El ayuno en las tradiciones religiosas

Actualmente se habla mucho del ayuno intermitente y de sus beneficios, principalmente estéticos: la pérdida de peso. Sin embargo, este tipo de ayuno, practicado correctamente y de manera continuada, también comporta una regularización del metabolismo del cuerpo y la consiguiente mejora de la salud. La medicina lo confirma: pasadas doce horas sin ningún tipo de ingesta, el cuerpo empieza a entrar en estado de cetosis, es decir, empieza a alimentarse de los lípidos o grasas residuales que no se han quemado.

El contexto religioso va más allá y define la práctica del ayuno como la abstinencia voluntaria de determinadas funciones corporales durante un periodo de tiempo concreto con el objetivo de obtener un bienestar no solo físico sino también espiritual. Aunque la abstinencia más conocida es la de la ingesta, muchas tradiciones incluyen además la abstinencia en las relaciones sexuales o, incluso, hablan de un ayuno de silencio (por ejemplo: xin zhai en el taoismo, el shtikah en el judaísmo o el samt en el islam). Abstinencia y contención comparten los sentidos de separación y discriminación.

Si no hay abstinencia de funciones corporales, no tendría que hablarse propiamente de ayuno sino más bien de régimen o dieta. Sin embargo, en el caso del taoísmo esta diferenciación no es tan evidente, como acostumbra a suceder con la polisemia propia de la lengua china. Esta tradición recomienda un régimen denominado bigu, que suele entenderse generalmente como la “prohibición de comer cereales”, pero hay quien también lo entiende como un tipo particular de continencia. Se menciona dentro del contexto de la alquimia interior (neidan shu) y se compara con una cocción que ayuda a desintoxicar y a regenerar el cuerpo, además de aportar virtudes inmunológicas. En el cristianismo y el islam también se enfatiza este valor protector del ayuno. En algunas formas arcaicas y populares del taoísmo, también se encontraban una serie de festividades expiatorias y catárticas anuales con elaborados ceremoniales en los que los talismanes jugaban un papel determinante. Estas fiestas eran precedidas por ayunos específicos (chai) estrechamente vinculados al talismán utilizado. El calendario taoísta también recomendaba ayunar varios días durante el año, en función de las fases lunares y del ciclo solar (solsticios y equinoccios), siempre en honor a una divinidad concreta.

El hinduismo menciona el ayuno (ekadashi) en prácticamente todos sus libros sagrados y lo recomienda como uno de los mejores métodos ascéticos (tapas) para purificar el cuerpo y concentrar la mente. También es conocido que Mahatma Gandhi lo usó incluso como arma política. El ayurveda es la ciencia médica que estudia la práctica del ayuno, especialmente indicado en dolencias o constituciones flemáticas (kafa) y por su capacidad de generar “el fuego interior” (agni). El ayurveda también enseña que el metabolismo del cuerpo no es el mismo durante todas las horas del día; eso explicaría, entre otras cosas, la funcionalidad de ciertos ayunos intermitentes que aconsejan no comer a partir de la tarde. Prácticamente cada corriente dentro del hinduismo cuenta con su propio calendario de ayunos, pero, en general, los momentos más propicios para ayunar se relacionan con el ciclo lunar, especialmente después de la luna nueva y la luna llena, pero sin fijar fechas concretas como obligatorias; solo en las religiones denominadas abrahámicas el ayuno adquiere un estatuto regular o litúrgico.

Tras haber sufrido las graves consecuencias de excesivos ayunos, Buda criticó duramente esta práctica desproporcionadamente prolongada entre hindúes y jainistas. De hecho, ninguna religión prescribe ayunos rigurosos y la denominada inedia (abstención perpetua de ingesta) solo se encuentra en casos muy excepcionales. Defendiendo el camino de la moderación, el budismo prescribe una abstinencia horaria que varía según la escuela. Normalmente suele recomendarse no comer después del mediodía o hacer una sola comida al día. Se acostumbra a recomendar una dieta vegetariana y ligera para no entorpecer la mente y la meditación. En ciertas escuelas del budismo Vajrayana se suelen prescribir ayunos por la luna llena de Vesak (celebración del nacimiento de Buda) o como práctica terapéutica, como el ayuno inspirado por Chenrezig (forma tibetana de Avalokiteśvara). Es muy reconocida la relación de la medicina tibetana con la ciencia ayurvédica.

Dentro del judaísmo, la Torá solo menciona ayunar un día: el Yom Kipur. Se traduce como el día de la Expiación o del Arrepentimiento y cae en el décimo día del mes lunar de tishréi, después del fin de año judío (Rosh Hashaná). Por otro lado, la tradición judía propone seis días de ayuno conmemorativo a lo largo del año (guedalia, asara betevet, shiva asar betamuz, tisha b’av, purim y bekhorim; los cuatro primeros se ponen en relación con el Templo) y numerosos ayunos opcionales para las personas más piadosas (shovavim, behav, zayin adar, etcétera). Puesto que la mayoría de ayunos tienen que ver con acontecimientos fatídicos, también se suele ayunar ante cualquier desgracia: sequía, defunciones, accidentes, etcétera. Dada su importancia, toda una sección del Talmud está dedicada a hablar y a discrepar sobre los ayunos (taanit o tzom).

En todos los ayunos del judaísmo se ayuna durante el día, excepto en el Yom Kipur y el Tisha b’Av, cuya duración puede llegar hasta 25 horas. También es bastante significativa la restricción alimentaria de comer pan con levadura durante el Pésaj. La exégesis cristiana ve en la levadura una imagen de impureza o pecado, motivo por el cual se produce la fermentación; por eso, las hostias consagradas de la eucaristía están elaboradas con pan ácimo.

