En el mundo de la ciencia las ciudadanas tenemos un papel mucho más importante de lo que creemos. Según la metodología que aplica Bitlab, tan relevantes son los conocimientos de las personas científicas, como los de las vecinas que conocen de primera mano el territorio y sus usos.
¿En Bitlab os definís como un colectivo de expertas en innovación cultural y social, qué quiere decir?
Bitlab es una cooperativa que tiene como objetivo principal promover proyectos e iniciativas que combinen la cultura, la tecnología y la participación ciudadana. El colectivo está formado por un grupo de expertas en diversas áreas de conocimiento, como tecnología, comunicación, cultura y sociedad. Mediante esta intersección de disciplinas, Bitlab busca fomentar la creatividad, la colaboración y el apoderamiento de la ciudadanía en el desarrollo de proyectos innovadores. A través de sus actividades, Bitlab impulsa la utilización de nuevas tecnologías y estrategias de participación para la transformación social y cultural.
La ciencia ciudadana es uno de vuestros ejes de trabajo. ¿Se trata de que el vecindario sugiera y haga investigación sobre algún tema que lo inquieta?
Así es, la ciencia ciudadana es uno de los ejes de trabajo de Bitlab. En esta metodología, se busca que los mismos vecinos y vecinas propongan y participen en la investigación sobre temas que los afectan y que consideran relevantes para su entorno. En estos procesos, Bitlab puede facilitar las herramientas, maneras de trabajar y tecnologías digitales para que esta participación ciudadana se pueda llevar a cabo de manera efectiva.
¿Desde Bitlab pensad temáticas relevantes y feudo llamamiento en que el vecindario participe o de eso se encargan las técnicas de las instituciones involucradas en los proyectos?
En algunos casos, Bitlab puede ser la entidad que propone temáticas y proyectos de investigación basados en necesidades o problemáticas identificadas en el territorio, como por ejemplo en el proyecto Noise Maps que realizamos en el 2020 en el Raval de Barcelona. En este proyecto el impulso inicial vino por la necesidad de las vecinas de la zona de poder generar datos sonoros robustos para visibilizar el problema del ruido en su barrio. En otros casos, el Ayuntamiento u otras instituciones pueden plantear las temáticas relevantes y desde Bitlab actuamos como colaboradores en la implementación de la ciencia ciudadana.
En cualquier caso, el objetivo es fomentar la participación activa del vecindario, animándolo a compartir su conocimiento, experiencia e inquietudes, e involucrarlo en el proceso de investigación, colecta de datos y análisis. Eso permite que la ciudadanía se haga partícipe y empoderada en el estudio de los temas que afectan directamente a su comunidad.
¿Qué aporta el qué las personas no científicas de un determinado territorio se movilicen para hacer investigación, comparado con la investigación tradicional llevada a cabo sólo por científicas?
La participación ciudadana en la investigación aporta diversas ventajas. Para empezar, las personas residentes en un territorio tienen un conocimiento profundo de su entorno. Su participación en la investigación permite aportar perspectivas locales, experiencias y conocimientos que pueden escapar a los científicos profesionales. Eso enriquece la investigación y aporta una comprensión más completa y contextualizada de los problemas o temas que se tratan.
También, las personas no científicas que viven en un territorio tienen un acceso más directo a los espacios públicos y conocen sus dinámicas y usos cotidianos. Eso les permite recopilar datos e información que sería difícil para los científicos profesionales obtener de manera sistemática. Siguiendo con el ejemplo del proyecto Noise Maps, en aquel caso la participación activa de las vecinas nos permitió instalar sensores acústicos en terrazas, balcones y ventanas en ubicaciones muy próximas a pie de calle, que generaban datos de alta calidad, que de lo contrario no hubiéramos conseguido.
¿Nos explicas un ejemplo de investigación reciente?
¡Sí, y tanto! Uno de los proyectos de ciencia ciudadana con participación comunitaria que llevamos más tiempo trabajando es el Mapa Sonoro de Barcelona, donde utilizamos la metodología de la ciencia ciudadana para estudiar los sonidos característicos de los barrios de la ciudad. Mediante la colaboración entre redes de vecinos y vecinas, equipamientos del barrio, centros educativos, el Grupo de Tecnologías Musicales de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y con el apoyo de la Oficina de Ciencia Ciudadana de Barcelona (OCCB), se ha creado un proyecto que involucra activamente la ciudadanía en diferentes fases de la investigación.
