Nacida en Sarrià hacia el 290 dC., Santa Eulàlia era sólo una adolescente cuando no quiso rechazar su fe cristiana durante las persecuciones del emperador Diocleciano por todo el imperio, hecho que le comportó un castigo severo.
Eulàlia fue condenada a sufrir 13 tormentos, hasta que murió crucificada en una cruz en forma de aspa. De aquí surge uno de los símbolos que la representan, más allá de la palma del martirio: las nombradas “aspas de Santa Eulàlia”, que han tomado forma de dulce en el seno de la tradición popular.
Uno de estos tormentos consistió en introducirla dentro de una bota llena de vidrios y hacerla rodar. ¿Dónde exactamente? Según la tradición, fue lanzada por la actualmente denominada bajada de Santa Eulàlia.
Desde su martirio, la ciudad veneró a la Santa convirtiéndola en patrona de Barcelona hasta el siglo XVIII, como símbolo de solidaridad y de defensa de la justicia. Es así como se explica en las Rúbricas de Bruniquer, que durante la visita de Sant Francesc en la ciudad en el año 1214: «ahont entendió lo Pueblo la grande se gloria de nosotros Patrona S.ta Eularia, y como quedaba Barcelona siempre asegurada de su Patrocinio.»
Con el paso de los siglos, Barcelona le dedicó no sólo calles y monasterios, sino también edificios diversos como el Hospital de Santa Eulàlia, construido por Ramon de Plegamans, o la fuente dedicada a Santa Eulàlia, en la plaza del Padrón. La devoción por Santa Eulàlia fue también de la mano de sus reliquias, que fueron pasando de un templo a otro, siempre acompañadas de grandes fiestas y procesiones: primero en Santa Maria del Mar y, en 1339, en la catedral de Barcelona.
A Santa Eulàlia le saldría una competidora un 25 de septiembre de 1687. Y es que, según el dietario del Consejo de Cien, la ciudad condal decretó que la Virgen de la Mercè fuera la patrona de Barcelona, después de que la Santa oyera las plegarias del Consejo de Cien y de los vecinos y vecinas, y salvara la ciudad de una plaga de langostas.
A lo largo del tiempo, las celebraciones de Santa Eulàlia han sido más bien de tipo litúrgico y vinculadas a la institucionalidad del gobierno municipal, tal como muestra el cartel de las fiestas de 1686. No es hasta el siglo XVIII que encontramos representaciones de fiestas populares, bailes y juegos, como los que todavía hoy día se realizan en la Plaza Nueva: la procesión de las Laies, la festividad castellera, los gigantes, los correfuegos o el séquito popular.