LA ENTREVISTA | Lola López y Alberto López Bargados: “El secularismo real es que las entidades religiosas no incidan en las políticas, pero estén presentes en la vida pública”

Lola López es antropóloga cultural, experta en perspectiva intercultural, investigadora en el Centro de Estudios Africanos e Interculturales (CEA), y fue comisionada de Inmigración, Interculturalidad y Diversidad en el Ayuntamiento de Barcelona del 2015 al 2019. Alberto López Bargados es doctor en Antropología Social y profesor titular del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Barcelona y miembro del Grupo de Investigación en Exclusión y Control Sociales (GRECS, por sus siglas en catalán). Sus campos de investigación son los discursos y las prácticas islamófobas en Europa y los procesos de (des)memoria vinculados a la experiencia colonial catalana y española en África. Ambos son miembros fundadores de SAFI (Stop a los Fenómenos Islamófobos).

Ambos son los comisarios de las jornadas “Política y pluralismo religioso dentro de un mundo secular”, organizadas por la Oficina de Asuntos Religiosos. Con ellos conversamos sobre la importancia de las jornadas, del concepto de secularismo y del porqué de las temáticas de las tres mesas que tendrán lugar los días 19 y 20 de noviembre.

Como comisarios de las jornadas, queremos preguntaros, en primer lugar, por el título “Política y pluralismo religioso dentro de un mundo secular”. Las jornadas se articulan en torno al concepto de secularismo. ¿Qué entendemos actualmente por secularismo y por qué es tan importante este concepto?

ALBERTO: El secularismo hace referencia al proceso que sufrieron las religiones en Europa occidental, sobre todo a partir del siglo XVIII. Es un proceso de segregación progresiva del campo político o del espacio público, del campo de la religión que pasará a ser ocupado por el Estado moderno. Dicho de otro modo, el secularismo es todo ese orden político, pero también intelectual, que pide la separación estricta del campo político del campo religioso, entendiendo que el espacio público es un espacio mundano que debe estar regido por reglas seculares —por reglas elaboradas por los humanos— y que el ámbito de la competencia de la religión es únicamente todo lo sobrenatural. Por extensión, lo que supone el secularismo es que, a pesar de reducir la religión al campo de lo sobrenatural, presupone su carácter alegórico o imaginario: niega implícitamente la capacidad de la religión de aproximarse a la verdad y otorga el campo de la verdad únicamente a la ciencia.

En la primera mesa se presentan los marcos seculares de cuatro estados diferentes (Francia, la India, los Estados Unidos y Canadá). ¿Por qué destacan estos modelos?

ALBERTO: Hemos escogido el modelo francés, el modelo norteamericano (los Estados Unidos y Canadá) y el modelo indio porque son tres modelos con tres propuestas de estados seculares que tienen diferencias notables entre ellos, y que nos parecen un buen punto de partida para pensar la cuestión secular en Barcelona y en Cataluña.

El caso francés es el más próximo, el más conocido. La laïcité, el laicismo, es otro modo de hablar del secularismo; es un modelo que plantea una separación absolutamente estricta de lo político de lo religioso y que provoca, y es fácil de constatar, grandes tensiones en la vida social francesa contemporánea.

El caso norteamericano es también bastante conocido: se conoce como denominacionalismo. Se caracteriza por ser un modelo de un territorio en el que las confesiones religiosas tienen un papel importante en el espacio político. A través de sistemas de lobbies, su influencia en la toma de decisiones políticas es muy grande. Es interesante porque contrasta mucho con el modelo francés, en que se limita esta influencia religiosa sobre el espacio público y sobre el campo de decisiones políticas.

Y el caso indio podríamos decir que es un modelo híbrido. Es un modelo interesante porque en la India, a pesar de las tensiones religiosas evidentes que sufre —es un país con un paisaje religioso muy complejo y que a lo largo de las últimas décadas ha generado una grandísima tensión y problemática—, toda esta tensión social no queda nada reflejada en un sistema político democrático y parlamentario que encaja bastante bien esta diversidad religiosa. Es decir, lo que contrasta en el caso indio es la gran tensión social que provoca el hecho religioso con la plácida gestión del hecho religioso a través del sistema político. En las jornadas, esperamos que los tres modelos nos ayuden a pensar y repensar el hecho religioso en nuestro territorio.

