Pentecostés: entre la Torà y el Corán

La Pascua cristiana conmemora la muerte y resurrección de Cristo, que tuvo lugar durante la Pascua judía (Pésaj), que, al mismo tiempo, conmemora la liberación y el éxodo del pueblo judío de la esclavitud en que se encontraba en Egipto. Siguiendo con el paralelismo, cincuenta días después de la resurrección de Cristo los cristianos celebran el Pentecostés, y cincuenta días después del Pésaj los judíos celebran la fiesta de Shavuot.

En griego, pentekoste hace referencia al quincuagésimo día, y shavuot, en hebreo, hace referencia a las siete semanas o cuarenta y nueve días. Las dos fiestas caen en primavera; por eso, los cristianos también hablan de la Pascua florida y los judíos hablan de la fiesta de la cosecha (qatzir) o de las ofrendas (bikkurim) en el templo. No obstante, lo que se celebra principalmente en la fiesta de Shavuot es la revelación de la ley (Torá) hecha a Moisés en la montaña del Sinaí: “Allí se le apareció el ángel del Señor, en un matorral en llamas que no se consumía”.

Por el Pentecostés las personas cristianas conmemoran la visita reconfortante (parakletos) del Espíritu Santo a los apóstoles, que corroboraba las predicciones que les había hecho Jesús. Toda la congregación (ekklesia) estaba rogando, con la Virgen María en el centro, cuando ocurrieron una serie de milagros; entre estos, el carisma del don de lenguas o lenguas de fuego, que expresa el carácter ecuménico del acontecimiento. Gregorio de Nisa (s. IV) es el autor de uno de los primeros testimonios escritos conservados en que se compara el misterio de la virginidad de María con el “matorral en llamas”.

La visita del Espíritu Santo confirma el símbolo de los apóstoles y anuncia así su misión evangelizadora. La palabra símbolo proviene del griego symbolon y originariamente significaba un pacto o alianza formalizados con un contrato o sello que se partía y cada una de las partes contractuales se quedaba un trozo a modo de garantía. Por analogía, el símbolo expresa la relación entre el signo y su significado: la letra y el espíritu. En un contexto cristiano, se utiliza como sinónimo de la creencia y fe distintivas de los apóstoles, concretadas en la conocida fórmula del credo de los apóstoles.

Los primeros cristianos eran muy conscientes de los paralelismos entre Shavuot y Pentecostés: el éxodo del pueblo judío culmina con la revelación de la Torá, de la misma manera que el mensaje salvador de Jesús culmina con la nueva Ley del Espíritu Santo.

Sin embargo, el islam hace una lectura diferente de estos hechos. Según las personas musulmanas, el Espíritu Santo se identifica con el ángel Gabriel, ángel de la Anunciación y de la Revelación, y las menciones que hace Jesús al Evangelio (Injîl) se entienden como la profecía de la llegada del último profeta con la última y verdadera ley: el Corán. Según el islam, ninguno de los evangelios que nos han llegado tiene el valor de una ley religiosa ni las lenguas en que están escritos tienen el valor de una lengua revelada. Tampoco se entiende cómo el Espíritu Santo, mensajero y mediador por naturaleza, puede ser considerado él mismo como una nueva ley.

Mediante el ángel Gabriel, Dios hizo la primera revelación del Corán a Muhammad en uno de sus retiros en la montaña de Hirâ, durante una noche (laylat al-qadr) del mes de ramadán. Muhammad, que era un pobre pastor árabe iletrado (ummi), se asusta y pide consejo a su mujer Khadîja, que lo lleva a visitar a Waraqa b. Nawfal, un sabio cristiano de la Meca, que finalmente le confirma: “Te ha visitado el mismo Espíritu de la Revelación (Nâmûs) que Dios hizo bajar a Moisés”.