El diálogo interreligioso e interconviccional

El ser humano comparte un acceso diferente a la realidad de lo que es propio de otros vivientes determinados genéticamente de una manera absoluta. La indeterminación parcial del ser humano hace que se tenga que terminar de determinar él mismo. Para ello, dispone del lenguaje. Este le permite tomar distancia y no limitarse a una realidad que responde a la necesidad. El humano puede acceder a la realidad de manera no condicionada, gratuita, absoluta y directa. Este acceso, hecho posible gracias a la constitución lingüística del ser humano, es el que se ha expresado a través de las cosmovisiones, religiones, ideologías, etcétera. Hoy se habla mucho que el ser humano tiene una dimensión claramente espiritual, aunque este término (espiritual) tenga muchos significados, entre ellos el de una dimensión material del ser humano. Algunos pensadores ateos, como Sam Harris o André Comte Sponville, hablan de espiritualidad atea (espiritualidad material o materia espiritual).

La frontera entre religión y espiritualidad es confusa. Para empezar, no hay consenso en la academia sobre la definición de religión, mucho menos sobre la de espiritualidad. Parece evidente, sin embargo, que el ser humano ha querido cultivar, a lo largo de la historia, su calidad humana y lo ha hecho de múltiples maneras (religiones, espiritualidades, ideologías, artes, etcétera). Esta inmensa riqueza y diversidad era vista con desconfianza en el pasado, especialmente en sistemas de vida jerárquicos y autoritarios que basaban su cohesión y seguridad en la uniformidad y sumisión. El mundo ha cambiado y ahora estamos en un océano de libertad, diversidad y riqueza humana que está lleno de posibilidades y que es un patrimonio común de la humanidad (UNESCO).

Los orígenes históricos del diálogo interreligioso se remontan a los orígenes de la historia humana, de esta trayectoria dramática y apasionante de interrelación y de interdependencia para lograr la supervivencia personal y colectiva. Los contactos se han vivido de maneras diversas. De hecho, la relación se ha expresado, como decía Raimon Panikkar, en etapas que responden a situaciones determinadas: una cierta predominancia del aislamiento e ignorancia donde cada cultura se nutre con lo que tiene y la alteridad no plantea problemas; la indiferencia y desprecio (lo propio es mejor y más adecuado que lo ajeno, que genera miedo, sospecha y autodefensa); la condena y conquista (el otro es visto como una amenaza a la supervivencia); la coexistencia y comunicación (la etapa de la tolerancia mutua y la comunicación pacífica y sincera donde la alteridad comienza a interesar y se percibe como una riqueza); la convergencia y el diálogo, que conlleva la fecundación mutua, la complementariedad (desaparecen las incompatibilidades), el otro se convierte en parte de nosotros mismos.

El diálogo interreligioso moderno comenzó históricamente en el I Parlamento de las Religiones del Mundo celebrado en Chicago en 1893. En este encuentro interreligioso, organizado bajo el paraguas de una exposición internacional interesada en el comercio internacional, se generó la semilla de un movimiento que llega hasta hoy. Todos recordamos la cuarta edición del Parlamento de las Religiones del Mundo celebrada en Barcelona en el Foro de las Culturas Barcelona 2004. Fue, sin lugar a dudas, el acto más popular y diverso del Foro. Debemos reconocer que, en general, el movimiento interreligioso ha sido dinamizado en sus orígenes modernos, especialmente por la mayoría cristiana o, para ser más precisos, los cristianos progresistas de las diversas iglesias cristianas. Las otras tradiciones se han ido añadiendo. Cada una ha justificado y fundamentado esta actitud positiva y abierta hacia la diversidad desde sus propios recursos espirituales y de sabiduría, desde las propias narrativas sobre la diversidad religiosa. En los inicios la reticencia y resistencia de los sectores más duros e intolerantes de las diversas tradiciones era fuerte y supuso fuertes dolores de cabeza, pero hay que decir que los avances científico-técnicos, las comunicaciones, la globalización económica y la paz han ayudado, de manera definitiva, a que los mensajes fundamentales de las diversas tradiciones reciban una lectura o interpretación humanista que permite ser optimistas sobre el futuro del diálogo interreligioso, que parece ya no un invitado puntual, sino un residente consolidado y estable en el hogar de la familia humana.

El movimiento del diálogo interreligioso se expresa en diferentes ámbitos, modos, formas y contextos. Sería muy extenso describir la gran variedad. Sólo apuntar que se da en el ámbito local, nacional, estatal, regional y mundial. Hay que subrayar que puede ser multirreligioso, bilateral, abrahámico, etcétera. Además, estos últimos años, influenciado por la UNESCO y por el Consejo de Europa, también puede ser -y, de hecho, se recomienda que sea, en la medida de lo posible- un diálogo interconviccional; es decir, un diálogo entre religiones que incluya, también, las convicciones no religiosas (agnosticismo, ateísmo, escepticismo, etcétera). La razón es que no se quiere ni es recomendable- que el diálogo interreligioso se convierta en un lobby de los religiosos en contra de los no religiosos. Sería una perversión del espíritu del diálogo interreligioso, que desgraciadamente se ha producido en algunos casos y que hay que velar para que no se reproduzca. Ningún cambio de paradigma puede escaparse de las malformaciones ocasionales.