En la segunda mesa se hablará de cómo los partidos de diferentes ideologías entienden cuál tiene que ser el lugar de la religión en la sociedad. ¿El pluralismo religioso es un reto para algunos sectores de la izquierda tradicionalmente laicistas?

LOLA: En primer lugar, se constata que el pluralismo religioso es un reto para todo el mundo. Para muchos partidos, que no son de la izquierda laicista, lo que se convierte en un problema o un reto no es la religión en sí misma, sino la gestión del pluralismo religioso. Con respecto a los partidos de derechas, a simple vista parecería que no están en contra de la religión, pero sí que están en contra del respeto a esta diversidad religiosa o de su gestión. Lo que existe es una mala utilización de los términos secularismo y laicismo. Es decir, un secularismo bien entendido es una herramienta para la convivencia con la diversidad de personas de diferentes tradiciones religiosas y también con personas no creyentes. En cambio, existe lo que llamaríamos un “laicismo radical”, una mala interpretación del secularismo que pone fin a la tolerancia, la libertad de conciencia, el derecho a la libertad religiosa, etcétera. Me explico: no estar influenciado dentro de una institución por una religión u otra no significa que se tenga que apartar la religión de la sociedad. Simplemente la religión no dirige las decisiones, pero no se tiene que invisibilizar ni perseguir. Y ahí es donde radica la confusión.

El auge de la extrema derecha preocupa. ¿Qué relación tienen estos partidos de extrema derecha con la religión?

LOLA: Por una parte, en el imaginario social impera la idea de que los partidos de extrema derecha son católicos ultraconservadores. En realidad, hay muchos colectivos de la extrema derecha, por ejemplo, que cuestionan y critican al papa actual por sus ideas progresistas, algunos, incluso, a través de medios de comunicación y manifestaciones públicas. Estas personas, consideradas católicas, lo serían de una manera bastante “peculiar”. Por otra parte, por ejemplo en Francia —y en algunos ámbitos también aquí—, existe la tendencia de partidos de extrema derecha a apropiarse de muchas palabras que no forman parte de su ideario. Por ejemplo, se apropian de la palabra laicismo. La utilización que hacen de la palabra es que, supuestamente, una persona que es creyente y para quien la religión forma una parte importante de su vida no sería republicana. Otra vez se utiliza de manera incorrecta la palabra laicismo, ya que esta no significa la eliminación del hecho religioso de la sociedad. Consiguientemente, estos discursos generarían un sentimiento de odio hacia personas que practican la religión. En nuestro territorio, la extrema derecha se ha apropiado, por ejemplo, de la palabra libertad.

En la tercera mesa se hablará del secularismo en las instituciones públicas. ¿Podéis explicar por qué habéis elegido los ámbitos de la escuela, la gestión de la muerte y la cooperación?

LOLA: La escuela es el ámbito en que se debería trabajar el respeto a la diversidad, la lucha por los derechos humanos, etcétera. No obstante, en algunos centros educativos y en algunas estructuras políticas relacionadas con la cuestión educativa, lo que aparece de nuevo es ese laicismo mal entendido que dice que la expresión religiosa debe quedar fuera de la escuela, porque en la escuela todas las personas tienen que ser iguales. Y no todo el mundo es igual. Por ejemplo, que una persona dentro de la escuela no pueda manifestar públicamente su identidad de género es impensable. Pero sí es válido emitir prohibiciones para manifestar la identidad religiosa. También, por ejemplo, en los acuerdos de 1992, se manifiesta que las escuelas deberían tener un menú adaptado a las creencias religiosas de sus alumnos y alumnas, y no es así. A día de hoy es contradictorio lo que se está haciendo en muchas escuelas y lo que debería hacerse con relación al respeto a la diversidad y a la lucha por los derechos humanos.

El tema de la gestión de la muerte es importante para el bienestar y la salud mental y emocional de la ciudadanía, y es un tema compartido por todo el mundo. La propia muerte o la muerte de un ser querido genera miedo, angustia e incertidumbre y todas las personas intentan buscar algún modo de superarlo. Por lo tanto, todo lo que hay en torno a la gestión de la muerte tiene mucho que ver con los sentimientos y también, de forma clara, con las creencias religiosas. Es indispensable, pues, sensibilizar e ir incorporando la diversidad de formas que se tienen de gestionar el sentimiento que provoca la muerte, y los rituales que la acompañan, más allá de ser creyente o no creyente.