En el Mapa Sonoro de Barcelona, la ciudadanía participa en la selección de los espacios que se quieren analizar, realiza las grabaciones sonoras con grabadoras profesionales, hace anotaciones de las fuentes sonoras y recopila sus sensaciones y emociones relacionadas con los sonidos y los usos culturales y sociales asociados a los espacios analizados.
A través de esta colaboración, se han recopilado los sonidos característicos de los espacios públicos, recopilando datos sobre los más representativos, las categorías a que pertenecen (como tráfico, obras, humanos, etc.) y sus características acústicas.
El resultado de esta investigación es un mapa digital geolocalizado con los archivos de sonidos más característicos, junto con los descriptores asociados y sus características propias. Este mapa permite conocer la caracterización sonora de los espacios públicos asociados a los diferentes usos y, al mismo tiempo, proporciona una plataforma para la reflexión colectiva y la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones sobre la conservación o protección de determinados sonidos de los barrios.
¿Y un ejemplo de aplicación que se haya hecho a partir de los resultados de una investigación?
Más allá de nuestra tarea, en Barcelona hay muchas investigadoras y equipos que han tenido éxitos muy notables aplicando metodologías de ciencia ciudadana a proyectos de investigación científica. Para mencionar sólo un par de los que han conseguido articular una comunidad de colaboradoras ciudadanas más extensa, podemos hablar de Genigma, un juego de móvil diseñado por el Centro de Regulación Genómica (CRG) para ayudar en busca del cáncer, o la app Mosquito Alert (el CREAF, el CEAB-CSIC e ICREA), dónde cualquier persona puede notificar hallazgos de especias invasoras de mosquitos y de sus lugares de cría en la vía pública enviando una foto e información relevante.
¿Cuando los proyectos se acaban, las comunidades se mantienen?
Es importante destacar que, en la mayoría de los casos, intentamos que nuestros proyectos colaboren con comunidades ya existentes sobre el territorio, grupos de vecinas ya articuladas en torno a una problemática o reto común que las afecta. La vocación es que estas comunidades continúan después de nuestro proyecto, pero con un mayor empoderamiento para abordar las cuestiones que les importan. Durante el proyecto, se genera un entorno de trabajo conjunto, el aprendizaje de nuevas herramientas y métodos de investigación, y una participación activa de los miembros de la comunidad. Esta interacción continúa después de la finalización del proyecto, ya que los miembros siguen conectados y colaborando en otros ámbitos relacionados con sus intereses y preocupaciones compartidas.
¿Qué aporta la ciencia ciudadana a la vida comunitaria de la ciudad?
La participación en un proyecto de ciencia ciudadana puede transformar la vida de las personas de una ciudad al proporcionarles un sentido de empoderamiento cívico, nuevos conocimientos y habilidades, un sentido de agencia, conexiones sociales y comunitarias más fuertes, así como la oportunidad de tener un impacto significativo en el cambio social y el desarrollo urbano. Al participar en proyectos de ciencia ciudadana, las personas pueden contribuir a la evidencia científica y a la toma de decisiones basada en datos para afrontar cuestiones importantes que afectan a su ciudad.
¿Como colectivo, qué retos tenéis por los próximos años?
Uno de los retos es incrementar la sensibilización y la conciencia sobre la ciencia ciudadana y sus beneficios, tanto entre la ciudadanía como especialmente entre los y las decisoras políticas. Es necesario promover una comprensión amplia de esta metodología y sus potenciales, y avanzando hacia la superación de los sesgos socio-económicos y culturales que todavía existen, y que son barreras para una representación diversa e inclusiva de los participantes. Finalmente, asegurar la sostenibilidad a largo plazo de las iniciativas de ciencia ciudadana requiere una financiación adecuada y continuada, que sólo se podrá justificar a través de la integración de los resultados en acciones y políticas concretas. Así, se puede adelantar hacia un futuro donde la ciencia ciudadana sea una práctica generalizada para afrontar los retos de las ciudades, con la participación activa de las comunidades implicadas.