Los beneficios del diálogo entre religiones y convicciones son muchos y todavía están en una fase muy inicial. El primero de estos beneficios es el aumento del conocimiento mutuo. Es cierto que, por sí mismo, el conocimiento del otro no es necesariamente garantía. En algunos casos no sólo no sirve para acercar sino que puede incluso alejar y hacerlo de manera definitiva. La verdad es, sin embargo, que en una sociedad donde la comunicación y el conocimiento se han liberalizado es inviable ningún escenario que quiera perpetuar el aislamiento como si se tratara de poblaciones indígenas incontactades. El conocimiento que facilita el diálogo interreligioso es un conocimiento positivo, cálido, cercano, empático. Es un conocimiento que desemboca en respeto, afecto y, después de un cierto tiempo, muy probablemente, en colaboración. Pero hay que poner las herramientas necesarias para que esto sea así. No es algo descendido del cielo. Es una tarea sinérgica en la que intervienen muchos actores: comunidades, administraciones, sociedad civil, etcétera.

Otro beneficio o resultado importante del diálogo interreligioso e interconviccional es el nuevo escenario de colaboración que dibuja. Las comunidades religiosas, por diferentes razones ya muy trilladas, habían quedado un poco arrinconadas de la realidad social de nuestro país. El diálogo hace visible un escenario de cooperación y diálogo que hace mucho más fácil y viable poder sumar e integrar las energías de las diversas tradiciones religiosas de un territorio en proyectos sociales ya iniciados o por codiseñar y desarrollar. Las tradiciones religiosas tienen recursos humanos, económicos, éticos y espirituales para motivar y comprometer sus miembros en iniciativas y causas comunes relativas a una mayor solidaridad y justicia social, a una mejor convivencia y cohesión social. Quienes trabajamos en diálogo interreligioso encontramos sorprendente que durante tanto tiempo se haya podido/querido mantener al margen todas estas energías. Somos conscientes de las explicaciones históricas y sociológicas, pero, pese a ello, quedamos estupefactos por el derroche de esfuerzos y por el desperdicio de recursos. El diálogo interreligioso y la cogestión positiva de la diversidad religiosa abren nuevos horizontes que dibujarán un nuevo panorama de diálogo y de construcción social colectiva.

El diálogo interreligioso y interconviccional favorece la educación en la diversidad y el diálogo. Ahora que tanto se vuelve a hablar de la cultura religiosa generalizada en la escuela catalana, hay que decir que esta cultura no se puede limitar a presentar la diversidad, sino que debe presentar y ofrecer herramientas para cultivar la cultura del diálogo y de la tolerancia y el respeto entre creencias y convicciones. Cataluña ya goza de bastantes recursos educativos en este ámbito. La Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso es líder en el sur de Europa en la elaboración y aplicación de estos recursos y en la educación interreligiosa y interconviccional (Diccionario de las religiones, Diccionario de las religiones para chicos y chicas de 10 a 14 años, Ven a la fiesta, Haz fiesta, calendario interreligioso, revista Dialogal, pósters de lugares de culto -conjuntamente con la Escuela Pia-, etcétera). Es necesario, sin embargo, que las escuelas aprendan a dialogar desde la misma escuela. Los grupos de diálogo interreligioso locales son, en este sentido, una ayuda para que las escuelas de los barrios y las ciudades puedan conocer el diálogo interreligioso de proximidad y, al mismo tiempo, para que puedan inspirarse para hacer pequeñas experiencias de diálogo dentro del centro entre alumnos de diversas tradiciones religiosas y conviccionals.

El diálogo interreligioso e interconviccional ha permitido que las narrativas internas de las diversas tradiciones religiosas y convicciones hayan potenciado y desarrollado sus propios discursos abiertos a la tolerancia, favoreciendo las interpretaciones que hacen posible la tolerancia y la aceptación del otro y desautorizando los discursos y las actitudes de rechazo de la alteridad. Se trata de un proceso intracomunitario vivo y activo, dinámico y que se ve obligado a superar pretendidas justificaciones de autenticidad y de legitimidad de tendencias identitarias de restauración o de exclusividad. Es necesario que las diversas tradiciones religiosas y las convicciones no religiosas, sin ingerirse en los asuntos internos de cada tradición, puedan apoyar a los discursos humanistas que favorecen la tolerancia y el diálogo dentro de cada tradición religiosa y conviccional. Como decía Raimon Panikkar, las religiones (y convicciones, podemos añadir) son demasiado importantes para dejarlas sólo en manos de los religiosos.

