Las personas protagonistas de la pesca y la pescadería nos explican la mejor manera de tener pescado sostenible en la mesa. Hoy hemos conversado con Cristina Caparrós, armadora, presidenta de la Asociación Cap a Mar y al frente del proyecto La Platjeta; la pescadera del Mercado de Les Corts Montse Millán, todo un referente en pescado sostenible; y José Cabrera, pescador, patrón y armador jubilado.
Cristina Caparrós, una líder para promover el pescado de temporada
Encontramos a Cristina en el muelle. Es una mujer delgada, enérgica, tiene 42 años y actualmente lidera La Platjeta, una plataforma web que lleva el pescado de las barcas de los pescadores barceloneses a casas, restaurantes, escuelas o cooperativas de consumo de Barcelona. Venden y promueven el pescado de temporada, fresco y de proximidad, implicando socialmente a los pescadores y las pescadoras de manera directa: “No trabajamos con stocks ni con pescados del día anterior y, además, damos a conocer el mundo de la pesca”, explica Cristina.
La Platjeta, escrito con una jota que “les recuerda la forma de hablar peculiar de los vecinos antepasados de la Barceloneta que recogían el pescado directamente en la platja de la ciudad”, nació hace 15 años y ya es todo un referente en Barcelona. Esta familia vende pescado a través de su web o enviando un mensaje de WhatsApp con dos propuestas diferenciadas: la primera es comprar una cesta de pescado cerrada, equilibrada, con pescado blanco, azul, cefalópodos y marisco de temporada (limpio o sin limpiar y envasado en bolsas biodegradables); la segunda es comprar a la carta, con mayor oferta. Pero, además de vender, son una especie de punto de información: “En nuestra web y en las redes informamos del día a día del pescado de temporada. Pretendemos ser un canal de información verídica de lo que está pasando en los muelles de proximidad”, explica Caparrós.
La Platjeta es un proyecto indiscutible para tener pescado sostenible en la mesa, pero saben que ellas no pueden ser las únicas: “¡Nosotras no queremos hacerles la competencia a las pescaderías, id a mercados o a tiendas de barrio a comprar pescado! Pero una buena manera de saber si el pescado que encontráis es sostenible es mirar las etiquetas e ir viendo si las especies que os proponemos en nuestros canales de información están en los estantes de donde compráis. Si, por ejemplo, hay brótola y jurel, vuestra pescadería está yendo a lonja. Pero si veis que solo tiene sepia grande y blanca, salmón y atún, pues no será sostenible…”, explica la referente de La Platjeta. “Para convertirnos en personas compradoras sostenibles y responsables tenemos que preguntarlo todo. El consumidor tiene que fomentar también que la pescadería se convierta en responsable”, afirma contundente Cristina.
La Platjeta también trabaja haciendo divulgación del mundo del mar y de la pesca. Entre otros proyectos, en el barrio de la Barceloneta o en el territorio más allá, ofrecen la posibilidad de visitar la lonja de Barcelona los días laborables a las cuatro de la tarde, previo aviso. Es una visita que llevan a cabo para escuelas y grupos, porque creen que el muelle debe entenderse como parte de la ciudad: “Debemos hacernos ver para no desaparecer”, sentencia Caparrós, mientras nos dice adiós y se marcha decidida a las casetas del muelle.
Montse Millán, la pescadera sostenible de Les Corts
Montse es una referente entre las pescaderas de Barcelona, con su pescadería La Barqueta, especializada en pescado sostenible en el Mercado de Les Corts: el pescado lo lleva en la sangre.
“Empiezo a ser pescadera a los 14 años, en la pescadería de mi familia en el Mercado del Ninot. Pero cuando mis padres se jubilaron, yo era demasiado joven para llevar una pescadería y no me vi con ánimos”, explica Montse. Estuvo trabajando de dependienta en otra pescadería y, posteriormente, de encargada de la pescadería en un Caprabo durante 15 años. “Pero, al tener a mis hijas, me quitaron el título de encargada, y entonces decidí que el súper no era para mí, que quería volver al buen trato del mercado”, explica Millán. Montse tenía un vecino que regentaba una carnicería en el Mercado de Les Corts y el hombre conocía a un pescadero que necesitaba personal: es ahí cuando Montse volvió al delantal de pescadera de mercado. Cuando la mujer de su jefe se puso enferma y murió, su superior apreció muchísimo el interés y la ilusión de Montse por la pescadería y se la vendió.
“Hará 6 años que llevo las riendas de la pescadería. Yo empecé comprando en Mercabarna, como hacía mi antiguo jefe, pero me empecé a enfadar por el tema de la gamba: le ponían sulfitos, nunca daba el peso, te daban tamaños más pequeños de los que comprabas…, y empecé a investigar dónde podía comprar mejor y me di de alta en la lonja de Barcelona como compradora. Empecé a comprar gambas y cigalas, y fui añadiendo poco a poco más especies. No me tenía que levantar tan temprano y el pescado era sin intermediarios. Pero empezaron las vedas en Barcelona y tuve que buscar otras lonjas: a la lonja de Blanes iba un par de días o tres. Después descubrí la compra por internet y se me abrió el mundo: ahora compro en línea en la lonja de Badalona, L’Ametlla de Mar, Blanes y Roses. Y en Barcelona voy físicamente. Pero en la capital hay muy poca variedad y muy pocos barcos. Eso hace que necesite comprar en muchos lugares para tener pescado de proximidad cada día”, explica la pescadera.
