“Paral·lel 62 es una ocasión para ampliar opciones y que los imaginarios de la gente se abran a otras dinámicas”
Entrevista con Anna Cerdà i Callís, directora de Paral·lel 62. Hablamos del nuevo equipamiento municipal, de los derechos culturales y del modelo de gestión desde la economía social y solidaria (ESS).
Entrevista con Anna Cerdà i Callís, directora de Paral·lel 62. Hablamos del nuevo equipamiento municipal, de los derechos culturales y del modelo de gestión desde la economía social y solidaria (ESS).
Una pregunta muy básica, pero muy necesaria: ¿qué es Paral·lel 62?
Sobre todo es un cambio de modelo de gestión de un equipamiento, que nunca ha acabado de leerse como público, y ahora quiere acabar de hacer de este edificio, que es de titularidad municipal, un recurso al servicio de la ciudadanía en general en torno a la música, pero no solo eso. Es un espacio que está constituido con la forma física de un teatro. Tiene un teatro muy grande y una sala pequeñita, donde se desarrollan actividades más o menos relacionadas con el mundo escénico, con el epicentro en la música, pero también con otros ámbitos: teatro, radio en directo, stand-up comedy, etcétera. Y seguirá pasando, pero Paral·lel 62 lo que pretende es que vaya más allá de eso y que sea más cosas al mismo tiempo. De modo que haremos otras cosas que no serán solo montar conciertos u obras de teatro, más allá de lo que pasa en el escenario. Y la otra misión, que también se deriva de la voluntad y el conocimiento, experiencias y retos de la gente que estamos detrás, es hacer crecer esta idea de proyecto situado. ¿Cómo podemos ser útiles en el Raval? ¿Qué interacciones podemos tener con el Poble-sec? ¿Qué necesita Barcelona? ¿Qué red de espacios de creación hay? ¿Cómo podemos ayudar? ¿Qué falta? ¿Qué sobra? Es decir, bueno, hacer un poco de articulación y no tanto de inventar un montón de proyectos nuevos.
¿Cómo nace el proyecto y por qué?
El edificio es de titularidad municipal desde el 2005. El invierno pasado salió el concurso público con un programa un poco diferenciado, con un carácter mucho más público y abierto. De modo que los requerimientos que hace el Ayuntamiento ya incluyen unos indicadores que se tienen que desarrollar, se tienen que articular, es donde tendremos que hacer un seguimiento. Está mucho más subrayada esta tarea de vínculo con proyectos educativos, con el barrio. Cuando vimos el carácter que tenían estas bases, nos sentimos muy cómodas, muy interpeladas. Vimos que era de una dimensión grande, que nosotros en aquel momento no teníamos, y que lo que teníamos que hacer era unirnos para tener un músculo suficiente como para llevar a cabo este proyecto: hacer que esta sala no pare de funcionar y poner en marcha todos estos proyectos alrededor, por encima y por debajo, que quizás no son tan visibles de entrada, pero que también son muy importantes.
¿Cómo estáis construyendo la relación con el territorio y como creáis red?
Venimos más de la artesanía que de la industria, si tenemos músculo es en crear red con nuestras realidades diversas. Esta dinámica de trabajar con y para y desde el territorio está clarísima, y ya la tenemos integrada; eso facilita mucho los contactos.
Otra cosa es que el Raval es un barrio superorganizado, hay muchas entidades y al mismo tiempo están bastante organizadas y bastante cobijadas entre ellas. Vamos ya a buscar los puntos que ya están en red, evidentemente. Intentamos no desestructurar cosas que ya estén organizadas, vamos a ponernos a su servicio. Cuando hay lugares donde hay una buena dinamización de entidades o de la gente, es muy fácil añadirse, porque hay una energía que ya circula.
Llegan peticiones de todo tipo, desde peticiones muy estándar, pasando por agentes que no son promotores al uso que nos piden alquilar la sala hasta iniciativas que requieren más acompañamiento. Con estas queremos hacer una tarea muy honesta y profesional. Aunque seas una entidad y seas amateur, te trataremos de una forma profesional a la hora de montar lo que decidamos que pasará aquí. Queremos ser transparentes, la idea es tratar todas las peticiones de la misma manera, aunque algunas requieran más acompañamiento y dedicación.
Una de las novedades de Paral·lel 62 es su gestión horizontal. ¿Cómo funciona?
