Paloma Chen es nacida en Alicante, de padres chinos inmigrantes y criada en Utiel (Valencia). Es periodista, escribe sobre temas de arte, cultura china y migraciones. Las experiencias de su infancia impulsaron su investigación periodística “Crecer en un ‘chino'”. Colabora con distintos proyectos y medios como El Salto, El País y À Punt Media. Ha cogestionado la plataforma Tusanaje, con la que ha coorganizado jornadas culturales como el I Encuentro de la Diáspora China en España, en el Matadero de Madrid. Ha ganado el Premio Nacional de Poesía Viva “L de Lírica” 2020, por su poesía sobre la identidad intercultural y la existencia híbrida.
Paloma Chen fue una de las formadoras del Curso de Comunicación Intercultural, #ComuniCanvi, en la 3ª sesión Análisis de la Covid-19 como agravante del racismo contra comunidades asiáticas y asiáticodescendientes. Con ella conversamos sobre medios de comunicación y racismos.
Durante la formación, presentaste el proyecto ‘Crecer en un “chino”’. ¿De dónde surge? ¿Cuál es el objetivo? ¿Qué temas trata? ¿Cuál está siendo su impacto?
Es un proyecto que surge de mis experiencias personales. Yo crecí en Utiel (Comunidad Valenciana), un pueblo de unos 11.000 habitantes. Mi familia, que llegó a España en los años 90, abrió un restaurante chino en el pueblo, el único. A mí siempre me han conocido como la chica china del pueblo y a mi hermano mayor como el chico chino del pueblo.
Desde que soy pequeña he pasado mucho tiempo en el restaurante y siempre me ha llamado mucho la atención cómo interactuaban los clientes con mis padres, y cómo en ese espacio había muchas tensiones, racismo o discriminación. Y por supuesto, al ser la única chica china del instituto, sufrí mucho por ser diferente.
Conforme me iba haciendo mayor me fui encontrado con otras personas, que como yo, cuando eran jóvenes estaban en restaurantes o en bazares. A partir de ahí, me di cuenta que había muchísimo desconocimiento acerca de nuestra vida, acerca de los descendientes chinos y acerca de lo que se llama la ‘segunda generación’. No me gusta mucho utilizar el término ‘segunda generación’, porque nosotros no hemos migrado, hemos nacido aquí, aunque algunas de las personas que entrevisté sí que habían migrado.
También me interesaba mucho el lenguaje: está muy normalizado llamar ‘chino’ a cualquier sitio que esté regentado por personas chinas o de rasgos asiáticos. Y tanto a mí como a muchas de las personas que entrevisté, nos molestaba o nos llamaba mucho la atención el hecho de que se ponga el foco en nuestra nacionalidad o en nuestra otredad. Por eso quería explorar ese término.
Se trata de un reportaje multimedia donde entrevisté a una gran variedad de personas de origen chino, acerca de temas que me resonaban: las ventajas e inconvenientes que tiene estar entre dos mundos, el racismo, la discriminación, o los conflictos idiomáticos: no poder comunicarte bien con tus padres. Como las migraciones son muy diversas, el reportaje lo acoté a personas que se han criado en restaurantes y bazares para poner una perspectiva de clase.
El reportaje evidencia la necesidad de establecer una red, porque muchos crecimos muy aislados, pensando que éramos los únicos que nos sentíamos así. Todas las personas que lo han leído me han dicho que les ha gustado y estoy contenta de que haya podido aportar un poco.
La pandemia de la Covid19 ha agravado los discursos racistas hacia comunidades asiáticas (sinofobia). No obstante, esto no es nada nuevo. ¿Cuándo surge esta estrategia para discriminar a las comunidades racializadas?
En el curso quería dejar muy claro que la Covid19 no ha inventado el racismo, no es que de repente hubiera más bulos, sino que había un clima propicio para ello. Desde los años 80 y 90, desde que vinieron las migraciones chinas, empezaron todos los bulos acerca de los restaurantes chinos y los chinos. Y de hecho, cada poco tiempo, a pesar de las campañas que se realizan, vuelven los mismos rumores. Evidentemente, con el tema de la Covid19, han vuelto.
Al principio de la pandemia, en los medios había un discurso muy culpabilizador: que las personas chinas se están contagiando por culpa de sus hábitos alimenticios o higiénicos. A mí me parece una locura esa otredad y esa exotización absoluta, como si hubiera el estándar de civilización blanca, civilización occidental: “si no hacéis lo mismo que nosotros ni tenéis las mismas costumbres alimenticias o higiénicas, sois una desviación y es un estigma”.
