ISLAM | Los iftars comunitarios, una muestra de cultura de paz y convivencia
(ACCIÓ COMUNITÀRIA) Durante el mes de abril de 2022, la comunidad musulmana ha celebrado el Ramadán, el noveno mes del calendario islámico y considerado el mes sagrado en el cual, además de la práctica del ayuno, se intensifican la plegaria y los valores de solidaridad, empatía y fraternidad que recoge el Corán. Hemos hablado con miembros de varias comunidades islámicas de Barcelona para conocer la celebración y las acciones comunitarias que llevan a cabo durante este mes, entre las cuales destacan los iftars, además de los mensajes y las reivindicaciones para promover la convivencia social.
Cada domingo, la comunidad sufí de origen senegalés de la asociación Dahira Jazbul Xulob se reúne en su centro ubicado en el barrio del Besòs y el Maresme para compartir su fe. Además de las oraciones, organizan acciones sociales y actividades para difundir la cultura de la paz, pero los domingos del mes del Ramadán son especiales: “En nuestra comunidad, somos constantes a la hora de promover la paz y la solidaridad durante todo el año, pero el mes del Ramadán aporta un extra a nuestra manera de vivir, en la cual es esencial compartir con otras personas lo que tenemos”, explica Mbaye Pouye, encargado de las relaciones institucionales, porque para él “lo que hace especial este mes es que la fe y las ganas de hacer el bien se multiplican; yo me siento mejor, más relajado y lo vivo como una dieta para purificar tanto el cuerpo como el espíritu”. Y es que, seguramente, el hecho más visible del Ramadán para la gente no musulmana es el ayuno, pero esta práctica va más allá del mero hecho de no comer durante unas horas, porque, junto con las acciones sociales y de caridad, define el sentido de reflexión, empatía, solidaridad y comunidad del mes en el que se celebra que el Corán, el libro sagrado, fue revelado por el profeta Mahoma.
Espacios abiertos a toda la ciudadanía
“No comer ni beber es un gesto de empatía hacia la gente que no tiene recursos y nos sirve para valorar lo que tenemos y, al mismo tiempo, poder compartirlo”, declara Andleeb Sharif, coordinadora del grupo de chicas de Minhaj-ul-Quran (Camino de la Paz), una asociación islámica internacional que agrupa gente de origen pakistaní y que cuenta con un centro en el Raval. Por ese motivo, durante el Ramadán muchas comunidades musulmanas organizan cada día el iftar, que es el momento de romper el ayuno por la noche, para vivirlo colectivamente.
“Los iftars son espacios abiertos a toda la ciudadanía, sea o no musulmana”
La asociación Dahira Jazbul Xulob reúne a más de cien personas los domingos, que es su día habitual de encuentro y en el que invitan a charlas y conferencias divulgativas, pero durante el resto de la semana también se acercan una cuarentena de personas, que pueden ser o no de la asociación. De hecho, los iftars son espacios abiertos a toda la ciudadanía, sea o no sea musulmana, porque el sentido es poder dar de comer a quien lo necesite sin distinciones. Para organizarlos, se reparten de manera voluntaria la gestión de cada día y, económicamente, “cada uno aporta lo que puede y no es importante si es mucho o poco, porque lo que hace que este mes sea especial es intensificar la convivencia, dialogar, compartir la comida con quien lo necesita y, en definitiva, relacionarnos para alimentar y renovar nuestra fe”, apunta Mbaye.
Tal como manifiesta Andleeb, el iftar sintetiza los valores que promueve el islam y, desde Minhaj-ul-Quran, el viernes 29 de abril organizaron uno de mayor tamaño en la rambla del Raval para celebrar el final del Ramadán. Hubo música sufí y comida para todo el mundo, pero, sobre todo, el objetivo era “abrir un espacio para el diálogo con la sociedad y así poder explicar de tú a tú por qué celebramos el Ramadán y promover la convivencia, la paz y la armonía”, comenta. En este sentido, durante todo el año y, de forma más intensa, a lo largo de este mes, también llevan a cabo acciones de caridad con gente de la ciudad y de otros países, además de acompañamiento a la comunidad pakistaní a través de varios foros organizados por edad y género.
“Dejamos una invitación en los buzones de todo el barrio para promover una buena relación e invitarlos a compartir con nosotros la comida”
Otro de los iftars más conocidos en Barcelona es el que organiza el Centro Cultural Islámico Catalán (CCIC), que tiene una mezquita y un espacio comunitario en el Clot, con un puesto fijo en el parque del barrio durante todo el mes: “No preguntamos a la gente si es o no musulmana, sino que estamos abiertos a quien lo necesite y cada día repartimos unas trescientas comidas que llevan ‘harira’, fruta, pan, huevos, queso, dátiles… Esta es la única actividad que no se ha parado nunca, ni siquiera con la pandemia”, explica Ali Saad, director ejecutivo del centro. Además, el domingo 10 de abril en la plaza del Mercado del Clot organizaron el Compartimos el Iftar, un acto que sí tuvo que suspenderse los dos últimos años y que este año se ha recuperado con éxito: “Dejamos una invitación en los buzones de todo el barrio para promover una buena relación e invitarlos a compartir con nosotros la comida; de esta manera, podemos transmitir a nuestros vecinos y vecinas no musulmanes el mensaje de crecimiento personal, diálogo, convivencia y tolerancia del mes sagrado”.
