Imagen y religión. Un debate abierto

La concepción occidental de la religión se ha construido principalmente a partir de las denominadas religiones del libro (judaísmo, cristianismo e islam). Estas religiones tienen en común, entre otros aspectos, el hecho de basarse en un texto sagrado que presumiblemente transcribe por escrito la palabra divina, en algunos casos revelada a través de la figura del profeta.

La importancia concedida en Occidente al libro sagrado y a la palabra escrita, y los incontables debates hermenéuticos en torno a los límites en la interpretación de las santas escrituras, nos han hecho desdeñar, sin embargo, el papel decisivo que juegan las imágenes y la visualidad en cualquier forma de experiencia religiosa —también en el interior de las religiones del libro—.

Cada religión delimita lo que en antropología denominamos un determinado régimen de visualidad. El concepto de régimen de visualidad hace referencia a los parámetros culturales y sociales que determinan qué puede ser visto y representado, y de qué modo. También establecen las implicaciones de estos actos de visión.

Así, encontramos ciertas religiones que aceptan (e incluso alientan) la representación iconográfica de lo sagrado. Otras la prohíben o le ponen condiciones. Las primeras suelen recibir el nombre de religiones iconofílicas (o idólatras, aunque este término se utiliza con frecuencia en sentido despectivo), mientras que las segundas se llaman religiones iconoclastas. Cabe precisar, no obstante, que la frontera entre unas y otras a menudo es borrosa. Volvamos al ejemplo de las religiones del libro: ciertas ramas del cristianismo prohíben la representación de Dios o del espíritu santo, pero en cambio demuestran una gran creatividad visual en relación con la representación de santos o mártires. Según algunos estudiosos, el islam no prohíbe la representación del profeta, sino tan solo la “adulación” de su imagen. Por otra parte, encontramos representaciones de lo sagrado en prácticas religiosas muy diversas, desde las religiones australianas hasta las culturas amazónicas, pasando por el mal denominado arte africano. Algunas de estas representaciones siguen patrones estéticos figurativos; otras son, al menos a nuestros ojos, de carácter abstracto.

Lo que resulta más interesante a la hora de explorar las intersecciones entre antropología visual y antropología religiosa no es solo determinar cómo se representa la divinidad (en caso de que lo haga), sino cuál es la relación que mantiene la representación de la divinidad con la entidad que la imagen presumiblemente representa. Y aquí nos topamos con la paradoja principal de la imagen religiosa: las imágenes religiosas son religiosas no solo porque representan lo divino, sino porque de un modo u otro participan o se identifican con el ser representado (al menos en el contexto del ritual). Si el acto de adoración de las imágenes tiene sentido es porque existe una relación de continuidad o de inmediatez entre la imagen y lo que representa. Eso permite entender que las imágenes religiosas estén dotadas de una fuerte subjetividad y que sean a menudo tratadas no como objetos, sino como casi-personas. También, que se hayan hecho tantos esfuerzos por destruirlas.

El acto de “ver” y de ser visto también tiene una gran importancia en el ámbito religioso. Es habitual oír historias sobre visiones o apariciones. Dios es representado con frecuencia como un ojo, y de las brujas y los brujos se suele decir que tienen “doble visión”. El chamán puede ver en el mundo de los sueños y de los antepasados, y a menudo los oráculos son individuos que pueden ver “más allá” (por eso en la antigua Grecia se representaban frecuentemente como personas ciegas). Mirar, en el ámbito religioso, significa estar en contacto con lo divino, alterar de una forma u otra la visión ordinaria.

El ámbito de la visualidad y la imagen dentro de la religión está en plena transformación. Al mantenimiento de prácticas antiguas (como la construcción de altares o el uso de estampas como amuletos contra el mal de ojo) se suman ahora nuevas formas de cultura visual. Muchos creyentes emplean las nuevas tecnologías para relacionarse entre sí y con el más allá. Los rituales son filmados y a menudo compartidos a través de las redes sociales. Han aparecido nuevos rituales en línea. No es descabellado pensar que pronto podremos asistir a rituales religiosos con gafas de realidad aumentada.

Por lo tanto, es más urgente que nunca repensar lo religioso desde los estudios de la imagen y viceversa —repensar la imagen y las relaciones que mantenemos con lo visual a partir de la experiencia religiosa—.

En los apartados siguientes nos adentraremos en estas cuestiones a partir de dos casos concretos: el uso de las imágenes en el hinduismo y en las llamadas religiones afroamericanas.

