«La precariedad laboral hace que tengas que mostrar disponibilidad total o no tienes ninguna posibilidad en el mundo del trabajo»

08/07/2020 - 00:00

ENTREVISTA. Entrevista a Teresa Torns, doctora en sociología y profesora jubilada de la Universidad Autónoma de Barcelona.

¿Cómo hemos organizado la distribución de nuestro tiempo durante el confinamiento? ¿Quién ha visto reducida su disponibilidad de tiempo personal? ¿Cómo ha funcionado el teletrabajo? Hablamos con Teresa Torns, doctora en sociología y profesora jubilada de la Universidad Autónoma de Barcelona.

¿Cómo se ha visto afectada nuestra cotidianidad y nuestro uso del tiempo en relación al confinamiento y la desescalada?

Algunos estudios están rebelando que el teletrabajo no es la panacea que se esperaba. Si el teletrabajo no está bien regulado, acaba pasando que la jornada laboral no sólo no se acorta sino que acaba ocupando todo el día. Esto está dando problemas en muchos casos porque no se puede distinguir entre horario laboral y tiempo fuera del horario laboral.

¿Quién ha salido perdiendo en esta nueva distribución del tiempo durante el confinamiento?

Vemos que las desigualdades de género se han agravado y las mujeres han cargado mucho más con todo tipo de trabajo, especialmente cuando tienen criaturas o personas dependientes a su cargo. Tampoco ha desaparecido lo que llamamos división sexual del trabajo. Es decir, las mujeres se han encargado de organizar y ejecutar tareas del hogar y de los cuidados. Evidentemente, también ha habido hombres que lo han hecho y, éstos, se han dado cuenta de que la conciliación es un mito romántico.

Por otra parte, muchas mujeres han tenido que salir de casa para desarrollar su actividad laboral. Por ejemplo, el personal sanitario (médicos y enfermeras) pero también las mujeres que cuidan de otras, las que limpian, las dependientas de súper o las que trabajan en la industria agroalimentaria. La precariedad laboral que afecta a las mujeres se ha visibilizado más.

El teletrabajo ha abierto una ventana de esperanza entre muchas personas que consideran que facilita la conciliación. ¿Realmente ha sido así?

El teletrabajo no puede ser la única solución. Para empezar porque dentro de la palabra teletrabajo hay muchas realidades diferentes. No sólo ha habido un problema de separación de tiempo de la jornada laboral del resto de jornadas; sino que tampoco hemos podido separar el espacio. El mito de que la tecnología nos ayuda a tener vidas mejores es muy relativo porque el hecho de estar siempre conectadas agobia mucho más las mujeres. Y las mujeres no pueden autoorganizarse porque las criaturas te demandarán siempre.

La crisis sanitaria ha abierto debates pendientes como el de las semanas laborales de 4 días. ¿Qué piensa sobre ella?

En los años 90 desde el Centro Estudios Sociológicos sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo (QUIT) ya habíamos hecho algunos estudios sobre esto y habíamos desarrollado un balance sobre las políticas de regulación de la jornada laboral. Entonces ya se veía que las jornadas de 4 días no funcionaban bien para las mujeres porque era mejor reducir la jornada laboral cada día, lo que llamamos una reducción sincrónica y cotidana. Cuatro días de trabajo a la semana significa que intensificarás tu dedicación y desaparecerás del resto de las actividades durante estos 4 días. Si tienes que cuidar de un bebé o una persona enferma… ¿quién hará las tareas de apoyo e infraestructura para ti y los tuyos cuando no estés? Es mejor menos horas cada día.

Es muy curioso porque cuando hablamos de reducción de jornada laboral, nunca nos referimos a qué hacer con el resto del día. Las mujeres asumimos siempre una mayor carga de trabajo total porque asumimos todas aquellas tareas invisibles que se han hecho visibles durante el confinamiento.

¿Qué experiencias previas pueden servir de ejemplo?

Las primeras empresas que hicieron pruebas respecto a esta distribución del tiempo fueron las escandinavas. Convertían un puesto de trabajo de 8 horas, en dos puestos de trabajo de 6. Funcionaba muy bien: las empresas aumentaban el puesto de trabajo (pasaban de 8 horas a 12) y las personas trabajadoras reducían la jornada laboral. Esta práctica estaba subvencionada por el estado. Pero vivimos en una sociedad donde el centro de la vida de las personas y las ciudades se construye en torno al horario laboral. Por lo tanto, era una buena solución técnica que no contaba con suficiente apoyo del imaginario colectivo.

Otro ejemplo es la empresa Volkswagen que implementó la semana de 4 días. Las primeras evaluaciones determinaron un efecto colateral que no se esperaba: incrementaron el número de separaciones matrimoniales. ¡No había manera de conciliar los horarios de pareja!

¿Hay que legislar y comprometer las políticas públicas para avanzar en materia de tiempo y conciliación?

Se deben fabricar consensos sociales y modos de pensar hegemónicos. Nosotros pedimos a los representantes políticos que no sólo hicieran políticas a favor de la conciliación sino que también dieran ejemplo, como la hora a la que ponían las reuniones. Pero era tanto el trabajo y tantas las ganas de cambiar las cosas que esto nunca funcionó.

Una de las perversiones de la actualidad es que todo el mundo quiere tener una jornada laboral. La precariedad hace que o muestras disponibilidad laboral o no eres nadie y no tienes ninguna posibilidad en el mundo laboral.