Una comunidad diversa y en red con el vecindario
Ali enfatiza el término “cultural” del nombre del centro: “Somos un espacio diverso y el nombre nos define, porque hacemos actividades y servicios tanto para musulmanes como para toda la comunidad, porque queremos presentar la cultura islámica y relacionarnos con todo nuestro vecindario, independientemente de si hemos nacido o hemos venido a vivir aquí”.
La relación con la comunidad va más allá y, además de los espacios educativos, las asesorías en temas de extranjería, el espacio para las oraciones y otras actividades artísticas y culturales, también mantienen un vínculo cotidiano con el tejido asociativo del Clot y del resto de Barcelona, con participación en festividades y campañas de sensibilización y de acción social, como el reparto de alimentos. Una de las más destacadas en los últimos años fue la confección de mascarillas durante los primeros días del confinamiento provocado por la covid-19: “Hicimos un llamamiento por las redes sociales y la respuesta fue increíble, tanto por parte de la gente implicada en el centro como externa: recibimos telas, máquinas de coser, gente que se ofrecía para confeccionar o repartir… Más de ochenta personas solidarias confeccionaron 40.000 mascarillas para enviar a hospitales, servicios sociales del Ayuntamiento, residencias de personas mayores, bomberos, Mossos d’Esquadra…”.
Una asociación para la participación juvenil de la comunidad
Precisamente, del grupo de jóvenes del CCIC surgió, hace unos nueve años, la asociación Juventud Multicultural Musulmana (JMM). Aicha El Mealem Gaziri, que es su portavoz actual, aclara que, en aquel momento, “los y las jóvenes teníamos inquietudes que la gente que coordinaba el centro no tenía y decidimos organizarnos de forma independiente para disponer de un espacio propio para unirnos más como jóvenes”. De esta manera, sin la necesidad de un espacio físico, esta asociación promueve la cohesión social, el diálogo entre religiones y culturas y la participación social de los y las jóvenes de la comunidad musulmana de Cataluña: “Siempre ha habido mucha exclusión social de la comunidad musulmana, aunque no sea visible, y sobre todo en las chicas”. “Se dice que la religión no nos deja hacer nada, pero no es la religión sino la sociedad”, apunta Aicha.
“Queremos transmitir una imagen más real del islam que se enfrente a los estigmas que se difunden en las redes sociales y en muchos medios de comunicación”
En este sentido, a lo largo de estos años han organizado numerosas actividades, como cinefórums, conciertos o conferencias, para transmitir “una imagen más real del islam que se enfrente a los estigmas que se difunden en las redes sociales y en muchos medios de comunicación”. De todos modos, para ir más allá de la sensibilización y convertirse en un punto de encuentro de referencia para otros y otras jóvenes de la comunidad, ahora están centrando sus esfuerzos en la acción social y la incidencia institucional y están trabajando por la inclusión de menús halal en las escuelas, han participado en el documental “Con ojos de mujer”, que hace visibles las desigualdades y las experiencias de mujeres musulmanas, y están empezando otro para mostrar la vida de la comunidad musulmana en Cataluña.
La reivindicación: más respeto, curiosidad y una actitud inclusiva
“Yo quiero contribuir a mi sociedad porque soy catalana y me siento catalana, y quiero normalizar nuestra realidad para que las generaciones futuras no sufran lo que hemos sufrido nosotros”, explica Aicha al describir sus motivaciones para participar en Juventud Multicultural Musulmana. Ella denuncia discriminaciones laborales por el hecho de llevar el hiyab y también apunta algunas críticas en actitudes con las que se ha encontrado en algunos contextos, concretamente durante el Ramadán: “Hay muchos niños que durante el año no tienen desayuno y nadie se escandaliza; en cambio, a mi hermana pequeña he visto cómo se la ha cuestionado por parte de algunos adultos de su escuela”. “Ella ha comido por la mañana con su familia, y el problema real son los niños y niñas que no comen durante el año”, argumenta. Por eso pide más respeto, curiosidad y una actitud inclusiva, tanto en los contextos escolares como en todas partes: “Los niños no tienen que ser portavoces de la comunidad ni fuentes de información y estaría bien que el profesorado, y toda la sociedad en general, tuviera más información para poder ser más empático y comprensivo, y que se dejara de actuar desde cierto paternalismo, porque para nosotros es un mes alegre, pero cuando recibimos este rechazo nos cuesta mucho vivirlo con tranquilidad”.
En este sentido, y aunque este año la asociación no ha reanudado los iftars comunitarios que organizaba antes de la pandemia, comenta que el Ramadán y los iftars son momentos idóneos para explicarse desde el tú a tú: “La gente te pregunta cosas y siempre es más fácil resolver las dudas y la curiosidad cara a cara y no desde la justificación a ataques que recibamos en redes sociales, sino desde un punto de encuentro y de unión”.