Para entender el calendario chino

China tiene uno de los registros históricos más antiguos del mundo. Y es gracias al gran respeto que tiene el pueblo chino por conservar sus tradiciones. Aun así, conservarlas no significa siempre que se conozca su origen y razón de ser. El estudio del calendario chino presenta un buen ejemplo de cómo la riqueza del conocimiento de las ciencias tradicionales se puede llegar a olvidar o reducir a sus aplicaciones más vulgares y utilitaristas como, por ejemplo, la adivinación y la superstición.

Como en la mayoría de pueblos de la antigüedad, el conocimiento de las ciencias tradicionales en el pueblo chino tiene unos orígenes míticos. Figuras como los emperadores Fu Xi o Yu se presentan como benefactores de la humanidad, con la revelación de un conocimiento sintético a partir del cual se desarrollarán las diferentes ciencias, artes y oficios. En la civilización china tradicional, todas las ciencias tienen un origen común y todas ellas están armoniosamente entrelazadas.

La tradición presta especial atención a los trigramas ba gua, el diagrama de Hetu y el cuadrado de Luo Shu, todos ellos relacionados simbólicamente con animales surgidos del río Amarillo. Estos gráficos parten del despliegue de las posibilidades implícitas en la unidad suprema (tai ji), de donde salen la dualidad (liang yi), los cuatro puntos cardinales (si xiang) y las ocho mutaciones (ba gua). Este simbolismo es originariamente numérico y geométrico, tal como expresan la escuadra y el compás en manos de Fu Xi y su esposa o hermana Nu Wa. El Yi jing es uno de los libros más conocidos que recoge y estudia estas combinaciones.

En el calendario chino, estas figuras se disponen en torno al círculo de la eclíptica solar, de modo que califican las diferentes etapas del año. Las cuatro estaciones se pondrán en relación con los cuatro puntos cardinales: dragón azul, tortuga negra, tigre blanco y pájaro rojo. Cada uno de estos símbolos se subdividirá en dos aspectos que representarán las ocho mutaciones: cielo, lago, fuego, trueno, viento, agua, montaña y tierra. Si se subdividen en siete, entonces representarán las 28 mansiones lunares (xiu).

El círculo contiene el centro, y así surge el símbolo de las cinco interacciones (wu xing): madera/este, fuego/sur, metal/oeste y agua/norte, con la tierra en el centro. Las cinco interacciones se convierten en diez si se tienen en cuenta las reacciones (5 x 2) de generación (yin) y dominio (yang). Este simbolismo no debe confundirse con los cinco elementos que la tradición occidental tiene la costumbre de atribuir a Empédocles (s. v a. C.).

Desde la antigüedad, en China siempre convivieron tres tipos de calendario: el solar, el lunar y el lunisolar. Con la creación de la primera República de China en 1912, el calendario oficial pasó a ser el calendario solar gregoriano. No obstante, las festividades y los ciclos agrícolas siempre han seguido el calendario lunisolar, compartido también por la comunidad china fuera de China y por otros países como Vietnam, Corea o Japón (hasta finales del s. xix).

El origen de este calendario lunisolar nos hace remontar al 2697 a. C. y se relaciona con la figura mítica del emperador Huang Di, aunque sus reformulaciones más importantes tuvieron lugar durante la dinastía Shang (s. xiv a. C.) y la dinastía Zhou (s. viii a. C.). El ciclo solar anual se subdivide en doce ciclos mensuales lunares y el decalaje entre los dos ciclos se corrige añadiendo siete meses pautados cada diecinueve años (ciclo metónico).

Tradicionalmente, los días empezaban a medianoche y se contaban siguiendo el sistema decimal. Los meses, en cambio, empezaban con la luna nueva y seguían una cuenta duodecimal: diez días eran diez soles y doce meses eran doce lunas. Todo eso refleja, una vez más, la dualidad original de los principios femenino y masculino (yin yang). Las líneas rectas se miden con la escuadra y a partir de una división decimal, mientras que en el caso de las líneas circulares se hace a partir del compás y la división duodecimal.

Este mismo simbolismo lo volvemos a encontrar en los diez tallos celestiales (tian  gan) y las doce ramas terrestres (di zhi), que, combinados, forman ciclos de sesenta años. Estas son las bases de los calendarios para los ritos a los antepasados (bai zu), los calendarios lunares (tung shing) y los tableros astrológicos (p. ej. el qi men dun jia o el da liu ren).

Ya sean meses o años, e incluso las horas, todos los ciclos duodecimales se relacionan, de manera directa o indirecta, con un simbolismo animal: rata, buey, tigre, conejo, dragón, serpiente, caballo, cabra, mono, gallo, perro y cerdo.

En todas las tradiciones astronómicas de la antigüedad, los ciclos de sesenta años se relacionaban con los ciclos históricos de las diferentes dinastías y el ciclo de doce años de Júpiter en torno al Sol. Eso explica por qué a Júpiter se le denomina en chino “estrella o planeta del año” (sui xing).

 

LAS FESTIVIDADES DEL CALENDARIO CHINO

Las festividades del calendario chino siguen los ciclos estacionales. Por ejemplo: la fiesta del año nuevo chino y la fiesta de los faroles se relacionan con la primavera; la fiesta de las canoas, con el verano; la fiesta de la Luna, con el otoño, y la fiesta de Laba, con el invierno.

Aunque todas las celebraciones suelen llamar popularmente a la buena suerte y la riqueza, cada festividad tiene una peculiaridad distintiva, que, para entenderla correctamente, hay que relacionarla con la ubicación dentro del ciclo anual (macrocosmos) y su correspondencia con el cuerpo humano (microcosmos). Este segundo aspecto ha sido profundamente estudiado por la tradición médica y alquimística taoísta, que también tiene su origen tradicional en el emperador Huang Di. En efecto, según la anatomía sutil estudiada por la antigua medicina china, el cuerpo humano está cruzado por una serie de canales o meridianos que unen puntos sensibles de las funciones orgánicas. Dos de estos meridianos, el de control (du mai) y el de función (ren mai), forman un circuito que rodea la columna vertebral y el tórax: en el contexto taoísta se le llama “pequeña revolución del cielo” (xiao zhou tian) y en el contexto budista chino se lo compara con la “rueda de la ley” o del dharma (zhuan falun). La “pequeña revolución del cielo” es una imagen de la eclíptica solar.

Por ejemplo, la fiesta de las urracas, conocida también con otros nombres, como fiesta de los enamorados, fiesta de las siete noches, fiesta de la séptima hermana o fiesta del séptimo mes (tanabata, en Japón), es difícil de entender si no se relaciona con la astronomía y la medicina china. El mito central de esta festividad es el amor entre una tejedora y un pastor de vacas que se reúnen una vez al año para verse. La tejedora se relaciona tradicionalmente con la estrella Vega (zhi nu) y el pastor, con la estrella Altair (he gu er), que, junto con la estrella Deneb (tian jin si), forman un triángulo particularmente visible en verano. Su correspondencia con el cuerpo humano la encontramos en el símbolo del “puente de las urracas” (xi qiao), que es uno de los nombres que recibe el perineo, precisamente donde se unen los dos meridianos de control y función. El perineo une el pubis con el coxis, y anatómicamente está formado por un conjunto de músculos con disposición rómbica, es decir, con una forma que une dos triángulos.