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El correo neumático, de la ficción a la realidad

El correo neumático, de la ficción a la realidad

Desde finales del siglo XIX hasta principios del XX muchas capitales europeas presentan una característica común, el rápido crecimiento del tejido urbano. El auge de las industrias y del comercio favorece la aparición en las ciudades de muchos recién llegados...

 

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Avenida 42 de Nueva York, 1910. Library of Congress

Desde finales del siglo XIX hasta principios del XX muchas capitales europeas presentan una característica común, el rápido crecimiento del tejido urbano. El auge de las industrias y del comercio favorece la aparición en las ciudades de muchos recién llegados en busca de una nueva oportunidad. Esta transformación socioeconómica obligaría a repensar los esquemas urbanísticos existentes. Uno de los ejemplos más cercanos y familiares lo encontramos en el Plan Cerdà (1860), un despliegue urbanístico en forma de cuadrícula que redibujaría el imaginario existente de la ciudad de Barcelona.

La expansión de las urbes crece proporcionalmente con la necesidad de garantizar unas buenas condiciones de vida a los ciudadanos, el control de la salubridad y también, unas buenas redes de transporte urbano.

El incremento masivo del número de habitantes de capitales terminaron afectando la calidad de vida de la ciudadanía. El transporte de personas y mercancías circulando por los mismos espacios generaron colapsos importantes y también atropellos de peatones.

Los continuos atascos de las vías principales obligaban a buscar vías secundarias que, con el mismo tiempo, acababan por dibujar nuevos espacios de tráfico poco eficientes, sin ningún tipo de planificación.

No es de extrañar que a principios del siglo XX, en adelante, el intento de mejora del transporte de la información, de las personas y de las mercancías se convirtiera en una prioridad.

Pero como todos sabemos, a grandes males grandes remedios. En el caso del correo postal, la invención del correo neumático se convertiría en un sistema analógico de transporte de la información. Podría ser considerado como una primera versión de los actuales sistemas de mensajería. Este sistema permitiría superar la masificación de carruajes, tranvías y peatones.

Ilustración del folleto Pneumatic Dispatch con un servicio de recogida y envíos de correo.

El correo neumático fue un invento del escocés William Murdoch, posteriormente sería desarrollado a través del London Pneumatic Despatch Company. El ingenio consistía en la distribución, a través de todo el subsuelo, de una red de tubos cilíndricos que propulsaban contenedores mediante aire comprimido.

Los receptáculos con los envíos viajaban a una velocidad aproximada de 5 km/h. Quizás hoy en día esta velocidad nos parece ridícula, pero en un momento con tantos problemas de comunicación interurbana, supondría una alternativa creativa al correo de calle.


Tubo metálico donde cabían hasta 600 cartas, principios siglo XX. Smithsonian National Postal Museum

Muchos de vosotros os debéis preguntar qué se podía enviar, ¿existiría alguna limitación? Pues sí. La proporción de las tuberías de acero y la presión que se tenía que ejercer exigía que sólo se pudieran enviar cartas o paquetes de pequeño tamaño, con carácter urgente. El transporte no podía ir más allá de la comunicación entre departamentos de una empresa o bien, entre las oficinas postales de una misma ciudad.

Como anécdota, la misma London Pneumatic Despatch Company proyectaría en 1861 la primera experiencia de transporte de viajeros por el subsuelo, siguiendo el mismo sistema de aire a presión. Posteriormente, el inventor americano Alfred Ely Beach mejoraría el sistema y sería el precursor del primer metro de Nueva York. Curiosamente, Beach fue el inventor de la máquina de escribir para ciegos.

Retomando el tema del correo neumático, el franqueo en la mayoría de ciudades se hacía a través de los sellos de uso ordinario. Las excepciones fueron países como Austria, Francia o Alemania que emitieron entero postales y tarjetas postales para este uso.

Italia fue el único país en emitir sellos exclusivamente para uso neumático, entre 1913 y 1966. Las ciudades de Roma, Milán y Nápoles eran las principales beneficiarias del servicio. El primer ejemplar editado por esta ocasión fue un sello de 10 céntimos de color marrón con la efigie de Víctor Manuel III. El sello entró en circulación en abril de 1913, antes de los de correo aéreo. Durante el tiempo que Italia mantuvo el servicio neumático se realizaron hasta diez emisiones, con un total de veintiún sellos. En la colección Ramón Marull encontramos algunos de estos tempranos ejemplos de la Posta Pneumatica. Aquí os mostramos algunos ejemplos:

Progresivamente el correo neumático desapareció de la mayoría de ciudades. El aumento del volumen del correo y las necesidades urbanísticas cambiantes fueron los principales factores de su extinción. Los avances imparables de los nuevos sistemas de telecomunicaciones acabarían sustituyendo esta forma de envíos. El ordenador y el fax se convertirían en herramientas más efectivas de envío de información.

Finalmente habría que destacar los casos de París y Praga. París inició este servicio en 1866 y mantendría su vigencia hasta el año 1984, por lo tanto una desaparición bastante reciente. En este caso, se llegaron a construir más de 400 kilómetros de tuberías. En cambio, aún más curioso es el caso de Praga, fue el último lugar en retirar el transporte por tubo neumático. Su red de tuberías neumáticas llegó hasta los 60 kilómetros de distancia. Una serie de inundaciones producidas en 2002 destrozarían gravemente las redes, obligando a suprimir el uso de esta forma de envíos.

Actualmente, aún encontramos alguna reminiscencia de este sistema en algunos supermercados de nuestra ciudad (se envían fajos de billetes dentro de envases de plástico), bancos, etc.

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