Samira Badran: nacida el año 1954 en Libia dentro de una familia artística palestina. Estudió en la Academia de Bellas Artes del Cairo, y a la Academia de Bellas Artes de Florencia. Fue un miembro activo en la escena artística palestina a finales de los años 70. Ha exhibido en Jerusalén, Ramala, en Londres, en París, España, en diversos países árabes, y en el Museo de Washington de Mujeres en las Artes. Actualmente reside en Barcelona.
Ayer fuiste una de las ponentes, junto con Remma Hammami, en la actividad organizada por el Espai Avinyó, 8 M | Mujeres, artes, resistencia, ¿cuál es tu valoración?
Fue magnífico. Que se hagan actos como éstos en Barcelona está muy bien, porque es una manera de dar a conocer una problemática y una causa que ayude a debatir, a intercambiar ideas y a abrir mentes sobre todo lo que está pasando en Palestina.
¿Desde el arte, cuáles son las referencias que tenemos para poder apelar a un pasado Palestino?
Tenemos un abanico muy grande de cineastas mujeres palestinas. Hace falta hacer referencia a Sulafa Jadallah, la primera mujer árabe palestina que estudió dirección de films en Egipto, y hacia 1968 fundó, junto con Hani Jowharieh y Mustafa Abu Ali, el Palestinian Film Unit, bajo el patrocinio de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) en Beirut. Eso fue en 1968 después de la Guerra de los Seis Días, cuando muchos refugiados palestinos fueron a vivir a Jordania y en el Líbano.
Jadallah, era una combatiente palestina, pero utilizaba la cámara como un arma para liberar su tierra y reivindicar su derecho de recuperar las tierras ocupadas a través de la filmación de documentales. El año 1970 recibió un disparo en la cabeza y quedó medio paralizada, pero sus dos compañeros continuaron con el trabajo de filmar, creando y fundando el archivo fotográfico.
En 1982, cuando los israelíes invadieron Beirut, fueron al archivo fotográfico y cinematográfico, y no se sabe si lo destruyeron o lo robaron, pero el archivo desapareció. Y eso muestra cómo los israelíes siempre atacan toda esta historia palestina que se va forjando a través del tiempo, y que testimonia su lucha por el derecho a disfrutar de su libertad.
En la actividad de ayer tuvimos la oportunidad de ver tu cortometraje ‘Memory of the land’, junto con cuatro propuestas audiovisuales más. ¿De dónde nace este film?
La idea de la animación es denunciar las drásticas medidas que las palestinas y los palestinos afrontan hoy en día para poder moverse dentro de los territorios palestinos ocupados después de 1967.
Fue a partir del año 2000 cuando se empezó a construir el muro del apartheid y los puestos de control (checkpoints), la segregación de carreteras y toda esta arquitectura colonial para reprimir la movilidad de las palestinas.
‘La memoria de la tierra’ es un film que tiene muchos simbolismos. ¿Podrías explicar qué significan? (checkpoints, piernas, rodillas, ojos, cerebro, olivos, corazón…)
El eje narrativo fundamental de La memoria de la tierra es el checkpoint. Para mí es como una personificación de la ocupación. Como decía Helga Tawil Souri, una intelectual palestina, “el checkpoint es la quintaesencia de la estructura colonial, que reduce la población indígena en objetos mudos de la historia y no los reconoce como sujetos activos”. El objetivo de los checkpoints es deshumanizar a toda a una sociedad. Después de los Acuerdos de Oslo de 1993, llegaron a construir hasta 500 checkpoints fijos en todo el territorio palestino. Ahora son 110 fijos y 300 por sorpresa o móviles, es decir, 400 checkpoints al día.
La política Israelí se basa en dividir, en fragmentar el territorio, creando una geografía de obstáculos. El muro es un gran ejemplo que invade la Palestina ocupada después de 1967: las vallas metálicas, los bloques de cemento, los asentamientos con 700.000 colonos que viven en el territorio ocupado, y todas las carreteras que unen los asentamientos con la Palestina de 1948 que ahora se llama Israel. Todos estos obstáculos hacen que muchos pueblos y ciudades queden aisladas y separadas, obligando la población palestina a tramitar un permiso de la identidad militar israelí y, como consecuencia, a pasar por estos checkpoints.
