¿Conoces a Mari Pepa Colomer?

21/07/2020 - 09:14

Una plaza de La Sagrera lleva el nombre de la pionera de la aviación en Cataluña que tuvo un papel destacado durante la Guerra Civil.

Colomer consiguió la licencia de piloto el 19 de enero de 1931, con sólo 18 años. Este hito, que consiguió con el apoyo incondicional de su padre, le supuso aparecer al primer hito de La Vanguàrdia tres diez después.

La piloto hizo historia desde el momento en que decidió poner en marcha los mecanismos para conseguir su vocación. Primero hubo de convencer el rector Josep Canudas, del aeródromo que llevaba su apellido, a fin de que la dejaran hacer el curso. Los estudios los hizo a escondidas de su madre y, pocos meses después, va obtener el título que abría las puertas a una carrera como aviadora que fue breve pero muy exitosa.

Una vez conseguido el título básico, consiguió también el de piloto comercial y empezó a repartir octavillas desde una avioneta por las playas. En paralelo participó en concursos de pilotos, en los que todos sus contrincantes eran hombres, y llegó a pilotar un zepelín el año 1932.

Cuando empezó la Guerra Civil, formó parte como auxiliar de primera categoría del Servicio Aeronàutix en la Escuela de Pilotos de la Generalitat. Así fue responsable de formar nuevos pilotos por las Fuerzas Aéreas de la República. El 2 de agosto de 1936, dos semanas después del inicio de la Guerra, hizo su primer vuelo militar, para lanzar octavillas antifascistas sobre la ciudad de Barcelona. En octubre, quedó oficialmente movilizada como piloto pero sin graduación militar.

En esta nueva vertiente, llevó a cabo patrullas de vigilancia costera, vuelos en mssions de enlace y trabajos de traslado de heridos del frente de Aragón y de personas amenazadas que huían en Francia. En estos momentos llegaba asunto hasta tres viajes diarios.

Al final de la Guerra se exilió, primero en Tolosa de Languedoc y después en Inglaterra, con su futuro marido, también piloto. No volvió a pilotar nunca más un avión y no fue para que no vulgués hacerlo. Cuando se le preguntaba por qué, su respuesta siempre fue que en Inglaterra no había trabajo para ella como piloto.

El mes de marzo del año 2003, la Secretaría General del Deporte de la Generalitat de Catalunya le rindió un homenaje a su trayectoria deportiva en el mundo de la aviación. Murió un año después y, siguiendo sus deseos, sus cenizas se llevaron al cementerio de Reus donde vivían algunos familiares y amigos con quien había mantenido el contacto durante todos los años que vivió al extranjero.