Por lo poco que conocemos del orfismo y del pitagorismo, ambos reconocían el valor del ayuno. Lo mismo sucede con toda la tradición médica occidental desde Hipócrates, en la que siempre se ha considerado el ayuno como un medio de desintoxicación y una terapia depurativa o catártica. La tradición alquimística occidental, en gran medida heredera del pensamiento griego antiguo, toma la abstinencia como una metáfora de sus operaciones purificadoras o regímenes del fuego. Imitando sabiamente a la naturaleza, el alquimista considera impura toda “función natural que no está en acto” y que, por eso, comporta desorden y corrupción. Las excreciones corporales son un ejemplo, por su disfunción excedente y residual. Como decía Zósimo de Panópolis: “haz ayunar a tu cuerpo, refrena tus pasiones; si te controlas a ti mismo, atraerás al ser divino”. El proceso de transmutación no es el objetivo sino una vía preparatoria o condición previa que lleva a la transformación final que es la “Gran Obra”.

Tanto Moisés como Jesús pasaron cuarenta días ayunando en el desierto. En este espacio tan significativo de austeridad extrema, el Demonio se aparece a Jesús para tentarlo y es cuando este le contesta lo que podría ser la mejor definición del objetivo del ayuno en el contexto cristiano: “no solo de pan vive el ser humano, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. La Palabra de Dios es el pan que alimenta el espíritu, y se identifica con el propio Cristo: “pan vivo bajado del cielo”. Lo mismo sucede con la metáfora de las aguas, como enseña Jesús a la samaritana: “quién beba de mi agua nunca más volverá a tener sed”.

Si bien el ayuno ejerce un papel fundamental en toda la tradición monástica y santoral cristiana, las distintas iglesias no encomiendan ayunar al conjunto de sus fieles sino que más bien les recomiendan ciertas restricciones en la comida y la bebida. Se les llama ayunos porque la intención es la misma que en el ayuno: favorecer el arrepentimiento o la penitencia que conllevará el perdón de los pecados. La Cuaresma son los cuarenta días preparativos antes de Pascua y constituye el ayuno más importante dentro del cristianismo, aunque no el único. En este periodo, y sobre todo en días concretos como el Miércoles de Ceniza, el Viernes Santo o todos los viernes, se recomienda practicar la austeridad en las comidas y la abstención principal de carne. El cómputo siempre es lunar: la Pascua de Resurrección, dentro de la Semana Santa, se celebrará el primer domingo después de la luna llena que sigue al equinoccio de primavera. También se recomiendan abstinencias en las vísperas de Navidad y otras festividades relacionadas con la Virgen (Purificación, Anunciación, Asunción) o los apóstoles (Pentecostés, Pedro, Pablo). Ciertas iglesias ortodoxas también practican ayunos semanales (por ejemplo, todos los viernes en conmemoración de la crucifixión) y llegan a ampliar la abstención a las relaciones sexuales y al consumo de pescado, huevos, aceite, leche o vino.

Toda la mística cristiana ha dado siempre mucha importancia al binomio ayuno y plegaria, y lo han seguido haciendo muchas corrientes surgidas de la Reforma, especialmente la Sociedad Religiosa de los Amigos (cuáqueros), la Iglesia Cristiana Adventista del Séptimo Día (adventistas) o la Iglesia de los Santos de los Últimos Días (mormones), en las que es altamente recomendado por sus beneficios físicos y espirituales. Joseph Smith, precursor del movimiento mormón, recomendaba “ayunar y rogar fervorosamente” al menos un domingo de cada mes.

Así como Jesús criticó la ostentación en los ayunos de los judíos de su época, el Gurú Nanak, fundador del sijismo, criticó el vacío de los ayunos de hindúes y musulmanes. En el sijismo no se prescribe ningún tipo de ayuno obligatorio, pero se recomienda la moderación en la comida y, sobre todo, el acto generoso (vand shhako) de ofrecer comida a las personas más necesitadas.

Rechazando el ayuno islámico del mes de ramadán, el Báb, precursor de la Fe Bahá’í, prescribió ayunar durante el último mes del calendario bahá’í. La posterior venida de Bahá'u'lláh corroboró esta prescripción y, además, añadió una serie de oraciones (alwâh-e siyâm) que tenían que leerse durante el periodo de ayuno. El año bahá’í termina, pues, con un ayuno y empieza con la fiesta de Naw-Rúz: año nuevo.

El ayuno durante todo el mes del ramadán es uno de los cinco pilares obligatorios del islam. Desde la salida del sol hasta que se pone, las personas musulmanas tienen prohibido comer, beber o mantener relaciones sexuales. Paralelamente, la tradición profética también recomienda otros ayunos: los lunes y jueves de cada semana, los tres días de luna llena de cada mes y tres días (nueve, diez y once) del mes de muharram (ampliación del Yom Kipur judío). Se abstienen de realizarlos los viajeros, los enfermos y las mujeres en periodo de menstruación, que tendrán que recuperar posteriormente los días no ayunados y, si siguen sin poder ayunar, podrán pagar las comidas correspondientes a una persona necesitada. Según el sufismo, la práctica correcta del ayuno conduce al desprendimiento o desvelamiento de las ilusiones de la condición humana y al retorno al estado de recogimiento y pobreza original. El ramadán es también el mes del Corán, ya que fue en este mes cuando se inició la revelación. Por eso, las personas musulmanas ayunan de día y completan la lectura de todo el libro sagrado durante las oraciones nocturnas (tarâwîh). Como en otras tradiciones, el ayuno del ramadán también culmina con una gran fiesta: el Aíd al Fitr.