Los checkpoints destruyen el tejido social, económico y cultural. Estamos ante una violencia estructural: colonialista, sionista, racista, de apartheid que aplica sus leyes y sus políticas de segregación racial y subyugación hacia la población palestina, y de esta manera viola los derechos humanos fundamentales cada día. El palestino que tiene que ir a trabajar o a ver al médico, a estudiar, a visitar a los familiares, a pasear… no puede sin tener estos permisos y transitar por estos puestos de control. Eso hace la vida cotidiana prácticamente imposible. Por lo tanto, el film muestra los checkpoints como un escenario de violencias constantes.
Otro de los símbolos son las piernas. ¿Por qué estas dos piernas? ¿Este cuerpo mutilado? Una de las prácticas criminales de los israelíes es la de disparar a los jóvenes en las piernas para deshabilitarlos y crearles un trauma para siempre, con todo el problema que eso representa para sus familiares. Por lo tanto, he cogido las dos piernas como una metáfora del movimiento de la resistencia, unas piernas que quieren atravesar los obstáculos y andar hacia adelante.
La ocupación israelí está destruyendo a la sociedad palestina. Hay los palestinos de la Franja de Gaza cerrados que no pueden ir a ningún sitio, los palestinos de Jerusalén que están discriminados con leyes injustas e imposibles, el resto del territorio ocupado que está dividido en tres zonas bajo pleno control israelí, los palestinos de 1948, los refugiados y los palestinos de la diáspora… por eso, mi corto representa el cuerpo palestino fragmentado.
¿Y quien puede unir toda esta identidad palestina? El cerebro, que es la memoria colectiva. He cogido el cerebro como un contenedor de la memoria. Un cerebro que está siendo constantemente atacado, agredido, hasta que al final se convierte en un territorio. El palestino tiene un contacto muy íntimo con su geografía, con sus mares, su río, con sus montañas y sus colinas. Impidiendo que el palestino llegue a todas estas geografías, impide que pueda disfrutar de su tierra.
Y es que Palestina es una sociedad de campesinos. El cambio estacional y la recogida de las olivas se genera a través de esta geografía que son los fundamentos de la identidad palestina. Con este cerebro también quería recordar los nombres de los 420 pueblos palestinos que en 1948, durante la Nakba, fueron destruidos por las fuerzas paramilitares judías. A través de los nombres de estos pueblos, y que ayer recité, se evidencia el contacto geográfico que el palestino tiene con la naturaleza y con el lugar donde vive. Por ejemplo, ‘El Planeta del aire’, ‘La viña del alma’, ‘El valle de la nostalgia’, ‘La colina de las espinas’, ‘El olivo’, ‘El roble’, ‘La higuera’, ‘El geranio’…
Otro de los elementos del film es la puerta giratoria, un elemento represivo muy importante, porque bloquea a las personas dentro de un espacio pequeño y durante el tiempo que el soldado considere oportuno.
En una de las secuencias, las piernas se separan y una de ellas se convierte momentáneamente en un cactus. Es sabido que cuando los israelíes destruyeron los pueblos de la palestina del 48 no dejaron nada y expulsaron a los habitantes. Pero lo que no pudieron sacar fueron los cactus autóctonos. A día de hoy, siguen allí como testigo de los pueblos originarios. Es por este motivo que el cactus se ha convertido en un símbolo de identidad y de resistencia.
Otro de los símbolos de resistencia son los olivos, las raíces con la tierra, que aunque las corten, reviven. Cuando los israelíes arrancan el olivo, destruyen todo el tejido económico de los campesinos, atacando así, la identidad palestina.
Los pescados que aparecen sobre el muro son de un mercado de Ammán en Jordania. Vi un acuario donde había muchos pescados amontonados, respirando con dificultad. Para mí era el ahogo que se siente cuando se está bajo ocupación, con una incertidumbre continúa.
La película empieza con un corazón que sale de un kalashnikov, y acabo con el latido del corazón: que para mí representa que todavía estamos y todavía existimos.
¿Qué rol juega el sonido y la sonoridad en ‘La memoria de la tierra’? ¿Podemos decir que es un personaje más? ¿Se habla una lengua real? ¿Qué quieres transmitir?
