El Plan Cerdà
Con su plan urbanístico, Cerdà quería diseñar una ciudad igualitaria, donde no se diferenciaran unos barrios de otros por las condiciones de vida impuestas. Preveía ofrecer los mismos servicios a todo el mundo.
El plan de Cerdà se basaba en una gran red de calles perpendiculares y traveseras, todas ellas uniformes, excepto dos vías sesgadas superpuestas (la Diagonal y la Meridiana) y la Gran Via de les Corts Catalanes. El punto donde se encontraban estos ejes era el gran centro de comunicaciones de L’Eixample, en el que se preveía construir una gran plaza, la de las Glòries Catalanes. Con un gran rigor, el arquitecto previó el reparto uniforme de zonas de servicios, como mercados, centros sociales e iglesias, además de grandes parques.
Las manzanas no eran exactamente cuadradas, ya que, para facilitar la visibilidad, en las esquinas se cortaban los ángulos en forma de chaflán. En el interior de cada manzana solo se permitía construir en uno o dos lados, y el resto del espacio se dejaba para el jardín de los vecinos. Las casas no debían tener más de tres pisos de altura (16 metros), ni ser muy profundas. Cerdà lo concibió así porque consideraba que la salud de los ciudadanos dependía de si vivían en unas casas bien iluminadas por donde circulara el aire limpio de los jardines.
Con respecto a los jardines, además de los árboles de las calles y los jardines de cada isla de casas, en cada barrio se hacía un gran parque de entre cuatro y ocho manzanas de extensión. Además, en la zona del Poblet, hoy barrio de la Sagrada Família, Cerdà previó un gran hipódromo, y también concibió un gran bosque en el extremo de levante de la ciudad, en la orilla del Besòs. También estaba previsto construir tres hospitales fuera de la trama de calles.
Aunque por entonces era difícil imaginarse la existencia del automóvil, se dejaron calles espaciosas, por donde podían circular los carros, los coches y los tranvías de caballos. En definitiva, Cerdà quería hacer una ciudad donde se evitara el amontonamiento de casas de la ciudad vieja.
El encanto de L’Eixample no son solo los edificios más valiosos, sino todo el conjunto; las casas que son más sencillas tienen una cornisa, una barandilla o una portería con un detalle significativo de la arquitectura que las caracteriza.
L’Eixample, distrito modernista
La arquitectura modernista mezclaba las nuevas técnicas y los nuevos materiales del momento con la utilización de los recursos que proporcionaban las diversas técnicas decorativas tradicionales: los estucos, los esgrafiados, los cristales emplomados de los vitrales, la forja... El trabajo de los artesanos se ponía al servicio del diseño y la concepción de los arquitectos modernistas. Se trataba de una nueva arquitectura y un nuevo concepto del espacio que recogían las antiguas técnicas tradicionales y las más novedosas, en una armonía al servicio de la libertad creativa.
Lluís Domènech i Montaner, Josep Puig i Cadafalch, Antoni Gaudí y muchos otros arquitectos crearon, poco a poco, el nuevo distrito. Era el comienzo de un nuevo estilo que se alejaba de la monotonía del eclecticismo dominante hasta aquel momento.