La UNESCO considera la religión como una expresión de la cultura y la diversidad religiosa y el diálogo interreligioso como parte de la diversidad cultural y del diálogo intercultural, respectivamente. En efecto, las Naciones Unidas consideran las religiones como parte irrenunciable del patrimonio cultural común de la humanidad. Una humanidad que quiere sobrevivir y vivir cada vez con más dignidad y plenitud, a pesar de las dificultades, no puede permitirse el lujo de prescindir de sus sabidurías tradicionales.

El diálogo interreligioso goza de buena salud a escala internacional. Hay un gran número de organizaciones interreligiosas fuerza dinámicas. Aparte del Consejo del Parlamento de las Religiones del Mundo, que ya he mencionado indirectamente cuando hemos hablado del Parlamento de las Religiones del Mundo, destacamos la Iniciativa de las Religiones Unidas, con más de 850 organizaciones interreligiosas todo el mundo; y Religiones por la Paz.

En Cataluña existe el Grupo de Trabajo Estable de las Religiones, formado sobre todo por representantes oficiales de las tradiciones religiosas, la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso e interconviccional - AUDIR, una de las organizaciones más dinámicas en su ámbito del sur de Europa, la Red Catalana de Entidades de Diálogo Interreligioso, coordinada por AUDIR y que agrupa más de veinte entidades de todo el territorio de cultura catalana, cinco grupos de diálogo interreligioso de barrios de la ciudad de Barcelona que se han creado como resultado de un programa municipal para promover el diálogo entre creencias y convicciones en la ciudad, y otros grupos de diálogo interreligioso locales de diversas poblaciones catalanas y que no figuran en la red mencionada (Berga, Olot, Vilanova y la Geltrú, etcétera). Cataluña es, sin lugar a dudas, la zona de España y del sur de Europa más dinámica y creativa en diálogo interreligioso.

Queda, sin embargo, mucho trabajo por hacer. Los recursos son escasos y la mayor parte del trabajo se hace, a pesar de la clarividencia y el compromiso de algunos políticos y técnicos de las diversas administraciones, desde una precariedad estructural que cuesta superar a pesar de las buenas intenciones de todos. La verdad es que el diálogo interreligioso e interconviccional goza de una buena imagen, pero poco más. No figura entre las principales prioridades, que son, en la situación de crisis estructural en que vivimos, fundamentalmente las necesidades básicas (techo, salud, educación, etcétera). Son necesarios más recursos para conseguir que el diálogo interreligioso no sea sólo una pequeña masa crítica, sino que pueda penetrar, arraigar y crecer en el interior de las diversas tradiciones y convicciones. No obstante, el diálogo interreligioso tiene un potencial inmenso por descubrir y puede convertirse en un aliado decisivo e imprescindible para resolver socialmente estas necesidades, tanto si los estados liberales, como parece, no pueden solucionarlas, como si las alternativas políticas y económicas al sistema prosperan.

Hay que tener en cuenta que el diálogo interreligioso e interconviccional es una tarea de todos. No se puede reducir a las autoridades religiosas ni a los fieles de las comunidades. Cualquier ser humano que tenga creencias o convicciones está llamado a participar y es bienvenido en la mesa del diálogo. El diálogo no excluye nunca y si, llegado el caso, lo hace, es de forma transitoria preparando pedagógicamente formas de inclusión. Por este motivo, la tarea del diálogo entre creencias y convicciones es una tarea sinérgica y corresponsable, en el que todo el mundo tiene un papel importante. Cuanto más maduro y lleno es el diálogo más inclusivo se vuelve.

Dialogar es inevitable e ineludible en una sociedad plural y diversa como la nuestra y como muchas sociedades del planeta. Se hará con la palabra, con la acción, con la creación artística, pero también con el silencio. A menudo se dice que de las tradiciones religiosas quienes antes y más profundamente se entienden son los espirituales y los místicos. El diálogo interreligioso catalán llora, este año, la muerte de dos personas que fueron un ejemplo de diálogo silencioso y a la vez inmensamente activo. Se trata del pastor menonita José Luis Suárez y del swami hindú Bhakti Das. Quiero confesar que me siento personalmente agradecido por su testimonio espiritual personal, pero también que somos muchos los que rendimos homenaje a su compromiso desinteresado en favor de la cultura del diálogo. Ambos supieron acoger la diversidad y la alteridad sin límites y contribuir a edificar un discurso de reconciliación, perdón y amor dentro de las respectivas tradiciones, discurso que quisieron compartir con otras tradiciones a través de su frecuente participación en grupos de diálogo y en iniciativas interreligiosas. Su ejemplo es un hermoso y luminoso farol en la ruta del diálogo interreligioso catalán.

 

Francesc Torradeflot

Director de la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso e Intercoviccional