Escogimos un lenguaje de sonido abstracto, porque quería expresar una violencia más universal. Yo imaginaba a todos estos refugiados sirios atravesando Europa y que les hablen con una lengua que no entienden. Es la violencia máxima. En Palestina cuando pasas un checkpoint, muchas veces gritan con un árabe desfigurado, mezclado con el hebreo y con un inglés mal dicho, del cual no se entiende nada. Este sonido puede recordar también a los interrogatorios de las prisiones, como un instrumento de tortura. Es esta violencia sonora, como un elemento importante de la película y el sonido, como un personaje más.
¿Cómo es la situación actual en los checkpoints?
Los checkpoints son cada vez más herméticos, más llenos de controles. También pasan muchas situaciones injustas, tener el permiso para entrar no quiere decir qué puedas llegar a pasar. Esta incertidumbre es continuada y de una arbitrariedad total. Por ejemplo, puede ser que dejen pasar a los niños y a los padres no. O dejan pasar a un campesino que ha tenido la mala suerte de tener su tierra en la otra parte del muro, pero no a sus ayudantes. También existen casos de mujeres que estando embarazadas, han muerto en el checkpoint, o bebés con complicaciones que no han podido llegar al hospital porque el soldado de turno no les ha dejado pasar. Eso es una forma de racismo extremo y de deshumanización del otro. Cuando pasas el checkpoint, recuerdas que estás subyugado y bajo el dominio de otro.
¿Como opera el apartheid y la vigilancia colonial a los checkpoints hacia la palestinidad (el ser palestino)?
En Hebrón, por ejemplo, hay vías o carreteras que los palestinos no pueden transitar, solamente son para la minoría de colonos que ocupan la ciudad vieja de Hebrón, y que por el hecho de ser colonos tienen privilegios. También hay carreteras que unen asentamientos construidos en las colinas palestinas y que las palestinas no pueden transitar. Las matrículas de los coches son de colores diferentes, las verdes son de los palestinos, y por lo tanto, si transitan un lugar prohibido, pueden ser detenidos.
Los jóvenes palestinos, sólo por el hecho de ser jóvenes, los pueden detener sin que hayan hecho nada, simplemente porque para los israelíes son sospechosos. Entran en su casa de noche y los detienen sin motivo alguno. De esta praxis, el estado de Israel dice detenciones administrativas. No tienen ni abogado, no tienen derecho a un juicio justo, y pueden estar desde tres meses hasta dos años y más. De hecho hay prisioneros que han sido 20 años aprisionados sin saber por qué motivo estaban entre rejas. Esta táctica represiva se aplica para desarticular la resistencia popular y para infringir miedo a los palestinos y palestinas y tiene consecuencias psicológicas muy graves. Se trata de un sistema estructural e institucionalizado de discriminación racial y de subyugación, por eso se dice que las palestinas están bajo un régimen de apartheid.
Tu corto ha tenido bastante recorrido, ¿querrías destacar algún lugar especial donde se haya transmitido?
Participé en cuarenta festivales de todo el mundo y tuve dos premios en Italia, y una mención de honor en el Festival de Huesca. Y no sólo se proyectó en cines, sino también en universidades, en escuelas secundarias, en escuelas de audiovisuales y en centros culturales.
La experiencia más impresionante que tuve con éste corto fue en la prisión de mujeres de Nápoles, donde se proyectó junto con la de Bomboné. Previamente, las prisioneras habían analizado los films con sus profesoras, habían formulado un texto, y el día de la proyección una de ellas los leyó todos. Fue muy emotivo y se sintieron muy identificadas con la película.
¿Hay un movimiento artístico en Palestina fuerte? ¿Se puede hacer activismo desde el arte?
Y tanto. Si hacemos memoria, en 1978 la causa palestina era la causa de todo el mundo que creía en la libertad y la justicia, y por eso se celebró la Primera Exposición Internacional por Palestina en Beirut, una de las más importantes que se han hecho en la historia del mundo árabe. Se pidió la participación de todos los artistas de izquierda de todo el mundo, dando obras, incluso Miró hizo una donación. La idea era hacer una gran exposición por Palestina, que circulara por todo el mundo, hasta que llegara a Palestina, para crear un museo palestino de la solidaridad. Pero en 1982, los israelíes invadieron Beirut y atacaron el edificio donde había toda esta colección de cuadros, y muchos se quemaron, otros desaparecieron. Algunos, todavía ahora los están buscando.
