El barrio de Can Baró celebra su primer centenario con una serie de actividades que se alargarán hasta noviembre. La comisión vecinal que organiza el centenario, conjuntamente con el Distrito de Horta-Guinardó y el Pla de Barris, ha preparado la exposición "Can Baró: memoria gráfica de un barrio de montaña", así como diferentes conciertos, conferencias y encuentros vecinales.
El objetivo del centenario es reivindicar la memoria del barrio como punto de encuentro y comunidad, así como el papel protagonista de los vecinos y vecinas en las transformaciones vividas en Can Baró durante el último siglo.
Los avances ocurridos en el barrio no habrían sido posibles sin la participación de los vecinos y vecinas, motores de la acción comunitaria y transformadora. En este sentido, la celebración del centenario busca dar un impulso a la movilización por la defensa de sus intereses y necesidades del barrio.
Cooperativas, inmigración y barracas
El componente comunitario ya estaba presente cuando, en torno a los años veinte del siglo pasado, se inició la parcelación y urbanización de Can Baró con las casas de la Cooperativa de los Periodistas, los bloques de la Cooperativa Gracienca y de Vista Park y , poco a poco, diferentes iniciativas privadas.
Con la inmigración, especialmente durante los años cincuenta y sesenta, Can Baró, como otros barrios que le rodean, vivió un crecimiento muy intenso, a menudo de carácter especulativo, con edificaciones y grandes bloques que agotaron, hasta el límite, la capacidad de una trama urbana configurada, en buena parte, por calles estrechas y empinadas.
Durante la Guerra Civil, en el Turó, se instaló la batería antiaérea y a su alrededor, durante los años cuarenta a partir de la llegada de nuevos habitantes, emergió un pueblo de barracas, que se derribaron a finales de los años ochenta y, con la política de realojamiento, aparecieron los blogs de Raimon Casellas, llamados las “Cases verdes”.
Recientemente, se ha procedido a la rehabilitación de la batería antiaérea. Este emplazamiento, situado en torno a la cima de la colina de la Rovira, pervive junto con los restos de un poblado ibérico y los restos del grupo de barracas. Todo ello forma un conjunto de elementos de memoria histórica de este ámbito de la ciudad. En los últimos años ha habido un esfuerzo por corregir los déficits acumulados y dotar al barrio de los equipamientos necesarios, a pesar de las limitaciones impuestas por la falta de espacios.