Hemos querido incluir el campo de la cooperación en estas jornadas, porque a simple vista parece que no tenga nada que ver con el campo de la religión. Durante años, en España, la cooperación la han llevado a cabo entidades religiosas que, pese a ser respetuosas con las creencias del lugar donde han ido y van, no son conscientes de la carga que llevan intrínseca de valores, de maneras de hacer, de ideologías, etcétera. Porque la religión no solo es una creencia en una deidad o no; a mi parecer, es una forma de interpretación del mundo que todas y todos tenemos incorporada. Como consecuencia, intuimos que muchas personas que aquí se consideran laicas o ateas llevan una carga religiosa muy grande cuando van a otros países a cooperar. Curiosamente no hemos encontrado ningún estudio en profundidad sobre el campo de la cooperación, y no ha sido fácil encontrar a una persona que se atreviera a hacer una reflexión sobre este tema para las jornadas.

Lola López, fuiste comisionada de Inmigración, Interculturalidad y Diversidad del Ayuntamiento de Barcelona del 2015 al 2019. ¿Qué cambió, a tu parecer, durante aquellos cuatro años en esta ciudad con respecto a la gestión del pluralismo religioso?

LOLA: Desde el 2015 hasta el 2019 había un objetivo claro: la normalización de la presencia del hecho religioso en la ciudad de Barcelona. Hacía falta normalizar esta presencia y abrir a la ciudadanía el ámbito religioso, no desde un ámbito de creencia, sino desde un ámbito de diversidad de la ciudad. Era necesario, a mi parecer, que las entidades religiosas participaran en espacios no religiosos y que se abrieran a otros ámbitos con personas no creyentes. Desde mi punto de vista, las religiones son más que una creencia o una fe; tienen una mirada hacia muchos otros campos que también los interpelan (social, cultural, etcétera). Hay que continuar en esta línea, sin estigmatizar a un colectivo por el hecho de que su vinculación sea de carácter religioso, ya que tienen otras cuestiones que son transversales. Personalmente, creo que este es el secularismo real y auténtico, es decir, que las entidades religiosas no incidan en las políticas, pero que estén presentes de manera normalizada en la escuela, en los planes municipales, en el empleo del espacio público, etcétera. Si bien es cierto que hay una parte que tienen que hacer las administraciones públicas, hay una parte que deben hacerla las mismas comunidades para vincularse.

Alberto, como investigador has trabajado mucho sobre las comunidades musulmanas. ¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrentan las minorías religiosas y las comunidades musulmanas en particular en Barcelona?

ALBERTO: Hay retos que afectan directamente al culto, como la necesidad de disponer de oratorios de proximidad en los barrios donde viven las comunidades musulmanas. Esta es una necesidad muy evidente. También existe la necesidad de un reconocimiento institucional con respecto a la islamofobia. Las personas de estas comunidades sufren un racismo cotidiano terrible, humillante, que encuentran en el espacio público, en el transporte público, en el trabajo, en el alquiler de una vivienda, etcétera. Consiguientemente, las administraciones públicas deberían velar por el cumplimiento de los derechos fundamentales que amparan a estas personas y, con referencia a estas jornadas, existe la necesidad de que las administraciones públicas sean capaces de comprender el hecho religioso, quizás, de un modo menos estricto o rígido del que lo han estado haciendo hasta ahora. Porque, ciertamente, esta perspectiva secular es dominante en las administraciones públicas y, a veces, es mal entendida como una perspectiva antirreligiosa. Este secularismo mal entendido no solo afecta a las comunidades musulmanas, sino también a todas las minorías religiosas.

Ambos sois miembros fundadores de la Asociación Stop a los Fenómenos Islamófobos (SAFI). Habladnos de esta entidad: ¿por qué se creó y qué tareas hacéis en la actualidad?

ALBERTO: SAFI se creó para tomar conciencia, señalar y poner de manifiesto la islamofobia que sufren los miembros de las comunidades musulmanas y, al mismo tiempo, para establecer herramientas para luchar contra la islamofobia. De SAFI se ha derivado, recientemente, el Observatorio de la Islamofobia en Cataluña (ODIC), que quiere monitorar y centralizar todas las denuncias de islamofobia que ocurran en el territorio catalán de los actos y las agresiones islamófobas, y analizarlas, fundamentalmente, con la voluntad de continuar la lucha y la denuncia contra la islamofobia. SAFI tiene dos campos de acción: uno más activista y divulgador (participa cada año en el Día Mundial contra la Islamofobia, el 12 de diciembre, organiza actividades, seminarios, cursos dirigidos a las administraciones públicas o bien a colectivos y entidades) y una investigación acerca de la cuestión de la islamofobia —vinculada a que una parte de los miembros de SAFI es investigadora, algunos adscritos a las universidades catalanas—, campo que permite enriquecer las labores de detección del observatorio.