Aparte de todo ese clima propicio, yo quería hacer hincapié en donde empiezan las narrativas. Yo creo que los medios de comunicación tienden a hablar de manera muy superficial y muy anecdótica, sin entrar en el contexto. Es por esto que en la formación me remonto a la historia del colonialismo, al siglo XIX, a la importación masiva de mano semiesclava a muchísimos países, ya sea hacia los Estados Unidos, como a países latinoamericanos o Perú. Y durante esa época empezaron las novelas coloniales, que comparten el argumento de un soldado blanco que va a un País Oriental como Japón (por ejemplo, la famosa ópera Madama Butterfly), y ahí interactúa con las mujeres nativas que se quedan impresionadas y sí o sí, las mujeres al final acaban mal.
En las novelas de Fu Manchú de la época, escritas por Sax Rohmer, surgen nuevos estereotipos. Como Occidente siempre ha tenido mucho miedo, no a una nación en concreto, sino más bien a una raza en concreto, la raza amarilla, se crea el personaje de un archi villano. De ahí términos como ‘peligro amarillo’. Hoy en día seguimos perpetuando el estereotipo de invasión china: “las personas chinas son muy inteligentes, pero están tramando algo contra nosotros, poco a poco se están colando en nuestra sociedad y la quieren romper desde dentro”.
Antes se criticaba el despotismo asiático, había mucho pánico a que Japón se convirtiera en una gran potencia. Ahora pasa lo mismo, Occidente tiene mucho miedo a que China sea cada vez más fuerte económicamente. También se mezclan otras cosas como por ejemplo, cuando decimos que no se puede asociar un virus a una nacionalidad o una raza, lo justifican con que el gobierno chino es muy autoritario.
Yo apelo a que los periodistas, cuando hablan de migraciones, de estereotipos y de temas tan complejos, partan de la responsabilidad histórica que han tenido los estados en todo esto.
¿Qué mecanismos de construcción de la alteridad se articulan en la construcción de lo “asiático” como “otro” en nuestra sociedad? ¿Qué raíces históricas explican esta construcción?
Se remonta a la época colonial, cuando los países occidentales se repartieron China en muchos trozos. Y fue a partir de la guerra del opio que empezaron todas estas ideas. Por ejemplo, hablamos del trabajo de Edward Said del orientalismo. Él analiza sobretodo literatura académica y literatura artística en relación a Medio Oriente, pero sus ideas básicas también se pueden aplicar a Extremo Oriente: a China, a Japón, a Corea.
Él decía que Oriente es una construcción imaginaria de Occidente, es decir, Oriente siempre ha sido el reverso de Occidente. Se puede hacer un análisis desde la literatura de viajes, desde Marco Polo, desde los primeros viajeros blancos que llegaban ahí y hacían retratos. En ese momento se leían libros, se veía en grabados, se veían cuadros, pero ahora mismo, a día de hoy todo circula a través de las redes sociales, circulan fake news. Hoy en día sigue esa alteridad, esa otrerización, la exotización. Lo malo de eso es la deshumanización: el pensar que esas personas no son como nosotros, y por tanto, no se rigen bajo las mismas reglas.
Los medios de comunicación siguen perpetuando esta ‘otredad’, las personas migrantes y racializadas ocupan un espacio concreto en los medios. Es decir, aunque haya nacido aquí, no me preguntaran nunca acerca de qué opino del tiempo o de las elecciones, por ejemplo, sino que sólo me preguntaran sobre el racismo, o si hubiera nacido fuera, sobre cómo fue mi duro viaje hasta aquí.
Las personas migrantes y las personas racializadas no somos vistas como normales, ni como fuentes, ni como periodistas, ni como personas propias que hacen los mensajes de los medios. Yo abogo por esa humanización, interacción dentro de la normalidad.
En la formación hablaste del concepto ‘pornografía de la imagen’, surgido del uso que las ONG, en principio sensibilizadas y des de la buena intención, en sus campañas acaban reproduciendo imaginarios que perpetúan la exotización, la folklorización, el paternalismo, la infantilización… ¿Qué estrategias, herramientas, mecanismos… recomendarías para que crearan conciencia sin perpetuar estos imaginarios racistas? ¿Puedes enseñar ejemplos concretos?
Efectivamente, que la persona migrante aparezca como víctima, como pasiva, es otra de las narrativas a combatir. Las oenegés intentan dar pena para recibir ayudas, y al final eso se relaciona con la narrativa de la persona blanca que llega a otro país y que salva: el héroe blanco. Estos discursos también sirven para que las personas blancas que están en mejor posición y que puedan ayudar, se sientan mejor.
Cuando esto se discute entre las comunidades migrantes, muchas veces lo que se pide es: ‘¡dejadnos en paz!’. Si los gobiernos de los países occidentales o del norte global, no fueran al sur global a robar todos sus recursos, no existiría este discurso. Este no es un problema individual, apela a causas estructurales.
