con un titular que decía que el 18% de los menores no acompañados habían sido delincuentes. Y alguien quizás habría podido decir el 82% quiere decir que no lo son. Es igual la cifra. La cuestión importante es que los empujaba a hacer eso.

Por eso lo más importante no son las fake news o los datos falsos, lo más importante es la lógica de fondo, en este caso, que los menores son víctimas de un sistema de desigualdad, un sistema que no ha llevado suficientes elementos para que lleven una vida no arriesgada para conseguir sobrevivir. Ésta es la otra manera de enfocar las cosas.

Es complejo, porque hay una serie de mecanismos que automáticamente generan eso. El DNI, por ejemplo, la nacionalidad es un dato objetivo en el sentido instrumental, que hace que haya un ‘nosotros’ y un ‘ellos’, que empuja a pensar los de fuera de otra manera.

Hacer unas narrativas diferentes implica romper sus lógicas. Pero batallamos a contracorriente, porque este principio etnocéntrico que funciona en todas las sociedades es muy fuerte. Es tan fuerte que nadie cuestiona la frase «primero, la familia», que no dista mucho de decir «primero los de casa», un lema de la derecha y de la extrema derecha. Y eso es el poso de tantos años, del colonialismo y de las desigualdades.

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