Para acabar, ¿por qué creéis que son necesarias estas jornadas? ¿Por qué son importantes para una ciudad como Barcelona?

ALBERTO: Antes he hecho mención de las limitaciones que desde mi punto de vista tiene esta perspectiva secular tan estricta, un tipo de “secularismo represivo”, como decía Jean Baubérot, que se confunde demasiadas veces con una perspectiva directamente antirreligiosa y hace que las administraciones sean muy poco sensibles a las demandas que provienen de las comunidades o de las minorías religiosas. Eso afecta muy particularmente a la izquierda, porque son partidos en que esta perspectiva secular y este discurso antirreligioso forma parte constituyente de las ideologías de izquierda emancipatorias (desde el siglo XIX en adelante). Hoy en día, los mitos del secularismo que planteaban que las religiones irían desapareciendo poco a poco y entrando en decadencia es evidente que no se han hecho realidad ni se harán. A mi parecer tenemos la obligación de repensar cuál tiene que ser el rol que las minorías religiosas deben desarrollar en el espacio público. Por lo tanto, estas jornadas lo que pretenden es ayudar a repensar este papel de las minorías religiosas sin distinción de ideologías políticas, pero, particularmente, ayudar a repensar las ideologías políticas en que el discurso secularista está más presente.

Barcelona tiene dos particularidades que son interesantes desde la perspectiva de estas jornadas. Por una parte, seguir dando continuidad a la labor que la OAR despliega desde hace tiempo y que es y sigue siendo una rara avis del panorama municipal español y europeo. Es decir, que una ciudad como Barcelona disponga de una oficina de asuntos religiosos sigue siendo una excepción. Y, por otra parte, aunque es cierto que la sensibilidad ante el hecho religioso en el ámbito institucional en Barcelona no viene de ahora, al mismo tiempo tiene una particularidad y es que, con un pequeño paréntesis, Barcelona ha estado, desde 1977, gobernada estrictamente por partidos que se definen como partidos de izquierda. Estos partidos son particularmente interpelados a participar en este repensar del hecho religioso en el espacio público. Por una parte, hay que reconocer que el Ayuntamiento de Barcelona hace un cierto tiempo que se plantea esta cuestión y eso siempre es bienvenido, pero, al mismo tiempo, lo que quieren estas jornadas es enriquecer todavía más esta participación porque creemos, obviamente, que no basta solo con hablar con los miembros de estas minorías religiosas, que evidencian una cierta incomprensión por parte de las administraciones, también de las municipales.

LOLA: Personalmente, creo que son unas jornadas necesarias, ya que hay que hacer una reflexión conjunta sobre este tema, que afecta a gran parte de la ciudadanía y, muy especialmente, a unos determinados colectivos. Es un tema que debe interesar desde diferentes ámbitos, no solo desde el ámbito político, sino también el social, cultural, etcétera. Más allá de tener una oficina de asuntos religiosos, en Barcelona es necesario pensar y repensar las políticas municipales y reflexionar sobre cuál debe ser la relación del Ayuntamiento con las entidades religiosas y con el hecho religioso. Porque parece impensable que una ciudad tan diversa, donde hay más de novecientas comunidades religiosas y casi quinientos centros de culto, no tenga políticas públicas transversales en materia de pluralismo religioso. La religión y la espiritualidad son ámbitos de la vida personal, de la vida comunitaria y de la vida pública para una parte importante de la ciudadanía. Estas jornadas quieren servir para empezar a reflexionar sobre este hecho, y más concretamente, Barcelona, que es una ciudad cosmopolita y que quiere respetar la diversidad, es necesario que materialice estas cuestiones. Desde mi punto de vista, la Barcelona diversa está coja si no aborda estos temas, con respeto a las personas, a los derechos humanos de todas ellas y con la intención de ser intercultural en el sentido de generar espacios de diálogo, la defensa de los derechos y el reconocimiento de esta diversidad y de su historia.