Las masías diseminadas por la sierra concentraban la actividad agrícola que se desarrollaba en el territorio. La mayoría han desaparecido, aunque han dado nombre a lugares o barrios enteros; por ejemplo, Can Dragó, Can Garrigó, Ca La Peira, Can Guineueta, Torre Baró, etcétera.
Otras masías todavía se conservan y mantienen una cierta actividad económica, como es el caso de Can Carreras o Can Verdaguer. Algunas, finalmente, se utilizan como equipamientos públicos, como es el caso de Ca N’Ensenya, Torre Llobeta o Can Basté.
El núcleo urbano más antiguo de Nou Barris era el de Santa Eulàlia de Vilapicina, un pequeño barrio que se articulaba en torno a una capilla románica del mismo nombre, que ya existía en el siglo X y que fue reconstruida en 1782. Muy cerca se encuentra Ca N’Artés, un antiguo hostal del siglo XVI levantado en el camino de Sant Iscle, y Can Basté, una masía de finales del siglo XVIII.
La población de las masías y de este pequeño barrio no era de más de unos cuantos centenares de habitantes a mediados del siglo XIX. La economía se basaba en algunas actividades artesanales y, sobre todo, en el cultivo de la viña y de forrajes para el ganado. También se cultivaban productos de la huerta destinados al consumo de los habitantes de la próxima Barcelona, todavía rodeada por murallas.
El impacto de la Revolución industrial
El ritmo pausado de la vida rural empezó a cambiar a mediados del siglo XIX como consecuencia de la Revolución industrial, que afectó a Barcelona y los pueblos de los alrededores. El aumento de la población, la revolución de los transportes o las nuevas exigencias de la industrialización incidieron tímidamente en Nou Barris y pusieron en marcha una transformación del paisaje lenta, pero ya imparable. El aumento de la población en el municipio de Sant Andreu y la consolidación de las ideas higienistas hicieron que en 1839 se trasladara el antiguo cementerio parroquial al actual barrio de Porta. Esta actuación facilitó que, cerca del cementerio, empezaran a ubicarse pequeñas industrias harineras y de carpintería, así como a construirse algunas casas.
Este primer impulso de urbanización en Porta continuó con la construcción, en 1855, de la línea ferroviaria de Barcelona a Zaragoza, y con la instalación, en 1880, de los Talleres del Ferrocarril del Norte en la actual zona de Can Dragó.
Por otra parte, las crecientes necesidades de agua de los habitantes y de las nuevas industrias del llano de Barcelona favorecieron la construcción, entre 1871 y 1881, de dos acueductos que atravesaban el territorio de Nou Barris, algunos tramos de los cuales todavía se conservan en Ciutat Meridiana, Torre Baró y Can Carreras.
También en la zona de Vilapicina se inició tímidamente la industrialización, ya que se instalaron manufacturas dedicadas a la producción de tejidos, de abonos, de jabón, de ladrillos, de productos químicos... e incluso de electricidad, para la tracción de los tranvías de la línea de Barcelona a Horta, en las actuales cocheras del paseo de Borbó.
Este modestísimo proceso de industrialización, sobre todo si lo comparamos con las proporciones que alcanzaba el mismo proceso en el resto de lugares del llano de Barcelona, coincidió con la iniciativa urbana más importante del siglo XIX en Nou Barris: la urbanización del paseo de Santa Eulàlia, actualmente de Fabra i Puig.
El paseo fue aprobado en 1875 por el Ayuntamiento de Sant Andreu y, desde la década de los ochenta, se convirtió en el eje vertebrador de una especie de pequeño Eixample que dinamizó la actividad constructiva en los barrios de Vilapicina y Porta.
En 1889, en la actual Guineueta, se inauguraba el Hospital Mental de la Santa Creu, dirigido por el doctor Emili Pi i Molist, uno de los pioneros en el tratamiento de las enfermedades mentales en España. El imponente edificio se construyó siguiendo un “proyecto médico razonado”, donde se recogían las técnicas hospitalarias más modernas del momento.
La instalación del sanatorio sigue la lógica de la industrialización que desplaza a la periferia y, en este caso, a Nou Barris, algunas de las grandes infraestructuras o equipamientos generales de la ciudad; por ejemplo, los talleres del ferrocarril, el sanatorio mental y, más adelante, la estación elevadora de aguas de Montcada o las torres de electricidad de alta tensión.
