“Si no repensamos las dinámicas actuales, apuntan hacia un espacio público cada vez más exclusivo, excluyente y tensado”

02/07/2021 - 13:34 h

Acción comunitaria. Hablamos con Francesc Muñoz, voz experta invitada en la jornada “Repensemos el espacio público”, del ciclo Encuentros de Energías Comunitarias.

Francesc Muñoz es urbanista y director del Observatorio de la Urbanización de la UAB, doctor en Geografía y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona. A la hora de hablar de espacio público, Muñoz diferencia dos conceptos importantes: espacio público y usos públicos del espacio. El concepto que más le interesa es el segundo y pone de relieve el peligro que supone que actualmente en la ciudad acostumbran a predominar los usos privados del espacio y quedan silenciados los usos públicos.

Sobre el papel que tienen que tener las instituciones para que los espacios urbanos —con usos públicos— se conviertan en verdaderos espacios comunitarios, “los lugares privilegiados de encuentro que esencialmente representan nuestra colectividad y nuestra identidad”, Muñoz cree que la comunidad tiene que aprovecharse de la institución y la institución puede dejarse ayudar por la comunidad. Asegura que, hoy día, cualquier propuesta urbanística ya incluye un proceso participativo: “Eso es importante, pero son procesos que no llevan a la autogestión como objetivo final. Hemos entendido que la participación es pedir opinión sobre la base de una cosa ya decidida. Para mí eso no es participación, para mí la participación no es un fin en sí mismo, es un paso intermedio que me llevaría a una autogestión compartida con el poder”, recalca.

“La participación no es un fin en sí mismo, es un paso intermedio que tiene que llevar a la ciudadanía a una autogestión compartida con el poder.”

Muñoz también quiere destacar la diversidad entre los diferentes tejidos urbanos, sociales y culturales de cada barrio y considera que Barcelona es una ciudad diversa porque sus barrios lo son y tienen maneras diferentes de acercarse al espacio público. “El problema que tenemos es este urbanismo de copiar y pegar que he denominado ‘urbanalización’, en el sentido que el mundo global borra y minimiza las diferencias, cuando lo que conviene es destacar y subrayar lo que tú tienes de diferente. Por lo tanto, los barrios nunca han sido tan importantes como hoy precisamente porque son diferentes”. Y esta diferencia también afecta a iniciativas como el urbanismo táctico: “Quizás un barrio interesa más que tenga carácter temporal y otro no. Hay que encontrar instrumentos a medida, pero primero se tiene que saber qué queremos”.

Muñoz asegura que el urbanismo táctico ha recibido muchas quejas y que cualquier novedad se mira con cierto recelo. “Cuando un vecino se queja porque la calle está pintada y ahora no puede aparcar, yo le digo que está utilizando la calle, que es un bien colectivo, de manera privada”, dice el urbanista, que considera que se tienen que generar consensos que se basen en el bien colectivo y a partir de aquí tomar decisiones. “Lo que hace fascinante la ciudad es que es un lugar de encuentro, de intercambio, de diversidad. ¡Si quieres una ciudad que no genere conflicto, olvídate! ¡Tendrás la ciudad más predictible y aburrida del mundo, no te interesará y te marcharás! Lo que nos gusta es la diversidad, la espontaneidad, el hecho inesperado. Si quieres que eso pase tienes que tener gente diferente, que tendrá intereses diferentes y tenderán a chocar. Se tiene que tratar de reprogramar la ciudad, para ir repartiendo sitio. No es fácil!”.

Si quieres una ciudad que no genere conflicto, olvídate! Tienes que tener gente diferente, con intereses diferentes. Se tiene que tratar de reprogramar la ciudad, para ir repartiendo sitio.”

Sobre nuestra percepción del espacio público y sus usos después de la pandemia de la covid, Muñoz es crítico respecto a eso y asegura que se han generado tres procesos que serán difíciles de enderezar: “El primero es el miedo y la inquietud con respecto a una serie de gestos que, precisamente, son necesarios para que un espacio público pase a ser colectivo, por ejemplo, tocarse. La covid ha restado mucha intensidad a las dinámicas en el espacio público porque obliga a no tener densidad, la densidad se ha vuelto peligrosa. El segundo es como adecuar el espacio público en esta nueva normalidad. El tercer punto sería como aprovechar este rediseño del espacio público para tratar de repensar la ciudad y sacar una ganancia”.

Asimismo, Muñoz destaca como la pandemia ha tenido un impacto muy desigual por franjas de población con respecto a aquello que ahora consideramos lícito o ilícito cuando se utiliza el espacio público: determinados comportamientos urbanos están permitidos a niños y mayores, pero no a adolescentes. “Tardaremos en ver a un grupo de diez personas juntas y no sospechar. Una sociedad enferma genera un espacio público con tensiones y muy poco tolerante. Hasta dentro de cinco años no podremos tener una buena evaluación del daño que nos ha hecho eso. Y, de momento, yo soy bastante pesimista. Las dinámicas que tenemos ahora sobre la mesa, si no las repensamos, apuntan hacia un espacio público cada vez más exclusivo, excluyente y tensado”.

En esta línea, Muñoz asegura que si a duras penas se tiene en cuenta la población residente normalizada —población con pautas de comportamiento homogeneizadas que encaja en la idea de ciudadano— a la hora de diseñar la ciudad, mucho menos se tiene en cuenta a aquellos a los cuales no damos esta categoría de ciudadanos: personas sin techo, los menores no acompañados o la gente que ejerce la prostitución. “De la misma manera que tampoco consideramos a los niños”, indica. “Por lo tanto, necesitamos espacios públicos con programas de usos diferentes dirigidos a estas poblaciones que son invisibles. Y después, tener en cuenta un poco qué necesitan, qué opinan a la hora de diseñar el espacio público”.

“La ciudad sostenible no puede ser una inversión puntual, tiene que ser una cosa de futuro sostenida y continuada”.

Y es que en Barcelona, además, se tiene que tener en cuenta otro elemento como es la importante población flotante que supone el turismo: “Hemos generado esta competición por cada metro cuadrado del espacio público para gente que está allí un tiempo limitado. Eso contribuye al hecho que los usos privados estén cada vez más presentes y los colectivos vayan desapareciendo. La covid ha obligado a detener todo eso y creo que era una buena oportunidad para generar nuevos consensos, como en Amsterdam o Venecia, donde se han creado franjas horarias con posibilidades organizativas para el uso turístico y el uso local”.

Sobre los retos de futuro, Muñoz recalca la necesidad de una política que genere una ciudad justa: “Depende mucho del tipo de poder urbano que tienes y si plantea una ciudad ‘business friendly’ o plantea un concepto como es la equidad de género. Y en cuanto a la dimensión económica, la ciudad sostenible no puede ser una inversión puntual, tiene que ser una cosa de futuro sostenida y continuada. Creo que en Barcelona se están poniendo las bases con ejemplos como las escuelas como refugio climático.