Esto también tiene que ver con las narrativas, porque hay cierta tendencia a encasillar a los colectivos, y luego los medios de comunicación son sólo un espacio para que ese colectivo desmienta algo. Por ejemplo, se acusa a los musulmanes de ser terroristas, y el único espacio que tienen las personas musulmanas es para decir: “No somos terroristas”.
Las personas migrantes y racializadas tenemos que salir en los medios con nuestra propia agenda, intentar crear nuevas narrativas, comunicar nuestras demandas, las cosas que nos atraviesan. Creo que es vital que las ONG trabajen muy de cerca con las personas afectadas, con los colectivos organizados dentro de la comunidad y con los portavoces, que son las personas de confianza y que conocen muy bien cómo funciona la comunidad por dentro.
Por ejemplo, trabajé en la campaña #NoSomosUnCasoAislado, un proyecto muy participativo en el que diversas mujeres migrantes, a través de herramientas artísticas, hablaron de las violencias que les atravesaban, y juntas hicieron un fotolibro, una exposición y varias cosas más, hasta llegar a poder comunicarse con políticos.
¿De qué forma el lenguaje puede crear imaginarios trampa? ¿Cuáles son los imaginarios trampa que identificas con lo percibido como “asiático”?
Existen muchos imaginarios, muchas narrativas a analizar que dependen de varias intersecciones. Por ejemplo, en temas de género, los hombres asiáticos pueden ser representados como los más malos, sin atractivo sexual o afeminados, que nunca podrían estar con mujeres blancas. Mientras que en el caso de las mujeres asiáticas es todo lo contrario, es fetichización al máximo.
En Estados Unidos se habla del concepto de ‘minoría modelo’. ¿Por qué migrante perfecto? Por ejemplo, se ha instrumentalizado a las personas chinas argumentando que no es que se integren bien, sino que como son más calladas, más tranquilas, no causan tantos problemas. Utilizan a las personas chinas como el modelo del ‘migrante perfecto’ para ponerlo en contraposición a otras personas migrantes, como personas negras o latinoamericanas.
También instrumentalizan a los menores migrantes. Por ejemplo, cuando realizan una entrevista a un menor migrante, mostrando que viene de un país muy pobre, que ha atravesado mil y un retos hasta llegar a Europa, y una vez aquí ha creado un proyecto, es un emprendedor. Tenemos que acoger a las personas por derechos humanos, no porque hayan acumulado méritos, o porque se integren mejor o peor. Desde la blanquitud no se puede instrumentalizar de esta manera a las personas.
¿Qué consejos, comentarios o críticas le lanzarías al periodista de redacción?
Los periodistas tienen que hablar más directamente con las personas afectadas, con las personas migrantes, con las personas racializadas, con periodistas especializados en migración, en racismo, sin tener tantísimos intermediarios, sin apelar todo el rato a fuentes (ya sean de oenegés o institucionales) e ir directamente a las asociaciones, a los colectivos de personas migrantes y racializadas, que estarán encantados de ayudar-los.
Si reciben críticas que las escuchen. Porque a veces cuando un periodista escribe una pieza y no la ha consultado con nadie, cuando se cuelga en redes, muchos colectivos nos indignamos, intentamos hablar con ese periodista. Por lo tanto, que escuche, que se dé cuenta en qué ha podido fallar y en que puede mejorar.
Muchísimos periodistas no quieren reconocer que a su trabajo le falta perspectiva, ya sea diversa, ya sea antirracista o decolonial. Tienen que darse cuenta de que su trabajo es muy importante, que versa sobre vidas reales y que las noticias tienen consecuencias reales sobre las personas. Numerosos crímenes de odio tienen relación con las noticias que ellos están escribiendo, con las imágenes que publican. Si han estudiado periodismo, si han decidido ser periodistas, es porque han querido dedicarse a una profesión que es importante para la sociedad. Por ejemplo, al inicio de la pandemia, se utilizaban imágenes de personas asiáticas con mascarilla, fuera de contexto. Tienen que tener mucho cuidado con las imágenes que se utilizan.
Las migraciones es uno de los temas más interesantes que hay ahora mismo y yo no sé cómo no hay más periodistas interesados en reportarlas mejor y que reflejen toda su diversidad. Entiendo que muchos periodistas están en una situación muy precaria, y que no tienen tiempo, pero es que tienen que entender que tienen una gran responsabilidad.
Por supuesto, animar a los jefes de redacción a que integren periodistas cada vez más diversos. Una de las preguntas que me hago es, si los colegios son racialmente, culturalmente tan diversos, ¿por qué las universidades son tan blancas?
¿Cuáles son los principales retos para lxs activistas asiáticxs antirracistas?