La Primera Intifada de 1987 fue un levantamiento popular, surgido espontáneamente. Un grupo de artistas palestinos hicieron boicot a los productos de bellas artes israelíes, utilizando productos de la tierra y autóctonos: el barro, la paja, la madera, la piel, y las tintas naturales, e hicieron toda una producción artística que se llamaba “New Visiones”. Hay que mencionar que el boicot había empezado desde el mandato británico y que es una práctica muy arraigada en la sociedad palestina.
Como muestra de resistencia cultural artística, durante la Primera Intifada, Israel redactó una ley que decía que mostrar la bandera Palestina era ilegal. Entonces, las bordadoras palestinas empezaron a bordar la bandera palestina dentro de los motivos decorativos de los vestidos tradicionales palestinos, con banderas, mapas de Palestina, y con símbolos también de la lucha palestina.
En 1990, una artista palestina, Vera Tamari empezó un proyecto de crear una galería virtual que formaba parte de la universidad de Birzeit, para mostrar en todo el mundo el arte palestino que se estaba haciendo. A finales de los noventa, se creó la Academia Internacional de Arte en Ramala, dónde se invitaba a artistas palestinos y extranjeros de fuera, a pasar dos o tres semanas dando clases de arte para establecer un diálogo enriquecedor, mutuo entre alumnos y artistas de diferentes prácticas.
Si nos situamos en la actualidad, todas las exposiciones que se organizan en Palestina son hechas por comisarios y comisarías palestinas, mientras que antes venía un comisario occidental con una mirada orientalista, que podía esconder un contenido colonialista. Las exposiciones de ahora, tienen que ver con la historia y la sociedad palestina, con el archivo palestino, con temas forjados desde dentro, que pueden abrir ventanas y provocar discusiones para llegar más lejos.
Otro aspecto de resistencia cultural se encuentra en Ramala con Suad Al Ameri, una arquitecta y novelista que ha escrito muchos libros sobre la ocupación con una pincelada de humor. Ella, junto con compañeros arquitectas palestinas y palestinos formaron Riwaq Centre, para restaurar todo el patrimonio de arquitectura que está en los pueblos de la Palestina ocupada de 1967, porque hay un patrimonio muy importante a nivel Otomano islámico. Ellos han empezado a restaurar todo este patrimonio para conservar todo lo que tenemos y no dejarlo desaparecer, y para que la gente de los pueblos también puedan hacer un uso social y comunitario de estos espacios.
Se ha fundado también una escuela de cine en Jerusalén, por eso han surgido muchos movimientos de directoras palestinas jóvenes que trabajan con la filmación, y se hacen festivales de cine en Palestina.
Ahora el hecho político está muerto. La única esperanza que nos queda es la cultura como herramienta de resistencia. Y eso empezó desde el tiempo del mandato británico a través de la palabra escrita y a través de la radio.
A nivel internacional, aunque Palestina no tiene un estado soberano, en todo el mundo tenemos una gran cantidad de festivales de cine Palestina, porque todos los palestinos que estamos en la diáspora, tenemos el rol de explicar nuestra historia a todo el mundo.
¿Se puede hacer memoria histórica a través del arte?
Claro, es una necesidad para conservar esta memoria colectiva y de identidad, para mostrar a todo el mundo lo que está pasando.
Por eso, podemos hablar de la película Restored Pictures, una pieza dirigida y producida por Mahassen Nasser-Eldin, sobre Karima Abboud, la primera mujer palestina que trabajó la fotografía en un campo dominado por hombres. Ella dejó una herencia cultural muy importante que muestra como había una sociedad bien estructurada a nivel social, económico y cultural, que desmiente toda esta historia de los israelíes, cuando decían que Palestina era una tierra vacía para un pueblo sin tierra. Por lo tanto, las fotografías de Karima testimonian con imágenes toda la riqueza de la sociedad palestina. Es muy representativo que este anticuario israelí que tiene un archivo importante de esta fotógrafa, no lo quiera dar, porque es un testigo de la sociedad civil y del tejido cultural palestino antes de la Nakba.
Con las películas de ayer, conocimos magníficas ideas de resistencia…
La idea más alucinante como resistencia es la del film Bomboné del director Rakan Mayasi, surgida cuando se dio cuenta de que los prisioneros palestinos no pueden tener relaciones íntimas con sus mujeres dentro de las prisiones israelíes. A pesar de la ley internacional de Ginebra que sí que lo permite. Y aquí, otra vez, se ve la segregación y la discriminación hacia la población palestina. Mayasi empezó a investigar y descubrió que, a pesar de todo el control estricto que sufren los prisioneros, 66 niños de prisioneros palestinos nacieron con la técnica que se ve en el film, y ahora se les nombran los embajadores de la Libertad.
