Salutem-Acciones comunitarias en el barrio de la Salut ha sido una de las ganadoras de las medallas de oro Barcelona 2020, por el trabajo comunitario especialmente relevante durante la crisis de la COVID-19. Entrevistamos a Georgina Rosell Bellot, técnica comunitaria del proyecto.
¿Cómo explicarías qué es Salutem-Acciones Comunitarias para quien no lo conozca?
Es un proyecto en que participamos vecinos y vecinas y también entidades y otros servicios, para mejorar la calidad de vida de las vecinas del barrio de la Salut y responder a las necesidades que puedan surgir. Para ello, nos organizamos en grupos de trabajo, cada uno enfocado a un ámbito diferente como las personas mayores, los jóvenes, la cohesión social o la perspectiva de género. Sobre todo destacaría que es un proyecto en que el trabajo en red es fundamental.
Entre todos y todas hemos podido dar respuesta a necesidades muy diversas.
¿Qué os hace diferentes al resto de proyectos comunitarios?
La fortaleza de este proyecto es que nos permite generar espacios para seguir conectadas y darnos apoyo mutuo. Y en este momento excepcional, en el que hemos pasado un estado de alarma y un confinamiento, esta red comunitaria ha sido vital para muchas personas. Gracias a Salutem, hemos abierto nuevos espacios como los cafés virtuales del barrio, elAteneo Virtual, para promover la cultura, o el proyecto “Vecinas para vecinas”, que nos ha permitido consolidar la red de apoyo mutuo entre vecinas e impulsar los acompañamientos telefónicos a mujeres que han vivido o viven una situación de violencia machista. Entre todos y todas hemos podido dar respuesta a necesidades muy diversas.
¿Qué realidades pretende cambiar el proyecto? ¿Se está consiguiendo?
Tenemos un objetivo transversal de salud comunitaria. Durante esta crisis social, económica y sanitaria, nuestra prioridad ha sido que ninguna vecina quedara aislada. Hemos conseguido que las personas mayores solas se puedan comunicar y relacionar, que las jóvenes también tengan voz y su espacio, que la cultura realizada por entidades se haya podido mantener, aunque esté en un formato al cual no estamos acostumbradas, o que las vecinas que han vivido o viven violencia machista tengan el apoyo mutuo de la comunidad. En definitiva, estamos trabajando para que la red comunitaria del barrio sea cada vez más fuerte, y nos hemos dado cuenta de que entre todas, organizadas, podemos conseguir que las personas, los cuidados y la vida estén en el centro.
Gracias a este trabajo en red, muchas vecinas pudieron conocer cómo viven las personas mayores del barrio, en muchos casos con un sentimiento de soledad muy grande
¿Cuáles son y cuál ha sido la implicación de los agentes comunitarios que ya participaban en el proyecto? ¿Se han añadido nuevos agentes a raíz del proyecto?
Nos hemos organizado con agentes comunitarios diversos; con algunos de ellos ya trabajábamos antes del confinamiento. Por ejemplo, colaboramos en la verbena de San Juan a domicilio con la Mesa de Personas Mayores-Radars, y gracias a este trabajo en red, muchas vecinas pudieron conocer cómo viven las personas mayores del barrio, en muchos casos con un sentimiento de soledad muy grande. Estos lazos han permitido que más gente se sensibilice sobre esta realidad. Además, hemos podido trabajar con diferentes personas del barrio que no podían asistir presencialmente a algunas actividades, pero que ahora han podido estar conectadas virtualmente.
¿Cómo ves la continuidad del proyecto? ¿Qué retos de futuro tenéis?
Hasta ahora hemos tenido que dar respuesta a la emergencia buscando nuevas maneras de comunicarnos y nuevas actividades adaptadas a las necesidades que han ido surgiendo. A partir de ahora, lo que tendríamos que hacer es parar un momento, compartir todo lo que hemos vivido y aprendido y empezar a planificar colectivamente. El reto está en encontrar la manera de seguir haciendo barrio y creando comunidad en este nuevo contexto.
¿Hay alguna frase o experiencia de personas usuarias o participantes del proyecto que te haya impactado o te haya motivado para seguir dinamizando?
Me impactó muchísimo la respuesta de una mujer que acompañamos con el proyecto “Vecinas para vecinas”. Cuando empezó el confinamiento, decidimos enviarle una nota de voz para preguntarle cómo estaba y para que supiera que seguíamos allí y que pensábamos en ella. Nos contestó a todas con una nota de voz, muy agradecida y llorando de la emoción. Fue un mensaje muy emotivo, todavía se me pone la carne de gallina recordándolo. Con todo lo que hemos vivido, hemos aprendido que aquello que consideramos pequeños detalles, como este acompañamiento telefónico, realmente son dinámicas transformadoras. Nos hemos dado cuenta de que hay formas sencillas de poner fin al individualismo al cual nos empuja la sociedad en que vivimos. Estar juntas se ha convertido en imprescindible.