Es importante tener en cuenta la vivienda desde un punto de vista de accesibilidad, pero también como un bien que promueve la seguridad y la estabilidad. En general, los hombres tienen más facilidades que las mujeres para disponer de propiedades, ya que este hecho está vinculado a los ingresos y a la estabilidad laboral de las personas. En cambio, ellas acceden más a viviendas en régimen de protección oficial o de alquiler.
Las mujeres se encuentran en una situación de mayor pobreza que los hombres fruto de las desigualdades de género. Además, los ejes de desigualdad habituales, como la edad, el origen, la clase o la orientación sexual, generan experiencias particulares de riesgo de pobreza. Este hecho se traduce en una falta de recursos económicos, pero no solo eso. También tienen que ver con la precariedad la falta de autonomía económica, la falta de disponibilidad de tiempo propio, etc.