Los Encants de Barcelona-Fira de Bellcaire, que disfrutan de un nuevo emplazamiento desde setiembre del 2013, son herederos de dos mercados de aparición muy distanciada en el tiempo. Los Encantes se remontan al siglo XIII, mientras que la Fira de Bellcaire apareció a principios del siglo XIX. Eso y muchas otras cosas se explican en el libro que se presenta este miércoles, día 29.El libro Els Encants i la Fira de Bellcaire. Imatge i història de Barcelona, escrito por miembros del Taller de Historia del Clot-Camp de l’Arpa, dibuja un extenso recorrido por la historia de este más que centenario mercado barcelonés, a la vez que recorre los diferentes espacios de la ciudad donde ha estado ubicado y recuerda los otros mercados que tienen su origen en este, como es el caso de los Encantes y el Mercado Dominical de Sant Antoni y el Local de Ventas o Encantes Nuevos de la calle de València.
Los autores explican que los Encants se remontan en torno al año 1200 y que tienen el origen en la costumbre de subastar los bienes de los difuntos para pagar el entierro, las misas y las deudas. También refleja el origen etimológico de las palabras “encant” y “subasta”. Esta última es bastante antigua, concretamente, procede de la época de los romanos, cuando los legionarios montaban el puesto para vender el botín producto de los saqueos. Clavaban la lanza en el suelo con una bandera arriba del todo. Debajo colocaban los objetos que querían vender, y los dejaban, por tanto, “bajo el asta”. La palabra “encant” viene del hecho de anunciar la mercancía a gritos, es decir, cantando.Cristina Aparicio, Antonio Gascón, Jordi Morell, Rosa Martell, Marcos Pérez y Marc Medir Navarro, los autores del libro, han dedicado tres años a la investigación y la redacción del texto, porque han repasado todos los documentos hasta el origen. Ellos explican que se han encontrado con que muchas de las publicaciones que se habían hecho hasta ahora no eran fiables, porque muchos autores citaban textos anteriores, pero sin confirmar la exactitud. Eso ha provocado que algunos errores se hayan ido repitiendo. Ellos han ido a buscar todas las fuentes y han comprobado todos los documentos originales.
Parece que los primeros encantes se organizaban en los porches de Sant Jaume, en la iglesia medieval donde hoy día se encuentra la plaza de Sant Jaume, donde había, también, una de las puertas de la judería. Desde allí fueron a la plaza Nova y, posteriormente, a la calle del Consulat, hoy del Consulat de Mar, junto a la Lonja y a la actual plaza del Palau. Después pasaron por una colina donde posteriormente se construiría el Mercado de Sant Antoni y la actual avenida de Mistral (antes calle de la Creu Coberta) y, finalmente, poco antes de la Exposición Internacional de 1929 se trasladaron al llamado campo del Sidral, un sector de la actual plaza de las Glòries, que entonces eran descampados cruzados por la acequia Comtal y las vías de tren.
Es en este espacio, que tenía que ser provisional, donde se han ubicado los Encantes durante casi 90 años, hasta el 25 de setiembre del 2013, cuando se inauguró el nuevo emplazamiento en una parte del bosquecillo de los Encantes. La provisionalidad con la que iniciaron su estancia en la plaza de las Glòries en el año 1928 hizo que en el año 1931 un grupo de tenderos decidiera marcharse a un campo de fútbol en desuso que había en la calle de València con Dos de Maig, donde posteriormente levantarían el edificio que acoge, en su planta baja, el Local de Ventas o Encantes Nuevos.
La Fira de Bellcaire, por su parte, tiene una historia mucho más corta. Aunque no se sabe la fecha exacta, nació en La Rambla hacia el año 1800. Tampoco está clara la etimología de su nombre. Los autores del libro exponen dos teorías: Una tendría el origen en una familia de mercaderes y prestamistas judíos llamada Bellcaire; la otra sería una población francesa, cerca de Nimes, que se llama Beucaire -en catalán Bellcaire- y que organizarían una feria similar.
La historia de los Encantes, como el mercado mismo, es una recopilación de vivencias de todo tipo, desde las personas que vieron subastadas sus pertenencias, como fue el caso de Pau Claris y su hermano; o las que eran vendidas en el mercado de esclavos de segunda mano que había en la plaza Nova en la Edad Media, hasta los más diversos hallazgos que se han hecho dentro de un colchón o escondidas bajo un cajón, pasando por las vicisitudes de los "encantistas", algunos de los cuales han vivido en barracas en el mismo mercado o han visto cómo el fuego, en unas ocasiones, o el agua, en otras, les estropeaban el género que tenían para vender.
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