La horizontalidad no es un lugar donde llegas y te instalas, sino que es una manera de hacer y un camino, un recorrido. En este sentido, lo que está pasando es muy chulo: se están mezclando varias maneras de hacer, pero encontrando este modus operandi común que nos permite operar de una forma muy ágil y profesional y rápida. O sea, la sala tiene que ir como un trueno, pase lo que pase, y al mismo tiempo se articulan una serie de alianzas que van a otro ritmo de cocción y que requieren mucho más de esta cuestión del intercambio y la reunión, el aprendizaje mutuo.
Entonces, lo que estamos haciendo es un mix, pero sin perder de vista esta idea. La empresa que hay detrás de este nuevo proyecto ya está constituida por varias empresas que ya acogen a diversa gente. Dentro de estas empresas ya se trabaja horizontalmente y al mismo tiempo también son entidades que trabajan un tipo de sector que requiere la acción directa. O sea, no nos pasamos el día haciendo asambleas. Nos pasamos el día trabajando, haciendo hojas de ruta, haciendo presupuestos, gestionando facturas, acogiendo a artistas, cumpliendo unos horarios técnicos. El criterio y la opinión técnica de los técnicos del equipo de la sala, que hace años que trabajan en este espacio, cuentan mucho porque son los que tienen la experiencia práctica y directa de esta sala, quienes conocen muchas veces al promotor de primera mano porque hace años que trabajan allí. Es decir, la horizontalidad no es solo el chiste fácil de hacer muchas asambleas, sino que se aplica a todos los procesos. Hay momentos en que las cosas se comparten, se hablan, y cuando hay un bolo, pues hemos activado un protocolo de valoración y lo que no ha ido bien, se comparte. Intentamos entender la horizontalidad de una forma no naíf y no infantil, intentamos desjerarquizar también la información.
Paral·lel 62 también destaca por la integración de los valores de la ESS. ¿Cómo funcionáis en este sentido? ¿Sois conscientes del hito que significa eso para la ESS de la ciudad en general?
El proyecto es complejo, porque es como un pastel con muchas capas. Cuando hablamos de la ESS, siempre hablamos de qué queremos que esté en la base y vaya permeándolo todo. Como estos principios de intercooperación, de hacer un consumo más ético, lo más local posible, que las economías que generamos las podamos trazar y rastrear cómo está circulando ese dinero…
Estamos haciendo unos movimientos ahora progresivos, pero ya se van pasando todos los servicios que se necesitan para movilizar un espacio como este hacia el mundo de la economía social y solidaria y, a poder ser, local y ultralocal. Es decir, si podemos conseguir que el máximo de trabajadores y trabajadoras de la sala sean del barrio, para nosotros ya es estar en esta misma dinámica. No es ir a buscar la etiqueta de ESS y ya, sino que tenga una traslación muy objetiva, práctica, tangible.
No hemos puesto en ningún papel porcentajes, objetivos concretos, porque creemos que es algo para lo que debemos ir sumando fuerzas y que también somos conscientes del papel que hacemos, como un poco de laboratorio, de prueba piloto. Creemos que esta es una ocasión para ampliar opciones y que los imaginarios de la gente se abran a otras dinámicas, pero que eso pueda ser replicable, de mil maneras y escalas diferentes, a otros proyectos.
¿Y qué vinculación existe, pues, con los derechos culturales?
Seguramente todo el mundo estaría de acuerdo en que la cultura es un derecho. Hacerla, recibirla, disfrutarla, estudiarla. Pero aquí te encuentras con el día a día. Estamos intentando generar estas dinámicas para que eso sea posible. Es bastante alucinante, porque solo con intentar destrabar un poco el funcionamiento de las cosas, solo con el hecho de ya ser nosotros un colectivo hecho de colectivos muy en red, cada uno con sus familias, alianzas, ya llegan una serie de propuestas, demandas, ideas, y que ya hacen que se rompan algunas barreras. Hemos acogido, promovido o alojado actividades que han interpelado a la comunidad taiwanesa, brasileña, argentina, a la gente del trap, pero también a la gente de la comedia en catalán. Es decir, ya están pasando una serie de cosas, que vienen a ser la traslación de eso: que todo el mundo pueda tener su lugar y que la gente entienda que ser público también es un papel activo. Desacralizar un poco eso del artista y del público, de un genio que viene a hacer un espectáculo y tú aplaudes y te vas. Hemos hecho formatos en que cambiamos un poco la dinámica y todo pasa en la platea, por ejemplo. Es decir, ya está pasando, eso, y lo que queremos es ponerle más energía.
