La pandemia de la COVID-19 es una crisis de crisis. Es una emergencia sanitaria que ha provocado una gravísima crisis económica y social, y la OMS ya ha advertido que la destrucción del medio ambiente y la globalización facilitan la propagación de virus como el que provoca la COVID-19. Por lo tanto, la emergencia sanitaria no debe hacernos olvidar la emergencia climática, con la cual está muy relacionada. Superar la pandemia y sus efectos económicos y sociales es la tarea más urgente para los gobiernos de todo el mundo, pero la emergencia climática sigue siendo el mayor desafío al que hace frente la humanidad. La evidencia científica es abrumadora. En Cataluña, la temperatura media ha aumentado 1,6 °C desde 1950, y el aumento será mucho más rápido durante las próximas décadas si no se detienen las emisiones de gases de efecto invernadero. El grupo de expertos de las Naciones Unidas que lleva décadas estudiando el cambio climático nos advierte que tenemos que alcanzar emisiones cero en el 2050, con el fin de mantener el aumento de la temperatura global en 1,5°C a finales de siglo, lo que provocaría un cambio climático grave, pero controlable con medidas de adaptación.
La necesidad de una transición ecológica ya es admitida por casi todos los actores políticos serios, sobre todo gracias al trabajo de sensibilización realizado por las organizaciones ecologistas del movimiento global por la justicia climática que hemos visto nacer desde hace unos años. Ahora nos jugamos la orientación de esta transición, y quién sale ganando y quién sale perdiendo en esta gran transformación. La crisis climática afecta más a las mujeres y a los grupos de rentas bajas (tanto a escala global como dentro de cada país), que son precisamente quienes menos gases de efecto invernadero emiten. Ante esta injusticia, es necesario construir una transición ecológica con justicia social y de género. Y las ciudades tenemos mucho que decir al respecto.
Este número de Barcelona Societat quiere contribuir a esta labor con una serie de reflexiones sobre los diversos aspectos de la relación entre la crisis climática y las desigualdades, y explicando algunas experiencias concretas de políticas de transición ecológica justa, que combinan los esfuerzos por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y la protección de los derechos sociales. Barcelona, con herramientas construidas de manera colaborativa, como el Plan Clima y la Declaración de emergencia climática, se encuentra a la vanguardia de estas políticas. Las diferentes ediciones del Plan Calor, las políticas de movilidad orientadas a reducir la contaminación que tanto perjudica la salud, la red de refugios climáticos, los puntos de asesoramiento energético, las políticas de rehabilitación de vivienda o las iniciativas de transformación de las escuelas son ejemplos de actuaciones donde la perspectiva ecológica se entrecruza con la perspectiva social y de género.
La crisis provocada por la COVID-19 nos ha golpeado con fuerza, pero también nos ha obligado a replantearnos muchas cosas que dábamos por sentadas. Se ha puesto de manifiesto la importancia de los cuidados, nuestra vulnerabilidad, la necesidad de tejer redes vecinales y comunitarias más fuertes, etc. Aprovechamos este momento de reflexión colectiva para dar un empuje a la gran transformación que nuestras sociedades llevarán a cabo durante las próximas décadas: la transición ecológica con perspectiva social y de género. Este número de Barcelona Societat quiere ser una modesta contribución, desde la perspectiva municipal, al esfuerzo de reflexión colectiva que exige esta transformación.
Laura Pérez
Teniente de alcaldía del Área de Derechos Sociales, Justicia Global, Feminismos y LGTBI