El espiritismo en Barcelona

Barcelona ha acogido a lo largo de los años figuras relevantes del espiritismo como la reconocida Amàlia Domingo Soler o Miquel Vives. Josep Mª Fernández de Colavida fue la primera persona en difundir el espiritismo en España, y lo hizo desde el barrio de La Clota de Barcelona en la segunda mitad del S. XIX.

Sin entrar en debate sobre qué se considera religión y qué no, las mismas personas seguidoras del espiritismo nunca han identificado su movimiento con una religión y prefieren ser consideradas un movimiento espiritual o neoespiritual.

 

ORIGEN E HISTORIA DEL ESPIRITISMO

Se dice que el espiritismo nació en 1848 en los Estados Unidos, concretamente, en una casa del pueblo de Hydesville, en el estado de Nueva York, donde se acababa de instalar la familia Fox, de origen alemán. En esta casa se empezaron a producir una serie de fenómenos paranormales (movimientos de objetos y, sobre todo, ruidos extraños) que atrajeron la atención de gente interesada, como el cuáquero Isaac Post, que empezó, con la colaboración de uno de los hijos de la familia Fox, a idear varios medios para comunicarse con los “espíritus” presentes en la casa, presuntos autores de los fenómenos. Uno de estos medios de comunicación, basado en un sistema de golpes, fue denominado spiritual telegraph. En esta fase inicial, el movimiento espiritista se hacía llamar modern spiritualism y muy pronto se empezaron a celebrar reuniones abiertas al público, con un primer congreso general que tuvo lugar en 1852 en Cleveland. Obviamente, no faltaron detractores e incluso se dice que, a finales de 1888, dos de las hijas de la familia Fox confesaron ante una multitud reunida en la Academia de la Música de Nueva York que todo había sido un montaje y explicaron los trucos utilizados.

El movimiento espiritista nació en un periodo de la historia en el que se evidenciaba el descontento y el desengaño generalizados hacia las formas religiosas convencionales, y se empezaba a percibir un interés creciente por todo lo paranormal, oculto o exótico. Es el periodo en el que se crearon numerosas sociedades secretas o se consolidaron grupos que pretendían estar vinculados con tradiciones orientales, como el Hermetic Brotherhood of Luxor o la Sociedad Teosófica, movimientos que no siempre tenían buena relación entre ellos, pero que compartían bastantes inquietudes.

Si bien la primera fase del espiritismo se localizó en los Estados Unidos y en Inglaterra, la fase siguiente, bastante decisiva, fue la francesa. En Francia el espiritismo encontró un medio más propicio para desarrollarse, sobre todo por su confrontación con grupos ocultistas de nueva creación. El máximo representante de esta fase y gran “codificador” del espiritismo fue Hippolyte Rivail (1804-1869), maestro de Lyon trasladado a París. Se hacía llamar Allan Kardec, que, según él, era su nombre celta en una vida anterior. De toda la obra de Kardec y sus personas colaboradoras, especialmente Léon Denis, destacan cinco libros: El libro de los espíritus, El libro de los médiums, El Evangelio según el espiritismo, El cielo y el infierno y Génesis. Estos trabajos tienen que ser considerados obras de referencia y no un corpus cerrado de enseñanzas, pues el espiritismo estará siempre abierto a nuevas comunicaciones de los espíritus.

En su fase siguiente, el espiritismo se extendió por todo el mundo, pero fue especialmente en Argentina y Brasil donde encontró una acogida más multitudinaria. De este periodo más actual es reconocida la figura de Chico Xavier (1910-2002), autor muy prolífico y gran divulgador del espiritismo a escala mundial.

Josep Maria Fernández de Colavida (1819-1888) fue la primera persona en difundir el espiritismo en España, concretamente, desde el barrio de la Clota, en el distrito de Horta, en Barcelona. Fernández de Colavida vivió una temporada como exiliado político en París, donde aprendió francés y contactó con diferentes grupos ocultistas y practicantes del llamado fenómeno del magnetismo. Al volver a Barcelona se puso a traducir a Allan Kardec, quien, posteriormente, le envió trescientos ejemplares de sus obras. Enterada la iglesia católica de este envío, se condenó el espiritismo como una herejía y, en octubre de 1861, se emitió la orden de confiscar y quemar todos los ejemplares en el parque de la Ciutadella.

