El 28 de diciembre es el día en que las iglesias cristianas recuerdan a los niños muertos en manos de Herodes, las primeras víctimas del cristianismo. La relación entre las bromas generalizadas de este día y la historia de los niños se establece a partir de las engañifas que tuvieron que ingeniar los padres para protegerlos de los perseguidores. Pero, más allá de la conmemoración de esta tragedia bíblica, la fiesta tiene unos orígenes paganos más complejos, que la emparientan con las antiguas saturnales romanas: forma parte de las fiestas de inversión y transgresión del ciclo invernal, que empiezan con la Fiesta de Nicolás y se acaban por Carnaval.
Uno de los elementos más conocidos de la fiesta son las llufes (mazas), que, a pesar de ir de baja, todavía son el icono de la fiesta. Tradicionalmente, se hacían con hojas de col, piel de conejo y más desperdicios orgánicos, pero con la expansión del papel se popularizaron las que tienen forma humana. Las llufes eran las estrellas de las inocentadas de calle, que tradicionalmente iban a cargo de los niños. El 28 de diciembre, pues, era frecuente ver grupos de niños que se afanaban por pegar llufes a la espalda de los peatones, tocaban los timbres de las casas y huían, lanzaban bombas fétidas…
Además, como los Santos Inocentes es una fiesta de inversión de papeles, los niños sabían que solo aquel día podían hacer cosas que el resto del año no les habrían sido permitidas. Pero esta clase de bromas ha desaparecido a medida que los niños se han marchado de la calle y se ha perdido una parte importante de la fiesta. Es un fenómeno muy similar al de la noche de San Juan: los niños tenían un papel decisivo en esta parte de la fiesta y, habiéndoles quitado la calle como espacio de juego, el papel que hacían ha desaparecido y nadie lo ha sustituido.
Sin embargo, hay ámbitos en que las inocentadas han pervivido. Todavía hay medios de comunicación que cada 28 de diciembre difunden noticias falsas, de carácter humorístico, y animan a la audiencia a encontrarlas. Y la expansión de las redes sociales es un gran vivero para este tipo de gracias. De hecho, son tan populares que tienen un nombre concreto y todo: se llaman tecnoinocentadas. Gracias al anonimato y la viralidad que proporcionan Facebook y Twitter, las bromas pueden llegar a tomar un vuelo considerable y confundir a todo el mundo. Pero precisamente esta es la gracia del Día de los Inocentes, ¿no?