La importancia del diálogo interreligioso para hacer comunidad

Podríamos empezar hablando de las plurales y complejas sociedades actuales, sin embargo, como nos advierte el sociólogo Joan Estruch, [1] el pluralismo no es un fenómeno exclusivo de la modernidad. Entonces, a lo que sí podemos dirigir la mirada, guiados por el teólogo y filósofo Raimon Panikkar, [2] es hacia el individualismo endémico de nuestra época y afirmar que es lo que nos muestra la urgencia del diálogo.

Para seguir con el planteamiento inicial del sentido de nuestra reflexión, sumamos la referencia al filósofo Josep M. Esquirol [3] que nos habla de la necesidad de acercarse a la significación de las cosas, es decir, no quedarnos en miradas panorámicas. Si queremos profundizar en la necesidad de dialogar para hacer comunidad, tomamos la relación entre la atención y el diálogo que nos ofrece J. M. Esquirol. [4] El filósofo sostiene que la mirada atenta tiene que preceder al diálogo para que este sea provechoso.   

Ahora bien, no hablamos de un diálogo sobre temas cotidianos y superficiales, sino que queremos aludir a un diálogo en el que se profundice en valores, en prácticas y en el sentido de la vida con el marco de diferentes religiones y convicciones. Nos referimos a la conformación de espacios de escucha y testimonio donde sean centrales el respeto y el cuidado de la palabra. Con este entorno es importante volver a recoger una reflexión de J. M. Esquirol y recordar que la palabra protege, abriga y reconforta [5].  

Los Grupos de Diálogo Interreligioso e Interconviccional (GDI) son espacios de encuentro que nos permiten reconocer los principios y tareas de personas de diferentes religiones y convicciones (incluidas las personas agnósticas o ateas) y poder establecer colaboraciones con ellas en proyectos comunes.

Los encuentros de los GDI pueden ser espacios enriquecedores para todas las expresiones porque conocer al otro posibilita analizar conjuntamente las coincidencias, pero también comprender los razonamientos que conducen a nuevos caminos, ya sean convergentes o divergentes. La propuesta, que inicialmente puede parecer un desafío, puede convertirse en una experiencia de reconocimiento del otro y de su diversidad. Podemos decir que este diálogo dialógico, sostenido desde el respeto, nos permite entender otra mirada, otra manera de sentir y de hacer con la que podemos convivir y crecer.

Además, debemos emprender una tarea de reflexión y de educación interior que haga posible el entendimiento. Dicho de otro modo, es necesario cuidar la comunicación y estar dispuesto a sopesar una propuesta diferente a las que ya conocemos. Evidentemente, no se quiere convertir a la otra persona, sino afrontar la complejidad de una forma ética, que evite malentendidos y prejuicios, porque nos podemos encontrar ante una búsqueda compartida de sentido. Y es así precisamente que se puede facilitar la cohesión de la cohesión social, que lleva a tejer redes colaborativas de bienestar. Compartir hechos, necesidades e inquietudes y encontrar conjuntamente herramientas y mecanismos de apoyo dentro de la convivencia en el barrio. 

El diálogo interreligioso e interconviccional abre la posibilidad de cuestionarse sobre el sentido de la vida a partir de diferentes perspectivas o cosmovisiones. Si nos guiamos por la obra del filósofo y teólogo Francesc Torralba, [6] el ser humano, en virtud de su inteligencia espiritual, es capaz de interrogarse por el sentido de su existencia, tiene el poder de preguntarse por lo que realmente dota de valor y de significado su estancia en el mundo. 

Con esta perspectiva que nos ofrece F. Torralba, podemos ver que se puede ser espiritual sin ser religioso y que se puede ser religioso sin pertenecer a ninguna religión. Esta línea de análisis puede ayudarnos a dar flexibilidad a diferentes situaciones que pueden surgir en los encuentros.

La inteligencia espiritual, que está en la base del diálogo, propicia que salgamos fortalecidos después de interpelarnos mutuamente, porque el marco de respeto que ofrecemos no es excluyente sino reflexivo. El diálogo interreligioso e interconviccional nos da la oportunidad de transformar la realidad porque nos permite partir de una diferencia que podría ser motivo de conflicto y conseguir que se convierta en una situación de coincidencia o bien de desacuerdo, pero sin violencia.

Finalmente, el diálogo interreligioso e interconviccional como diálogo dialógico, que busca el entendimiento mutuo, nos dota de herramientas para hacer comunidad, romper prejuicios y favorecer la convivencia intercultural e interreligiosa. En otras palabras, podemos afirmar que la participación en los GDI es una vía para trabajar por la paz y la cohesión.

 

Margarita Díaz 
Técnica del proyecto Grupos de Diálogo Interreligioso e Interconviccional de Barcelona
 

 

 


[1]Estruch, Joan (2015) Entender las religiones, p. 173

[1]Panikkar, Raimon (2008) En https://www.nodualidad.info/recursos/pdf-articulos/El-dialogo-intrareligioso.pdf

[1]Esquirol, Josep M. (2021) Humano, más humano, p. 14

[1]Esquirol, Josep M. (2006) El respeto o la mirada atenta. Una ética para la era de la ciencia y la tecnología, pp. 94-95 

[1]Esquirol, Josep M. (2015) La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad, p. 158

[1]Torralba, Francesc (2011) Inteligencia espiritual, p. 79