Hasta el siglo XIX, el barrio de Porta era básicamente rural y estaba bastante despoblado. Formaba parte del antiguo asentamiento de Santa Eulàlia de Vilapicina, que, no obstante, pertenecía al municipio de Sant Andreu de Palomar, anexionado a la ciudad de Barcelona en 1897. La principal vía de comunicación de estos terrenos era el antiguo camino de Sant Andreu a Horta, que ya existía en el siglo XIII, en cuyos entornos iban surgiendo masías como Can Piquer, Can Verdaguer y Can Valent, todas anteriores al siglo XVII, o Can Borràs, Can Dumanjó, Ca L’Estudiant y Can Porta. Esta última cedió los terrenos para la construcción de las primeras casas modestas y le dio su nombre al barrio.

El paisaje de los terrenos, excepto la parte norte forestal, era de campos de cultivo de hortalizas, cereales y viñas, ya que estaba atravesado por arroyos, torrentes y ramblas que bajaban de Collserola (torrente de Piquer, Font de Canyelles, Riera de Sant Andreu), y, asimismo, servían para abastecer a los habitantes y a los animales de granja que se criaban intensivamente.

A medida que Sant Andreu de Palomar iba creciendo durante el siglo XIX, se instalaron, en el pequeño núcleo de Can Porta, casas humildes de planta baja con huertos, algunos talleres y pequeñas industrias, pero la transformación más relevante fue la construcción, por parte del Ayuntamiento, de un nuevo cementerio, construido en los terrenos de Can Sales. Otras actuaciones que cambiaron la fisonomía del futuro barrio fueron, en 1862, la apertura de la línea de ferrocarril, separación natural de Porta con Sant Andreu de Palomar; la apertura de la rambla de Santa Eulàlia en 1877 (rebautizada como paseo de Fabra i Puig en 1918); la construcción, en 1885, de la nueva parroquia de Santa Eulàlia de Vilapicina en unos terrenos de Can Solà; la inauguración, en 1889, del actual paseo de Valldaura; la apertura de la carretera del Manicomi (calle del Doctor Pi i Molist) en 1914; y, en 1919, la inauguración del paseo de Verdun, frontera con el barrio de la Guineueta.

A mediados del siglo XX, se levantaron numerosos bloques de viviendas para instalar a los inmigrantes que llegaban a Barcelona. Entre los años 1957 y 1966, se llevó a cabo la construcción masiva de gran parte de los edificios que hoy componen el sector sur de Porta, excepto el espacio ocupado actualmente por la plaza de Sóller, declarada espacio de uso público. Para compensar la pérdida de estos terrenos, los promotores inmobiliarios edificaron las viviendas con una altura superior a la permitida oficialmente, y la zona no se pudo urbanizar hasta una década después.

Con la urbanización de la plaza de Sóller y la recuperación pública de los antiguos terrenos ferroviarios, hoy convertidos en el parque de Can Dragó, se inició la renovación del barrio, donde se han remodelado las grandes avenidas, se han construido nuevos equipamientos y nuevas sedes de entidades y se han restaurado las masías que todavía se mantenían en pie.