Otro ejemplo es la película The Chair de Laila Abbas, en el momento en que dice: “mi padre siempre decía que tenemos que venir a Palestina para tener contacto con la familia”. Por ejemplo, yo soy de Ramala, y cuando iba en verano, encontraba hijos de palestinos de la diáspora pasando sus vacaciones allí. Ésta es la necesidad de no perder las raíces y de saber de dónde venimos.
The Bus Driver, un film dirigido por Iyad Alasttal, situado en Gaza, muestra la situación tan horrible que viven los palestinos, cerrados y sin poder salir del territorio ocupado, maltratados, bombardeados e invadidos totalmente por los israelíes. A pesar de esta situación, el film muestra la fortaleza de una mujer racializada, conductora de un autobús escolar que encuentra, como dice ella, su libertad, conduciendo el autobús y llevando amor a las criaturas.
Justamente, ayer Remma Hammami mencionó que, a causa de la crisis social y sanitaria actual, el mundo entero está viviendo, a pequeña escala, lo que el pueblo de Gaza hace años que sufre…
Exacto, imagínate en Gaza, que los israelíes no los dejan salir. Tienen un bloqueo por tierra, mar y aire. Están controlados todo el tiempo. Por eso los palestinos hacen todo lo que pueden. Han hecho dos intifadas y la marcha de Gaza, donde ellos reivindican su derecho de volver a sus tierras. Es una marcha festiva, donde hay gente que celebra bodas, hacen encuentros de familias, cocinan… y los israelíes están en el otro lado con francotiradores disparando. Y eso Europa lo ve y, como decía ayer Remma Hammami, Europa habla, pero no hace nada que sea efectivo.
¿Qué responsabilidad tiene Europa con todo lo que está pasando en Palestina?
Tal como decía ayer Remma Hammami, Europa que siempre habla de la democracia, de libertad, de justicia… me extraña que, viendo todo lo que está pasando en Palestina, le gire la cara. ¿Cómo es que Europa no puede hacer presión sobre Israel? Porque, al fin y al cabo, son intereses geopolíticos.
También nos tenemos que enfrentar al tiempo. Los israelíes siguen expropiando, construyendo asentamientos nuevos, siguen expulsando a los palestinos de sus tierras, destruyendo las casas, deteniendo personas inocentes… y al final llegará un día en que ya no existirá territorio palestino. El tiempo va en nuestra contra. No podemos esperar más.
Europa tiene un papel importante. Tiene que posicionarse para solucionar este problema. Nosotros sólo pedimos justicia y vivir con dignidad como todo el mundo, disfrutando de nuestra identidad nacional y sobre todo de nuestra tierra.
Palestina es un país que está lleno de agua. Tenemos el Mar Mediterráneo, el mar Rojo, el Mar Muerto y el lago de Tiberíades, pero hay toda una generación de 1990 hacia arriba que no puede ni llegar al mar, aunque está a pocos kilómetros de casa. Se le está robando la tierra al pueblo palestino y también su identidad. Por eso la película se llama ‘La memoria de la tierra’, porque habla de nuestra identidad y de la libertad de la tierra palestina.
¿Cómo trabajan los palestinos en la diáspora para hacer ver lo que está pasando?
Hay muchas fundaciones que trabajan a nivel escrito, festivales de cine, exposiciones, y muchas revistas culturales por todo el mundo, como en Beirut, en los Estados Unidos y en Jordania. Hay muchos palestinos que viven en Latinoamérica. En Chile, por ejemplo, hay una comunidad palestina muy grande. Pienso que los palestinos de la diáspora son muy activos.
Para mí, el hecho de crear un corto, ha sido importante, porque es un medio que me ha permitido llegar a miles de personas. Con un mensaje emocional.
¿Qué puede hacer la gente de a pie?
El BDS (Campaña Internacional por el Boicot, las Sanciones y las Desinversiones en el Estado de Israel) es una herramienta muy importante que a Israel no le gusta nada porque los desvaloriza. Es un movimiento no violento y puede llegar, como ha hecho el BDS de Sudáfrica, a cambiar la política represiva israelí.
Más información:
Consulta el podcast colgado en la web de la Red de Radios Comunitarias de Barcelona.
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