Más allá de encontrarla en el Mercado de Les Corts, Montse también vende a un restaurante del barrio, al bar del mercado y a cuatro cooperativas de consumo del barrio de Gràcia ubicadas en el Ateneu Rosa de Foc. Les vende cestas de pescado de trasmallo (un tipo de pesca artesana hecha en barca pequeña) a precio cerrado. “Son pescados que no son muy comerciales, pero de gran valor, y muy económicos”, asegura Millán.
Cuando le preguntamos a Montse qué es para ella comer pescado sostenible, asegura: “Que sea pescado en barcas del mar Mediterráneo por negocios familiares. Y para conseguirlo, no hay más remedio que mirar etiquetas y preguntar ¿de qué puerto es?, ¿de dónde viene el pescado?, ¿cuál es la fecha de pesca?, ¿qué barca lo ha pescado?, ¿cuál es el nombre del pescado?”. Preguntas que toda etiqueta es obligatorio que responda, nos recuerda. Así que, en la pescadería, en el mercado o incluso en el supermercado…, no hay que tener miedo a preguntar: “La trazabilidad del producto es obligatoria para todo comerciante”, recuerda la pescadera. E insiste: “Y que la gente se acostumbre a comprar más allá de ‘lo de siempre’, hay otros peces muy económicos, de lonja y de nuestro Mediterráneo”.
José Cabrera, uno de los últimos patrones de la Barceloneta
José ha insistido sí o sí en hacer la entrevista desayunando en la Barceloneta, donde tiene su casa a 50 metros del mar, lugar en el que ha trabajado toda una vida y en el que quiere seguir habitando. Un barrio que ama y del que habla orgulloso, mientras desayunamos un bocadillo grande como si estuviéramos a punto de faenar en la barca, entre los turistas que ahora deambulan por el muelle en mucha más cantidad que los pescadores.
José tiene 65 años y es pescador, patrón y armador jubilado. Nació en Castell de Ferro, un pueblecito de Granada a orillas del mar, pero llegó a Barcelona con 13 años con sus padres y otros castellferreños que fueron a parar al mismo barrio. Como muchas otras familias andaluzas, vinieron buscando trabajo y bienestar. Nieto e hijo de pescadores, José entró en el oficio a los 17 años, a pesar de la oposición de sus progenitores: “Empecé en el bote de luz (embarcación que lleva las luces en el oficio de explotación de los bancos de sardina en la pesca de cerco) del barco de mi padre, pasando toda la noche, soportando el frío”, narra José.
Con el paso de los años, el negocio familiar fue prosperando y llegaron a ser 48 en plantilla. Pero los pescadores se jubilan más pronto que en otros oficios, en parte, por la dureza de la profesión: “Mi hermano (que también estaba en el negocio) se jubiló a los 60 años, y yo, poco después. Ahora llevan el negocio mis dos sobrinos, mi hijo y 24 tripulantes más”, explica Cabrera.
“Los barcos de cerco pescan sardina, boquerón, jurel, caballa y boga. La dorada, el sargo y el pagel ahora solo los podemos pescar del 15 de julio al 15 de noviembre, por lo tanto, pasan a ser pescados de temporada. El arte del cerco, según la normativa, es el arte más selectivo que hay en el mar, porque el pez tiene posibilidad de escapar”, nos explica el patrón. Cuando le preguntamos dónde están hoy sus barcos, nos explica que han ido a las costas de Blanes. “Normalmente hacemos desde Tarragona hasta la bahía de Roses, pero algunos barcos pueden llegar hasta la de Alicante”, nos comenta.
La última pregunta vuelve a ser obligada: ¿qué hay que hacer para evolucionar hacia un consumo de pescado más sostenible? “Hace falta cultura del pescado”, sentencia José. “En Cataluña no sabemos sacarle bastante rendimiento al pescado. Por ejemplo, en Andalucía el jurel es un caramelo y aquí no se respeta. Necesitamos informar y conocer el mundo del mar, y saber que existen pescadores aquí y que el pescado fresco es lo mejor que hay”.
José también pide más compromiso a las pescaderías: “A nosotros nos obligan a poner etiquetas. Ponemos el día de pesca, qué pescado es y la zona donde se ha pescado. En las pescaderías no se encuentra esta información”. Y también a la Administración: “Hay que promover el pescado; se ha dado mucho impulso a la gamba de Palamós y a la sardina de Tarragona, pero en Barcelona se encuentra la misma gamba y la misma sardina. Quizás es culpa nuestra no haberlas promocionado más”.
Cabrera tiene mucho miedo de que los pescadores de Barcelona desaparezcan, en parte, explica, por una demanda de burocracia, formación e impedimentos (como las vedas) muy elevados, y en parte por falta de relevo generacional. “La consejera, por ejemplo, todavía no ha venido al puerto de Barcelona. Y nos hacen falta políticos que pregunten por nosotros y nuestras necesidades. Ahora nos hacen la lonja nueva, pero ¿qué ilusión nos va a hacer si ya no quedan pescadores? Solo quedan 180 pescadores en Barcelona y casi todos los patrones y propietarios de barcos tienen más de 50 años. Si un pescador se jubila a los 60, ¿qué pasará con todos estos barcos?”, se pregunta este patrón ya jubilado, pero que continúa implicado con su muelle y una profesión que lo ha acompañado toda la vida.