Son muy emocionantes. El activismo asiático antirracista está en un estado de recién nacido, al menos aquí en España, en comparación al activismo antirracista negro, por ejemplo, desde el Abya Yala, desde Latinoamérica. No somos tantas, pero cada una poco a poco, estamos trabajando desde distintos lugares para que nuestros hijxs o las generaciones que vengan no sufran lo que nosotros sufrimos.
Desde el activismo digital, en los medios de comunicación, estoy trabajando creando nuevas narrativas junto con otras compañeras como Susana Ye. Trabajamos desde el arte con la Asociación Liwai, en Madrid que está compuesto por Xirou Xiao y Yue Fu. Desde el ámbito de la educación, por ejemplo, con Catàrsia o Cristina Zhang. El activismo es intentar coger todas las herramientas que tenemos para poder hacer llegar nuestro mensaje, desde el arte, la escritura, en las redes sociales o en la calle.
Y es que para las activistas asiáticas no todo se limita a, por ejemplo, la lucha por la regularización o la lucha por los sin papeles, aunque por supuesto sea la base. Porque España es un país racista, donde si no tienes papeles, no tienes nada, pero a partir de ahí, es decir, una vez nosotras ya hemos conseguido esa base, hay que seguir avanzando.
Hemos crecido en un sistema educativo absolutamente blanco, donde muchas de nosotras nos hemos asimilado, donde muchas de nosotras hemos sufrido tantísima discriminación, tantísimos comentarios que nuestro método ha sido renunciar a nuestro idioma, a nuestras costumbres, a la relación que tenemos con nuestros padres porque queremos integrarnos, que al final en este país eso quiere decir asimilarnos.
Creo, sin duda también que uno de los grandes retos es tejer alianzas entre todos nosotros, respetando esa diversidad y las especificidades de cada colectivo, porque muchos de los problemas que sufrimos son iguales o son muy parecidos.
En la formación utilicé la herramienta de la pirámide del odio, para mostrar que aún estamos en la base, estamos trabajando directamente sobre lo que mucha gente piensa que no es racismo, que sólo son comentarios. Para trabajar esa base, la clave son los medios de comunicación y la educación.
Hablando de educación, ¿cómo influye la escuela? ¿De qué forma la escuela como espacio político puede ayudar a erradicar el racismo hacia lo asiático?
Para mí la escuela, incluso aún más que los medios de comunicación, es absolutamente vital. Parto de mi experiencia personal en la escuela como persona a la que nunca se le ha tenido en cuenta su especificidad.
Tenemos que pensar juntas nuevas metodologías, nuevas estrategias educativas, nuevos métodos para poder trabajar lo mejor posible con niñas y niños que no tengan que sufrir las mismas cosas que sufrimos nosotros. También hay que trabajar para que alcancen, con más facilidad, las respuestas de preguntas que nosotras nos hemos hecho durante mucho tiempo y que hasta que no hemos sido mayores y nos hemos conocido entre nosotras, no nos hemos dado cuenta, como la fluidez o lo valioso de nuestra identidad.
La escuela se centra en la asimilación o la integración, el ser diferente no es valioso. “Y además, no podemos hablar con tus padres porque no hablan español muy bien, y por sus horarios laborales no pueden venir a las reuniones”. Tienes que ser exactamente igual que todas las demás. Si no vienen tus padres, es culpa tuya. No entienden la situación, no te ayudan, no te dan herramientas de expresión, y no entienden que el bullying que recibes es porque eres racialmente diferente. Te dicen que son cosas de niños.
Creo que a medida que pase el tiempo, y conforme más personas sean racializadas, migrantes o blancas con conciencia y sensibilización antirracista, la cosa mejorará. Y por supuesto, todo eso acompañado de todos los demás sectores de la sociedad.
Para terminar, ¿podrías recomendar autoras, series, videos o películas que te inspiren o que incentiven la creación de otros marcos mentales?
Todos los nombres que he ido nombrando anteriormente me parecen absolutamente vitales. También recomiendo seguir a Chenta Tsai (Putochinomaricón). Por supuesto, ampliar la mirada, ver en otros países que está pasando. Por ejemplo, en Latinoamerica, en temas de migración china, proyectos como Tusanaje y otras iniciativas que tienen los tusanes.
Ahora mismo me estoy dedicando sobre todo a la escritura creativa y a la poesía. Estoy investigando acerca de la escritura por parte de poetas de la diáspora, que hablan de racismo, discriminación, también de nostalgia. Entonces, por ejemplo, Marilyn Chin, una poeta muy conocida en Estados Unidos, o Gloria Anzaldúa, un clásico de literatura chicana, en el que recomiendo leer Borderlands.
Sigo investigando todo lo decolonial, me interesan mucho autores como bell hooks, Frantz Fanon, Gayatri Spivak, con el libro ¿Puede hablar el sujeto subalterno?, Boaventura de Sousa Santos, para ver como toda esta teoría se puede aplicar en distintos contextos.
Más información:
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