Aunque hoy ya casi se ha perdido, la fiesta de Todos los Santos ha tenido en el curso de la historia una rica tradición teatral. Así lo explica el etnólogo Salvador Palomar en este especial de la Carrutxa dedicado a Todos los Santos. En la Edad Media se representaba un auto sacramental denominado Baile de la muerte en el interior de las iglesias. A pesar de su escasa documentación, se sabe que estaba protagonizado por la figura de la muerte, que iba a buscar a varios personajes acompañada de un séquito de almas en pena.
Pero si hay una representación estrechamente vinculada con la fiesta de Todos los Santos es Don Juan Tenorio. La obra de José Zorrilla, publicada en 1844, narra las aventuras de un galán mítico que ya estaba presente en piezas del siglo XVII, como El burlador de Sevilla y convidado de piedra, atribuida a Tirso de Molina, o Le festin de Pierre, de Molière. Como los difuntos tienen un papel destacado en la resolución del argumento, las representaciones de Don Juan Tenorio se convirtieron en una tradición de Todos los Santos.
La obra, un exponente muy claro del romanticismo castellano, adquirió una fama extraordinaria y, en la segunda mitad del siglo XIX, se representaba año tras año en fechas próximas al 1 de noviembre en la mayoría de teatros de Barcelona. Se hizo tan popular que trascendió el mundo del teatro profesional y se empezó a representar en centenares de ateneos y sociedades para actores amateurs.
Esto propició la aparición de numerosas versiones, variaciones, adaptaciones y segundas partes. Una de las de mayor éxito fue El nuevo Tenorio, del dramaturgo reusense Joaquim Bartrina y el periodista barcelonés Rossend Arús. A partir de 1885, cuando se publicó, en muchos teatros se interpretaba después de la versión original de la obra. También proliferaron las parodias, en las que se deformaba el argumento, y las versiones burlescas, en las que uno de los grandes reclamos interpretativos era recitar incorrectamente el castellano original de la obra.
Con el paso de los años, también se hizo popular representarlo al aire libre, especialmente con escenificaciones adecuadas al tono de la fiesta, es decir, a la luz de las antorchas y, sobre todo, en cementerios. Una de las escenas más populares de la obra es el diálogo entre el galán y la monja, cuando Tenorio ya está muerto; por eso, en Barcelona una de las representaciones más destacadas es la que se ha hecho durante muchos años en el cementerio modernista del Poblenou.