 

EL CASO DE LA RELIGIÓN HINDÚ

La religión eterna (Sanathana Dharma), llamada así por algunos de sus seguidores, es uno de los nombres con el que se conoce el hinduismo. No obstante, originariamente el hinduismo consistía más bien en un conjunto fragmentado de creencias y prácticas que nacieron a partir del intercambio cultural entre diferentes pueblos del subcontinente indio durante siglos. Fue a partir del siglo XIX —y con la ocupación colonial británica— cuando estas prácticas sagradas se catalogaron bajo el nombre de hinduismo, el cual hacía alusión a las religiones no abrahámicas que se encontraban más allá del río Indo (dejando de lado el budismo y el jainismo). A pesar de su diversidad, todas las tradiciones hindúes reconocen un origen común en los textos sagrados denominados Veda, un término que significa ‘conocimiento’, los cuales fueron revelados por los dioses a la humanidad como enseñanzas.

Desde la perspectiva hindú, el ser humano vive en una ilusión denominada maya que nos impide ver la realidad. Nuestros sentidos son engañados por el mundo material. De hecho, la misma palabra veda proviene de un término indoeuropeo relacionado con el verbo ver, de modo que establece un nexo entre los sentidos y la capacidad de descubrir la verdad absoluta personificada en la figura de Dios. Por esta razón, la visualidad y la mirada en el hinduismo tienen un carácter sagrado y nos permiten entender cuál es el régimen de visualidad hindú que rodea el culto a las imágenes religiosas.

A diferencia de otras religiones, el hinduismo es una religión iconofílica (es decir, la imagen tiene un papel central). La capacidad creativa para interpretar con imágenes los textos sagrados y a Dios es potencialmente inagotable. Es cierto que hay unos modelos iconográficos claros que establecen cómo debe representarse correctamente a los dioses Shiva, Ganesha o una de las múltiples formas de Vishnu. Ahora bien, los límites de estas convenciones son fluidos. Desde la representación a través de esculturas, pasando por la fotografía y el cine, e incluso las imágenes realizadas mediante nuevas tecnologías, la imagen de los dioses hindúes es polifacética, cambiante y ubicua. Así, las imágenes del hinduismo habitan el espacio doméstico, el templo e incluso el espacio de internet. Esto no les resta capacidad paras actuar como un vehículo veraz y fiable para acercarnos a la deidad.

Un concepto clave para entender por qué la representación de las divinidades es tan popular en esta religión es el concepto del darshan. El darshan se traduce literalmente como ‘visión’. Alude a la contemplación de una cosa sacra, ya sea una escultura, un objeto o un lugar considerado sagrado, o una persona venerada. Ahora bien, el acto del darshan se refiere sobre todo a la contemplación de un ídolo, es decir, de una imagen de Dios. Es, en sentido estricto, un intercambio cruzado de miradas entre el devoto y Dios como imagen. Para que este encuentro se produzca, ambos deben tener la intención de mirar al otro. Este componente intencional es clave: así, las esculturas se explican a menudo por una voluntad de Dios de materializarse en una escultura comprensible para la mente humana. En definitiva, el darshan es una bendición transmitida a través de los ojos.

Como hemos dicho, el hinduismo hoy es practicado en todo el mundo. En Barcelona, por ejemplo, tiene lugar el Ratha Yatra, uno de los principales rituales públicos hindúes en honor del señor Jagannath (avatar de Krishna), organizado por Iskcon Barcelona. El ritual “original” se realiza en Orissa, India, y consiste en una procesión de carros en los que se portan tres esculturas: la de Jagannath y las de sus dos hermanos, Balabhadra y Subhadra. Esta procesión tenía originalmente la función de llevar el darshan a las personas que no tenían acceso al templo. De manera similar a las procesiones católicas, el Ratha Yatra busca impresionar a las personas asistentes con una profusa decoración de los carros, la música y todo lo que rodea a las esculturas sagradas. Numerosos asistentes participan de manera voluntaria, en muchas ocasiones amplificando su experiencia a través de los teléfonos móviles para capturar este ritual religioso y compartirlo en streaming en tiempo real con amigos y familiares que habitan en otras partes del mundo. En el contexto de diversidad cultural de Barcelona, este encuentro puede parecer un hecho menor o incluso una rareza, pero para el hindú practicante es un momento de bendición y celebración verdadera del que se dice que basta con ser testigo visual para “imbricar” su destino con Krishna para toda la vida. Este acontecimiento es una muestra de cómo la “religión eterna” ha sido capaz de adaptarse con éxito a la modernidad y a los contextos migratorios dentro y fuera de la India. Hoy podemos afirmar que el hinduismo ha conseguido superar fronteras físicas y tecnológicas, y con eso el régimen de visualidad hindú ha adquirido una trascendencia en la cultura visual contemporánea

 

EL CASO DE LAS RELIGIONES AFROAMERICANAS

El término religiones afroamericanas hace referencia a un conjunto de prácticas sagradas que emergieron en América Latina y en el Caribe como resultado del encuentro (todo sea dicho, traumático) entre diferentes corrientes culturales: los rituales de las poblaciones indígenas autóctonas, las religiones de origen africano aportadas por los esclavos y el catolicismo. A estas influencias se sumaron otras, como el espiritismo, el orientalismo y varias formas de ocultismo. Algunas de estas religiones son la llamada santería cubana, la umbanda, el vudú, el espiritismo dominicano o puertorriqueño o el culto a María Lionza (Venezuela).

