El pasado mes de octubre se celebró el 175 aniversario de la creación del primer sello, el Penny Black, nacido en Londres en 1840. La decisión sobre qué diseño tenía que ser el primero en aparecer en el primer sello del mundo se resolvió a través de un concurso de ideas. El ganador, Rowland Hill, presentaría la cara de una jovencísima reina Victoria de Reino Unido. En ese momento se marcaría el inicio de la renovación del sistema postal, inglés y del resto del mundo. La representación de una cara también sería un precedente para las primeras emisiones filatélicas del resto de países.
La predilección por representar el rostro del mandatario del momento comenzó a ser y sigue siendo hoy en día algo habitual. De hecho, el 35% de los sellos de la colección muestra una cara, frontal o lateral. En general, son expresiones serias, distantes y de rigor. Pero ¿qué hay más allá? ¿Por qué la cara nos hace parecer lo que somos o lo que no somos? Hoy realizamos un acercamiento científico de la mano de David Masip.