En las postrimerías del siglo XIX, la población de Nou Barris se podía estimar en unos 1.700 habitantes, mayoritariamente campesinos, pero con una incidencia progresiva de los jornaleros ocupados en las manufacturas locales o en las industrias cada vez más numerosas de Sant Andreu.
Poco sabemos de las inquietudes sociales y culturales de esta población, pero son ilustrativos algunos hechos de los que tenemos constancia, por ejemplo, las demandas que hacen los vecinos de Santa Eulàlia al Ayuntamiento de Sant Andreu en 1874 para que instale en el barrio una escuela de chicas, o bien la fundación, en 1887, de la Societat d’Obrers i Auxiliars L’Estrella, situada en la calle de Porta y dedicada a actividades recreativas y familiares y a la ayuda mutua entre los asociados en caso de muerte o enfermedad.
El nuevo siglo se inició en Nou Barris con una propuesta de ciudad jardín que debía desarrollarse en un paraje de una calidad natural excepcional: la antigua heredad de Torre Baró i Vallbona, propiedad de la familia Sivatte desde 1873.
Siguiendo corrientes urbanistas e higienistas de gran prestigio internacional que inspiraron iniciativas urbanas de características similares en Barcelona, como la de la avenida del Tibidabo o la del Park Güell, en 1904 se creó la Compañía de Urbanización de las Alturas del N. E. de Horta.
La operación inmobiliaria relacionada con la ciudad jardín no prosperó, aunque la compañía construyó la carretera que une Horta con la colina de las Roquetes e inició la construcción del edificio de aspecto medieval que debía tener funciones de hotel y que hoy conocemos como el Castell de Torre Baró. Como testigo de este proyecto, se conservan algunas torres de veraneo levantadas en la zona entre los años 1915 y 1936.
Los inicios de la urbanización
A partir de 1917, y al amparo de las ganancias que reportó la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, se produjo, en la ciudad, un nuevo fenómeno urbano consistente en la aparición, en el llano de Barcelona, de unas nuevas periferias urbanas integradas por una población básicamente obrera y con una alta proporción de inmigrantes.
En estas circunstancias, y hasta 1936, Nou Barris se convirtió en el suburbio que experimentó el crecimiento más dinámico de Barcelona, ya que en su territorio se levantó la décima parte de toda la nueva edificación que se hizo en la periferia de la ciudad.
Además, en los terrenos de Can Peguera, se construyeron más de quinientas viviendas integrantes del polígono Ramon Albó, uno de los cuatro grupos de casas baratas levantados en la ciudad en 1929 por el Patronato de la Vivienda.
En este periodo, las barriadas de las Roquetes, Verdum, Charlot, la Prosperitat, la Guineueta y Can Borràs surgieron prácticamente de la nada. Una prueba indirecta de esta fiebre constructora es la creación, en 1925, de la entidad Defensa de los Intereses de la Propiedad Urbana de las Afueras de San Andrés, que hoy conocemos como la Asociación de Propietarios de las Roquetes.
Como puede deducirse, el aumento de la población fue importante, y en 1930, en el que Barcelona alcanzó el mítico millón de habitantes, Nou Barris ya tenía 17.000. Como rasgos generales podemos decir que esta población era relativamente joven, con una notable presencia de inmigrantes y un gran número de niños.
La incidencia del analfabetismo era grande, y resultaba más patente entre las mujeres. La mayor parte de la población activa se autoclasificaba como jornalera, y la presencia de comerciantes, propietarios y profesionales liberales era escasísima.
La vida social en Nou Barris se organizaba en torno a sociedades culturales, deportivas y recreativas de todo tipo, como fueron el Casinet de Vilapicina, continuador de la sociedad L’Estrella, el desaparecido Ateneo Familiar Artístico y Cultural, creado en Verdum en 1927, o el todavía vigente coro de L’ldeal d’en Clavé, fundado en 1930. En el terreno deportivo, cabe citar a los veteranos equipos de fútbol La Montañesa y Les Roquetes, creados en 1927 y 1929, respectivamente.
También existían algunas sedes de partidos políticos, como el de la Unión Monárquica, situada en la actual Vía Júlia, y parece que a lo largo de la época republicana se establecieron otros. Cabe decir que, en las elecciones generales de febrero de 1936, en Nou Barris ganó con holgura el Frente Popular.