Sin duda, una de las características principales de estos cultos es la importancia de las imágenes y de la visión como medio para entrar en contacto con las divinidades. Algunos autores sugieren que la preeminencia de las imágenes se debe, al menos en parte, a las características mismas del proceso evangelizador. El llamado Nuevo Mundo era un territorio donde se mezclaban individuos provenientes de ámbitos culturales muy diversos y, por lo tanto, que hablaban lenguas diferentes. Ante la dificultad de entenderse a partir de las palabras, las imágenes habrían servido para construir una base simbólica común.

Sea como sea, estas religiones se basan en una fuerte creatividad visual (Canals, 2017). Las imágenes de las divinidades son reinventadas una y otra vez. Los altares son expresiones casi artísticas hechas de colores, figuras y ofrendas de todo tipo. Los artistas y artesanos vinculados al culto hacen obras de arte sobre las divinidades. Hay blogs, páginas web e infinidad de cuentas en las redes sociales en que se pueden encontrar imágenes de los espíritus que forman los panteones espirituales.

Esta creatividad visual puede resultar sorprendente a ojos occidentales. Nosotros tendemos a pensar que una imagen divina es más “verdadera” cuanto más se parezca a un modelo “original”. Lo que vemos en estos cultos es que, si bien hay unos patrones representativos genéricos, las imágenes se vuelven “vivas” y “efectivas” desde un punto de vista religioso no cuando copian modelos preestablecidos, sino cuando producen otros nuevos. La creatividad visual es un medio de acceso a las divinidades.

Por otra parte, estos cultos otorgan una gran importancia a la visión. Los creyentes afirman ver las divinidades en ciertos momentos, y los sueños tienen también una función determinante como medio de comunicación con el más allá.

Las religiones afroamericanas son ampliamente practicadas en Cataluña, aunque a menudo de manera muy discreta y casi clandestina. Los altares suelen tener un carácter doméstico y las ceremonias se hacen mayoritariamente en lugares privados. Eso contrasta con la naturaleza pública de muchos de estos rituales en América Latina y el Caribe. Muchos creyentes alternan el trabajo con altares físicos con la organización de rituales en línea. De hecho, ambos mundos (en línea y fuera de línea) se encuentran cada vez más entremezclados.

En resumen, las imágenes y las miradas representan un papel clave en las religiones afroamericanas, hasta el punto de que la creatividad visual y el hecho de ver y de ser visto aparecen como dos factores esenciales en el desarrollo de los rituales, tanto en América como en la experiencia migratoria.

 

CONCLUSIÓN

Las imágenes tienen un papel cada vez más determinante en las prácticas religiosas. El hinduismo y las religiones afroamericanas, dos religiones diferentes que, sin embargo, tienen muchos puntos en común, son un buen ejemplo.

No hay que dejar de lado las imágenes (y en especial la cultura digital) a la hora de estudiar cómo diferentes culturas se relacionan con lo sagrado. Los altares, por ejemplo, son fotografiados y compartidos en las redes sociales. Hay programadores que utilizan la inteligencia artificial para animar las imágenes religiosas o celebrar rituales a distancia. El actual régimen de confianza en la imagen dentro de la esfera religiosa nos demuestra que, en contra de lo que vaticinaban las tesis secularistas, la religión no ha desaparecido de la sociedad moderna.

En resumen, dentro de una ecología visual cada vez más compleja e intensa, hay que fijarse, ahora más que nunca, en cómo lo sagrado se vehicula como imagen —y, al revés, cómo las imágenes pueden adquirir una dimensión trascendente—.

 

 

Nota: Este artículo científico forma parte del proyecto “Visual Trust. Reliability, accountability and forgery in scientific, religious and social images (2021-2026)”. Este proyecto ha recibido financiación del European Research Council (ERC) en el marco del programa Horizon 2020 Research and Innovation Programme (grant agreement No. 101002897).

Queremos agradecer el apoyo de la asociación Iskcon y de todos los practicantes de las religiones afroamericanas en Cataluña que nos han ayudado en esta investigación.

 

 

Dr. Roger Canals (Phd)

Profesor Agregado / Associate Professor

PI ERC-Consolidator Grant: Visual Trust. Reliability, accountability and forgery in scientific, religious and social images (2021-2026)

 

Juan Francisco Cuyás

PhD Candidate

ERC-Consolidator Grant: Visual Trust. Reliability, accountability and forgery in scientific, religious and social images (2021-2026). PI: Roger Canals (PhD)

www.visualtrust.ub.edu