Historia del Turó de la Peira
Antiguamente llamado el Turó del Montarell, el Turó de la Peira, con una altura de 133 metros, es una de las siete colinas que rodean el llano de Barcelona. Se trataba de una elevación con un frondoso pinar natural y gran abundancia de caza, recorrida por pequeñas ramblas y torrentes que regaban los pequeños cultivos y las viñas de las masías vecinas, como Can Peguera, Can Mir, Can Manent, Ca La Peira, Can Platat, Can Bonet, Can Garibaldi, Can Sabastida, Can Gaig, Can Vilasaló, Can Costa, Can Sabadell, Ca N’Artés, Can Basté, Can Carreras, etcétera. En 1936 se convirtió en uno de los primeros parques públicos de la ciudad y, durante la Guerra Civil, en la reserva de leña de los barrios de los alrededores.
Durante los años cincuenta y setenta, la especulación urbanística descontrolada, derivada de la necesidad de satisfacer la demanda de viviendas por el alud de inmigración a Barcelona, hizo desaparecer la mayoría de las masías de la región, que se sustituyeron, en las vertientes de la colina, por altos edificios pantalla característicos por sus filas simétricas de ventanas, la falta de elementos decorativos en las fachadas y la construcción de mala calidad; así, el barrio alcanzó una población de 25.000 habitantes. Otros desaparecieron con la llegada de la línea 5 del metro a Vilapicina, y con la continuación del paseo de Fabra i Puig. Afortunadamente, las demandas vecinales consiguieron que se conservara parte del parque original en la cima de la colina.
En 1990 se hundió un edificio de la calle del Cadí a causa del uso de cemento aluminoso en buena parte del barrio. Este hecho fue el pistoletazo de salida del proceso de reforma, que se llevó a cabo con el derribo de manzanas de viviendas enteras, la consolidación de buena parte de los pisos del barrio, la construcción de nuevos bloques, la creación de nuevos espacios urbanos y jardines, la recuperación de edificios históricos y la restauración del magnífico parque.
Asentamiento de Santa Eulàlia de Vilapicina, formado por el santuario de Santa Eulàlia de Vilapicina, del siglo X; Can Basté, del siglo XVII (con su puente del siglo XVIII); y el hostal de Ca N’Artés, del siglo XV.