El modelo urbano del régimen franquista
El fin de la Guerra Civil con la victoria de las tropas franquistas sobre el régimen democrático de la Segunda República dio paso a una dictadura militar basada en la represión de la población y en la ausencia de las libertades políticas, sindicales y nacionales.
Las duras condiciones económicas derivadas de la inmediata posguerra, unidas a la necesidad imperiosa de vivienda y al férreo control político ejercido sobre la población, dieron lugar al chabolismo y a la autoconstrucción, una forma de crecimiento urbano hasta entonces desconocida en Nou Barris que descartaba cualquier demanda sobre los servicios y las condiciones de vida.
En este contexto y entre los años 1941 y 1945, en Torre Baró y Vallbona, el que fue un proyecto ambicioso de ciudad jardín se transformó en una parcelación exhaustiva del territorio, donde se levantaron unas viviendas muy precarias, carentes muchas veces de servicios tan elementales como el agua, la luz o el alcantarillado.
La autoconstrucción se extendió en los años cincuenta en las Roquetes, donde el verano de 1964 los vecinos tomaron la decisión de dotar al barrio de los inexistentes servicios de agua y alcantarillado, y ellos mismos los construían los domingos. Esta iniciativa fue conocida más adelante como “Urbanizando en domingo”.
El inicio de la industrialización española, producida en los años cincuenta como consecuencia de la abertura de la economía a los mercados exteriores, provocó un proceso imparable de emigración desde todas las regiones de España hacia las grandes ciudades industriales, entre otras, Barcelona, lo que supuso un agravamiento de las condiciones, ya difíciles, de la vivienda de la población.
Esta presión demográfica obligó a determinados organismos oficiales del régimen franquista, como el Gobierno Civil, el Patronato Municipal de la Vivienda o el mismo Sindicato Vertical mediante su Obra Sindical del Hogar, a intervenir en la promoción de viviendas en la ciudad.
Por esta razón, entre los años 1952 y 1955 se levantaron en Nou Barris las llamadas viviendas del gobernador en el barrio de Verdum, el polígono de Torre Llobeta y los polígonos de la Obra Sindical del Hogar en Verdum y en la Trinitat Nova.
En Nou Barris, el transporte público era prácticamente inexistente en aquella época. Solo había, a partir de 1949, un apeadero del tren en Torre Baró, y había que dirigirse a Horta o a Sant Andreu para tomar los tranvías y los autobuses que conectaban con el resto de la ciudad.
Esta carencia obligaba a hacer desplazamientos largos y penosos, tanto para ir al trabajo como para utilizar los servicios públicos, siempre escasos. Es comprensible, pues, que los vecinos de Verdum, las Roquetes y la Prosperitat organizaran una gran celebración cuando, en 1953, llegaron a la Vía Júlia los autobuses de la compañía TAC.
En un contexto de rápido crecimiento económico y fuerte inmigración que generaban un déficit permanente de viviendas en la ciudad, la aprobación, en 1953, del Plan comarcal de Barcelona resultó decisiva para el crecimiento de Barcelona y de Nou Barris en las dos décadas siguientes.
El Plan comarcal, que diseñó las grandes vías de circulación de la ciudad, incorporaba también un instrumento urbanístico de primer orden —el Plan parcial— que en cada territorio concreto decidía los usos del suelo, las alineaciones de las calles y de las plazas, el emplazamiento de los espacios libres, de los servicios públicos y de los edificios, así como el volumen, la destinación y las condiciones sanitarias y estéticas de las construcciones.
Por descontado, este poderoso instrumento se utilizó ampliamente en Nou Barris, donde los planes parciales afectaron a doce de los catorce barrios que lo componen, con la única excepción de Vilapicina y una pequeña parte de Porta. También cabe mencionar que en Nou Barris se desarrolló la quinta parte de los planes parciales que se ejecutaron en el conjunto de la ciudad.
En un primer momento estos planes parciales fueron promovidos por los propietarios de los terrenos que todavía quedaban por urbanizar en Nou Barris y, en muchos casos, sirvieron para legalizar los desaguisados urbanísticos de la década anterior.
Pero fue en los años sesenta cuando, en el marco del desarrollismo y de la llegada de miles de inmigrantes a Barcelona, los planes parciales se transformaron en verdaderos instrumentos para la especulación, ya que permanecían en manos de grandes compañías inmobiliarias que en Nou Barris hacían negocios multimillonarios.
