Una bomba en un paret y una calle que recuerdan las convulsiones del siglo XIX

25/07/2024 - 10:11

En una de las fachadas del edificio de Can Aresté, en la confluencia de las calles Sòcrates y Gran de Sant Andreu, hay insertado un proyectil, como testimonio de la revolución de la Jamncia, que tuvo lugar en 1843. Unas calles más arriba, dentro aún de Sant Andreu de Palomar, una calle y un pasaje homenajean a Francesc Baliarda, uno de los protagonistas de aquellos hechos.

 

La Jamància (de ‘jalar’) tuvo como causa principal la miseria de la clase trabajadora, por la falta de alimentos, higiene y vivienda digna. Ya por aquel entonces Sant Andreu de Palomar, junto con otros municipios del llano de Barcelona, ya ​​había iniciado un rápido proceso de industrialización. Las revueltas fueron también los fracasos del general Prim, que no había aplicado las reformas sociales que había prometido.

En Sant Andreu de Palomar, a mediados de septiembre, cientos de rebeldes sorprendieron y capturaron a tropas del bando oficial. Después intervino directamente el general Prim y hubo combates intensos. Fue en este contexto bélico cuando bombardearon Can Aresté, concretamente desde la antigua masía de cal Borni (donde ahora hay la Escola Turó Blau). Por aquel entonces era una zona desierta y alrededor no había otras construcciones.

Este no es el único testimonio que ha quedado en la zona de ese hecho histórico. Unas calles más arriba de donde hay el proyectil, entre la Meridiana y Gran de Sant Andreu, hayuna calle y un pasaje de Baliarda. Estas vías recuerdan a Francesc Baliarda, más conocido como el Noi Baliarda.

Nacido en Sant Andreu de Palomar el 1813 i de talante progresista, durante la Jamància combatió en una zona pantanosa que actualmente corresponde al barrio de Bon Pastor, donde lo hicieron prisionero. Sobrevivió al conflicto, pero fue abatido por la policía unos más tarde, en 1850, tras participar en una de las guerras carlinas y en la Revuelta de las Quintas. Su trayectoria vital es un reflejo de las convulsiones del siglo XIX, como el proyectil de Can Aresté.