La pequeña Eulàlia era hija de una familia acomodada y cristiana. Creció en tiempo del emperador romano Diocleciano, en una época en la que la fe cristiana era perseguida por el Imperio romano. Sus padres, al ver que los buscaban, quisieron proteger a su hija. Pero Eulàlia renegaba de cualquier imposición y opresión.
Con 13 años, se presentó ante el gobernador de Hispania, Daciano, para decirle que ya había suficiente de perseguir a los cristianos. Daciano, hecho una fiera, la encerró en la prisión situada entre la Volta de Santa Eulàlia y la del Remei.
Los trece martirios de Santa Eulàlia
En la prisión, al ver que la joven no quería abandonar la fe cristiana, la condenaron a sufrir trece martirios, uno por cada año que tenía. Todo empezó con una tanda de azotes, de garfios y arpiones que desgarraron las carnes de la chica. ¡Horroroso! Pero ningún martirio la perturbaba.
Al ver que no desfallecía, la pusieron de pie dentro de un brasero ardiente de fuego, pensando que así renunciaría a la religión, y, como no renunciaba, incluso le encendieron los pechos con fuego. ¡Escandaloso! Enfadados por la poca eficacia del plan, los responsables del tratamiento mandaron a los verdugos que le frotaran las llagas y heridas con piedra pómez para, después, rociarla con aceite hirviente y rematarlo con baños de plomo fundido. ¡Toda una locura!
Sulfurados por su resistencia, la hicieron rodar dentro de una tina llena de vidrios y cuchillos cuesta abajo de la bajada de Santa Eulàlia. ¿Cuántas veces rodó? ¡Trece!
Malherida, la llevaron a un corral para que se la comieran las pulgas. De la vivencia, la tradición popular difundió que los bichos en este periodo del año son más grandes que durante el resto de los meses del calendario. Ah, pican, y con furia, porque dicen que son las pulgas de santa Eulàlia.
¡Más martirios! La pasearon por las calles de la ciudad desnuda. Hasta que el cielo se compadeció de ella y se puso a nevar para cubrir la desnudez de la joven, que quedó vestida de copos de nieve blanca y pura. En recuerdo del martirio, por Santa Eulàlia nunca nieva.
Dicen que el último martirio, que no la doblegó ni la hizo parpadear, fue en la plaza del Pedró. En esta plaza hoy hay un monumento y una fuente en honor de la patrona.
Finalmente, la crucificaron. Todo indica que la clavaron en el Pla de la Boqueria, donde había uno de los portales de la ciudad, que precisamente después llevaría su nombre. En el chaflán de la calle y el Pla de la Boqueria hay, a la altura de un balcón, una lápida que lo recuerda.
Según cuenta una de las leyendas, en cuanto cerró los ojos, de la boca salió su alma en forma de paloma que volaba hacia el cielo. Otra historia dice que tan pronto como murió, un fuerte temporal de nieve provocó que los soldados que la custodiaban se fueran.
Hay voces que indican que el día después de la crucifixión unos cristianos la desclavaron a escondidas para darle reposo en un lugar secreto en la basílica de Santa Maria del Mar. Más tarde, los habitantes de la ciudad decidieron que el cuerpo no podía estar en un lugar mejor que la Catedral.
Durante el traslado, a la altura de la calle de la Tapineria, los portadores no conseguían mover el féretro, que se hizo más pesado de lo normal. La única solución era rezar, y todo el mundo se arrodilló. De repente, un ángel caído del cielo señaló a uno de los canónigos. ¿Qué había hecho? El clérigo había cogido un dedo del pie de Santa Eulàlia para tener una reliquia. Lo devolvieron al féretro, que se hizo cada vez más ligero. ¡Santa Eulàlia quería entrar en la Catedral entera! Encontrarás al ángel delator en la plaza del Àngel.
¿Qué hay en la Catedral en recuerdo de Santa Eulàlia?
Además de retablos y de la cripta con sus restos, en el claustro hay una balsa y un surtidor donde vive un grupo de ocas, concretamente, trece ocas en recuerdo de los trece martirios que sufrió la pequeña Eulàlia.
Y hasta aquí el relato del mito y de la leyenda de Santa Eulàlia, nuestra patrona desde el siglo IX. Desde 1868 comparte el título con La Mercè, pero no sabemos si están bien avenidas. Curiosamente, cada 24 de septiembre llueve en la ciudad…