Cuando decís “música y otras disciplinas escénicas”, ¿qué queréis decir?
La hibridación de disciplinas es una cosa absolutamente habitual, desde hace muchos años. La frontera entre el teatro, las artes visuales, la performance, la música… muchas veces está muy difundida, por suerte. Aquí también estamos abiertos a que los bolos no sean convencionales y que pasen más cosas que guitarra, bajo, batería, chimpún y ya está. Otra cosa es que nos queremos abrir a sectores, subsectores, géneros y disciplinas que son muy importantes en la ciudad y que, quizás en cuanto a espacios de creación o de formación, o de exhibición, o simplemente de puntos de encuentro y reunión, no tienen tantos.
Al final, lo ideal sería que la gente te comprase entradas con los ojos cerrados. Decir: “Si hacen eso, yo voy porque sé que lo que hacen está bien”. ¿Qué quiere decir ese “bien” para nosotros? Que el contenido sea interesante, evidentemente, pero también la manera en que se presenta. Es decir, que tú puedas saber que el personal está bien preparado para hacer una buena acogida del público, que intentamos que el personal que incorporamos nuevo (según para qué tareas de atención al público) sea del barrio. Y que, de paso, te explican cuatro cosas de donde eres. Ves que en las barras hay refrescos que son de comercio justo… También generas un cierto tipo de experiencia de público, que queremos que sea diferente a las de otras salas.
Paral·lel 62 también se vincula con la Red de Casas de la Música. ¿Qué es una Casa de la Música y qué quiere decir vuestra vinculación?
La Red de Casas de la Música es una iniciativa que ya tiene muchos años y que está extendida por casi todo el país. La idea es que Barcelona se incorpore a ella y cierre un poco la red, que ya estará repartida por todas partes. Es una iniciativa público-privada, es decir, de impulso privado con apoyo público. En cada municipio donde hay una sede, hay un impulsor privado que tenía unas ciertas inquietudes y que había detectado una serie de necesidades que en su localidad no estaban atendidas. Entonces, el apoyo del Ayuntamiento o la diputación correspondiente, y de la Generalitat, hace posible que, utilizando y optimizando la infraestructura, y los recursos técnicos de una sala o espacio que en principio eran de exhibición, se puedan hacer otras cosas más allá, en este marco de apoyo a la creación y a la formación.
La Red de Casas de la Música trabaja de una forma muy orgánica y muy bien pensada. Trabajan en red y lo comparten todo, pero al mismo tiempo se especializan. Hay una red que se encarga más de las cuestiones de formación y comparte las iniciativas con las otras; la otra lleva más cuestiones de becas, de apoyo a la creación y genera unas dinámicas a las que otras se añaden. Desde Paral·lel 62 estamos viendo qué papel podemos desempeñar desde aquí, si somos más altavoz, si somos más propositivos.
Barcelona es una ciudad muy activa, ya tiene una red de casas de creación, tiene una serie de equipamientos, entidades movilizadas, que es evidente que no nos doblaremos ni solaparemos, sino que iremos a ver dónde podemos hacer este trabajo de bisagra, de conector. En cuestiones prácticas, lo que sí pasará es que las actividades de la Red de Casas de la Música que no tenían un lugar donde hacerse en cuanto a acto grande, pues ahora tendrán una sede más visible.
Finalmente, ¿qué destacarías de Paral·lel 62?
Es un proyecto muy compartido. Una de las cosas que a mí —aquí sí hablo personalmente— me tienen emocionada es el acompañamiento que nos hacemos los unos a los otros. Hay mucho respeto por el trabajo de los otros, hay mucha sensibilidad por que la gente esté cómoda, confortable. Las condiciones en que se hacen las cosas para nosotros son muy importantes, y querríamos que eso calase. Además, queremos ser útiles: que nuestro paso por este espacio sea útil para todo el mundo, que cuandoquiera que nos marchemos, hubiese cosas buenas que ya no pudieran deshacerse; que se hubieran roto dinámicas y abierto nuevas maneras de hacer.