Bajo este enfoque se construyeron los polígonos de viviendas de la Guineueta, Porta, el Turó de la Peira, Ciutat Meridiana, de Barcinova y Calinova en la Guineueta, el último de los cuales significó el derribo de una gran parte del edificio del Hospital Mental. El último polígono, de promoción municipal y que se inauguró ya en época predemocrática, fue el de Canyelles, en 1974.
La consecuencia lógica de este urbanismo especulativo del franquismo era el déficit de equipamientos y de servicios públicos, que se hacía patente en toda la ciudad, pero con más intensidad en los barrios periféricos y de nueva construcción. Ni que decir tiene que en 1967, fecha no tan lejana, incluso se habilitaron unos viejos tranvías como escuelas en Nou Barris.
En los años sesenta y setenta, la falta de escuelas, de ambulatorios, de zonas deportivas y de esparcimiento, así como un largo etcétera, era proverbial en Nou Barris, puesto que la prioridad de la Administración municipal franquista no era, en absoluto, aumentar el bienestar de la población.
La toma de conciencia de los ciudadanos ante estas carencias hizo nacer, en 1970, la Asociación de Vecinos de Nou Barris, una entidad pionera en la lucha contra los planes parciales y por la mejora de las condiciones de vida y la consecución de las libertades democráticas.
En los primeros años de la década de los setenta, en cada barrio surgieron asociaciones de vecinos que acogieron a luchadores de todo tipo: vecinos concienciados, cristianos comprometidos, luchadores antifranquistas y miembros de los partidos políticos, entonces ilegales. Todos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, organizaron asambleas, manifestaciones y todo tipo de actividades que evidenciaban las insuficiencias que había que mejorar y las libertades que se tenían que alcanzar.
Así, se emprendieron huelgas de alquileres para mejorar los polígonos de la OSH, olimpiadas populares para pedir equipamientos deportivos y para la juventud, cacerías de ratas para mejorar la limpieza, acciones para paralizar una planta asfáltica y convertirla en ateneo, encierros para conseguir institutos, secuestros de autobuses para subirlos a los barrios, manifestaciones para conseguir semáforos, y un largo etcétera que fue la expresión de la capacidad de lucha y de ingenio de los ciudadanos de Nou Barris.
El modelo de ciudad de la época democrática
La consecución de la democracia en 1977 y las primeras elecciones municipales de 1979 significaron un gran cambio para los ciudadanos y el paisaje de Nou Barris, ya que gran parte de las reivindicaciones de los vecinos las consiguieron los nuevos ayuntamientos e instituciones democráticas, a la vez que se crearon nuevos mecanismos de intervención y participación social.
Desde esta perspectiva, el nuevo urbanismo desarrollado por el Ayuntamiento democrático en los años ochenta se ha planteado como un urbanismo de sutura, es decir, un urbanismo capaz de coser lo que había estado separado y capaz de intervenir en la regeneración y la dignificación de los espacios marginalizados por la especulación franquista.
Este urbanismo, que no se entiende sin la participación ciudadana y que también ha mostrado auténticos puntos débiles, como hacer viables los planes especiales de reforma interior (PERI), ha dado muy buenas muestras de su saber hacer en Nou Barris. Son ejemplos las plazas de Sóller, de Àngel Pestaña o de Llucmajor, la Vía Júlia y la avenida de Rio de Janeiro, espacios donde también se ha actuado desde el punto de vista de la monumentalización de la periferia, creando una auténtica galería de arte en la calle de muy buena escultura internacional.
Dicho esto, las intervenciones urbanas que mejor pueden definir la nueva forma de hacer ciudad en Nou Barris son las que han conseguido vincular la consecución de un nuevo equipamiento social, cultural o deportivo con la mejora de la calidad urbana de su entorno.
Estos equipamientos, esta mejora de la calidad de vida, el espíritu emprendedor de los ciudadanos y la rica red asociativa de Nou Barris representan el punto de partida a partir del cual hay que avanzar en el fortalecimiento de las relaciones entre las personas, en la participación de todos en los asuntos de la comunidad y en la profundización en los valores democráticos, que son los que nos hacen auténticamente libres.
Fragmento de la publicación Nou Barris
García Soler, C. Centro de Estudios y Documentación de Nou Barris. Nou Barris Barcelona: Imprenta Municipal, 1998. (Archivo Municipal. Itinerarios). ISBN: 84-7609-868-5.