Desplazamientos de miles de refugiados sirios acosados por la artillería, los bombardeos y la destrucción. Podríamos hablar de hoy en día, ¿verdad? Hablaremos, pero antes presentamos Siria de 1925.
Homs, 2012. Fuente: Flickr, JOSEPH EID / AFP / Getty Images
La Gran Revolución de Siria (1925-1927) constituye uno de los numerosos conflictos armados sufridos en territorio sirio. Se enmarca dentro de las tentativas de emancipación nacional del mundo árabe contra el dominio colonial de las potencias europeas de esta región. En este caso concreto, la rebelión estalló contra el mandato francés en Siria y el Líbano. Desmantelado el Imperio Otomano, al finalizar la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones le otorgó a Francia el mandato sobre Siria, en 1920. El malestar y las tensiones, derivarían cinco años más tarde en una de las mayores revueltas de Siria. En esta ocasión, el levantamiento lo protagonizaron conjuntamente las diferentes facciones: suníes, drusos, alauitas, cristianos y chiíes.
La chispa de la revuelta se encendió en la ciudad de Jabal al-Druze. Los abusos y vejaciones de las autoridades militares francesas sobre la población, se añadían sobre la falta de respeto por las tradiciones y las élites locales. En un momento de tensión máxima, se produciría un levantamiento armado contra la ocupación francesa que pronto se vincularía hacia posiciones nacionalistas e identitarias. El enfoque fue dirigido y canalizado por el pachá el Atrash, su figura fue decisiva para favorecer la expansión del conflicto por todo el territorio sirio. Uno de los puntos álgidos sería el levantamiento de Damasco, la capital siria, en octubre de 1925.
Los rebeldes sirios lograron numerosas victorias, pero la superioridad táctica y militar de los franceses forzaron su capitulación ante Francia, una potencia colonial de primer orden. La violencia y los métodos de represión empleados por el ejército francés comportaron un fuerte cuestionamiento y fueron objeto de crítica por parte de la comunidad internacional y la opinión pública francesa. De hecho, algunos diputados de la Asamblea General emitieron una queja formal al gobierno de la República.
Los bombardeos aéreos y de artillería fueron masivos, dejando a su paso miles de muertos, en su mayoría civiles. Se sabe que al menos 6.000 rebeldes murieron, y unas 10.000 personas perdieron sus casas. Más allá de los destrozos en la capital del país, ardió durante tres días seguidos, las poblaciones sufrieron el destrozo de los campos de cultivo y el comercio sufrió un cese temporal. La durísima represión, presentada exteriormente como un intento de pacificación del país, constituyó uno de los primeros desplazamientos de refugiados más importantes del siglo XX. Miles de personas y familias se movilizaron, dejando atrás sus casas y pertenencias para ir a un lugar seguro. Las necesidades de captación de dinero para sufragar los gastos básicos de los refugiados supuso, entre otras acciones, la emisión de una serie de sellos sobrecargados en beneficio de los refugiados de este conflicto. Puede verse la muestra al final de este artículo.
Desgraciadamente, casi cien años más tarde, el conflicto bélico ha vuelto a someter a la población siria. La falta de libertades, la pobreza y la vulneración sistemática de los derechos humanos desencadenaron en 2011 una guerra civil, enfrentando a partidarios del gobierno de Bachar el Asad y un grupo de opositores. Más allá de las problemáticas internas, el conflicto se vio agravado y potenciado por los rebeldes de Estado Islámico, que también ha supuesto la ocupación de una parte del territorio.
Durante todo el verano pasado, los medios de comunicación nos convierten en testigos directos del conflicto. Desgraciadamente, son habituales las imágenes impactantes de personas que huyen desesperadamente de la guerra. Como también lo son las imágenes y vídeos de personas que por imperativos económicos no pueden huir de su país y tienen que vivir en condiciones infrahumanas, con la amenaza constante de las balas o el hambre. Hemos testimoniado una preocupante falta de agilidad política, institucional y social ante una emergencia humanitaria de dimensiones mayúsculas. La única parte positiva, por otro lado, ha sido la enorme capacidad de la población para intentar paliar los efectos del conflicto a través de colectas económicas y movilizaciones sociales en pro de la solidaridad, la humanidad y la tolerancia.
Los cientos de miles de refugiados vienen a Europa porque, una vez más, han sido expulsados de su casa. Son personas muy valientes que han invertido todos sus ahorros, o bien han contraído una gran deuda, con la esperanza de aspirar a una vida segura para ellos y para sus familias. Un derecho que hoy en día parece más bien un privilegio, al menos para muchos territorios de Oriente Medio. Los ideales de la Primavera árabe no encajan en Siria, ni a corto ni a medio plazo, ahora igual que en 1925 sigue siendo un territorio pisado por el autoritarismo, la radicalidad extrema y la vulneración de los derechos humanos.
Dedicamos el artículo a todos/as los refugiados/as y a todos aquellos que luchen por el derecho a una vida digna, sin guerras.