Fernández de Colavida también fundó una revista y numerosas asociaciones para difundir el movimiento espiritista en España y en América Latina. En 1888, el mismo año en que murió, se celebró el primer Congreso Internacional Espiritista en Barcelona, con la participación en el consejo organizador de la sevillana establecida en Barcelona Amalia Domingo Soler (1835-1909) y del barcelonés Miquel Vives (1842-1906), dos figuras clave en la historia del espiritismo español y mundial. Resulta sorprendente constatar algunos de los temas que se trataron en este congreso de 1888: la prohibición de la pena de muerte, el desarme de los ejércitos, la abolición de la esclavitud, la igualdad de género o la necesidad de una enseñanza laica.

En Barcelona, los vínculos entre el espiritismo y la Sociedad Teosófica llegaron a ser muy fuertes gracias a figuras como Josep Xifré (1855-1920) y Francesc Montoliu (1861-1892).

Después de la Guerra Civil, los principales líderes espiritistas de Barcelona fueron perseguidos y seguidamente ejecutados o encarcelados. Los libros, archivos y documentos propiedad de los espiritistas fueron confiscados y enviados a Salamanca.

Actualmente hay tres centros espiritistas en Barcelona, todos ellos herederos, por tradición familiar o por el estudio de las obras, de las primeras personas pioneras del espiritismo en España.

 

LA IDEOLOGÍA ESPIRITISTA

Hay tendencia a presentar el espiritismo como un fenómeno, pero esto no es del todo exacto. Sería mejor considerar el espiritismo como un intento de explicación o teorización de ciertos fenómenos. En sus orígenes, el espiritismo se interesó principalmente por los fenómenos de naturaleza paranormal, los que ordinariamente se relacionaban con la magia o la brujería: materializaciones, operaciones de magnetismo, telepatía, telequinesis, clarividencia y otras facultades extrasensoriales. Partiendo de estos fenómenos paranormales, el movimiento espiritista siguió desarrollando una explicación propia de la constitución del ser humano y de su destino póstumo, en el que la idea de progreso juega un papel fundamental. El proceso vital es visto como una evolución espiritual en la que los seres se reencarnan una y otra vez hasta llegar a alcanzar su perfeccionamiento moral final.

La importancia del medio social donde nace el espiritismo merece atención. Resulta difícil no darse cuenta de la resonancia provocada por otros movimientos coetáneos: el evolucionismo darwiniano, la exaltación de la ciencia, las ideologías socialistas y democráticas, el anarquismo, el anticlericalismo, etc.

Con el tiempo, también vemos aparecer una pluralidad interna dentro del espiritismo, con diferentes escuelas (el Congreso Espiritista de Bruselas de 1910 ya intentó crear una primera federación espiritista universal) e, incluso, diferente terminología para definir un mismo hecho o realidad. Por ejemplo, para describir el aspecto humano no corporal se han llegado a utilizar términos tan diferentes como ectoplasma, ob (término tomado de la lengua hebrea), fluido corporal, cuerpo astral, cuerpo etéreo, etc. La interpretación de la Biblia que hace el espiritismo, especialmente de los Evangelios, sigue la línea marcada por el protestantismo.

En sus orígenes, el rasgo distintivo del movimiento espiritista fue la comunicación con los muertos a través de medios materiales. El espiritismo considera que una persona, una vez muerta, deja su cuerpo físico o carnal y pasa a revestirse de un nuevo cuerpo más sutil, que, originalmente, se llama periespíritu, algo que se encuentra entre el cuerpo físico y el espíritu puro. El mundo de los muertos se considera equivalente al mundo de los vivos, la única diferencia es que las personas muertas se encuentran desencarnadas y revestidas del periespíritu.

Aunque el espiritismo reconoce la existencia de Dios, es verdad que no comparte una serie de rasgos, más o menos comunes, con otras tradiciones y religiones. No dispone, por ejemplo, de escrituras sagradas o reveladas, fundamentales para establecer un culto. Tampoco dispone de una tradición dogmática que vele por la ortodoxia de estas escrituras y desarrolle sus sentidos implícitos, especialmente los de carácter más metafísico. Y, si bien el espiritismo acepta la existencia de los ángeles y profetas como figuras mediadoras entre Dios y la humanidad, no descarta que esta capacidad mediúmnica se pueda encontrar también generalizada entre los humanos, vivos o muertos. Es en este último caso en el que se reconoce que personas desencarnadas acaban actuando como guías o ángeles de la guarda de personas vivas. Finalmente, con respecto a los temas de la predestinación y la vida póstuma, el espiritismo defiende la teoría de la reencarnación y la idea de que nuestras acciones son las responsables (causa) de nuestra situación (efecto).