El género es relevante para comprender el estado de salud de mujeres y hombres.

En general, la esperanza de vida de las mujeres es mayor que la de los hombres, pero esto no quiere decir que gocen de una mejor calidad de vida. Por ejemplo, las enfermedades relacionadas con la salud emocional, como la ansiedad o la depresión, afectan mucho más a las mujeres que a los hombres. 

Por otra parte, las desigualdades socioeconómicas son un factor determinante del estado de salud, y el género influye en el acceso a recursos, las condiciones de vida y las pautas de comportamiento de hombres y mujeres.

La calidad del estado de salud de las personas va más allá de la ausencia de enfermedades físicas. La sobrecarga de trabajo, una mayor responsabilidad de cuidado de los demás y más precariedad socioeconómica provocan que las mujeres presenten peores estados de salud.

Llevar unos hábitos y un estilo de vida saludables mejora la calidad de vida de las personas. El hecho de que socialmente se relacione la masculinidad con el riesgo y la transgresión está muy vinculado a un consumo más elevado de sustancias nocivas o tóxicas entre los hombres, como son el tabaco, el alcohol o las drogas.

Las condiciones laborales afectan, y mucho, a la salud de la ciudadanía. Si bien los hombres sufren más accidentes laborales, los trastornos de salud emocional vinculados con el trabajo, como la ansiedad y la depresión, tienen un mayor impacto en las mujeres.

La salud sexual es una dimensión del bienestar y la salud física y emocional de las personas que se basa en el derecho a disfrutar de una vida sexual segura, libre de discriminación o violencia. La vulneración de los derechos sexuales y reproductivos como el derecho al aborto, la reproducción asistida o el acceso a la sanidad afecta mayoritariamente a las mujeres.