Existen todavía profundas desigualdades de género en los hábitos relacionados con la salud, el estado de salud y el uso de los servicios sanitarios. Estas desigualdades se explican por factores estructurales como la socialización de género y las desigualdades en el poder y en el acceso a los recursos, así como por la división sexual de los trabajos entre mujeres y hombres; pero cabe añadir además otros factores coyunturales que representan un gran reto en la actualidad: es el caso de las consecuencias de la última crisis sanitaria y el aumento de la pobreza.


Hay que incidir en la defensa de la salud de las mujeres abordando prioritariamente la salud mental, fomentando una atención sanitaria sin sesgos de género y teniendo en cuenta una mirada interseccional (es decir, tratando otros ejes de desigualdad como son la clase social, el origen, la edad o la diversidad funcional), así como promocionando los derechos sexuales y reproductivos.

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¿Qué ideas salieron?

Entre otras necesidades, las participantes en el grupo de trabajo destacaron:

• Abordar los problemas de salud mental con mayor incidencia entre las mujeres de todas las edades y las demencias de las mujeres mayores;
• Reducir la excesiva medicalización de las mujeres especialmente en procesos de duelo o situaciones de cambios y/o estrés;
• Trabajar para eliminar las brechas de acceso a los servicios de salud, como la digital y la económica;
• Mejorar la atención a la salud sexual y reproductiva en todas las etapas de la vida (haciendo espacial énfasis también en las mujeres mayores);
• Potenciar la investigación con perspectiva de género para afinar en los tratamientos;
• Hacer una apuesta por la figura de la enfermera escolar y fomentar el trabajo en red con las matronas;
• Fomentar los lavabos adaptados para las copas menstruales en los equipamientos municipales y educativos.