Gracia era un pequeño núcleo de población campesina que celebraba el patronazgo agrícola de San Isidro el 15 de mayo. A comienzos del siglo XIX, recibió un importante flujo de artesanos, obreros y pequeños comerciantes. Si en el censo del 1828 eran poco más de tres mil habitantes, en el del 1875 ya eran casi sesenta y dos mil.

Así, la vila de Gràcia pasó a celebrar su día alrededor del 15 de agosto, a pesar de que no está claro si el nuevo patrocinio es el de la Madre de Dios de Agosto (celebrada el día 15) o el de San Roque (del día 16). El historiador Francesc Curet hace referencia por primera vez en "El año 1817 (...)  fecha memorable en los anales de Gracia, porque señala el inicio de la Fiesta Mayor de Gracia en el día de la Asunción"[1].

Los primeros años, los juegos y los bailes tradicionales fueron los protagonistas. Los juegos de sortija a pie y a caballo, junto con las bandas que tocaban el contrapaso, el baile de dios, el levante de mesa o el baile de Serrallonga, congregaban a los gracienses en las calles que, poco a poco, empezaron a levantar carpas. El 1850, con la proclamación de Gràcia como villa, se decoró por primera vez una fachada, la del ayuntamiento.

Los decorados aparecieron en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las sociedades como La Amistad Graciense, Bella Hortensia o el Centro Graciense vistieron sus jardines para la celebración. Más tarde, ya serían arcos de ramaje los que darían la bienvenida a las calles más populares. El 1877 se tiene noticia por primera vez de un concurso de decorados de las tiendas. Pero no fue hasta los años veinte del siglo pasado que el distrito premiaría los mejores trabajos. Los decorados eran cada año más laboriosos e imaginativos y las crónicas hablaban de “casi todas” las calles decoradas, y destacaban Francisco Giner (Culebra), Llibertat, Martínez de la Rosa (Estrella), Montmany, la calle Mayor y la Travesera de Gracia.

Poco a poco se fueron añadiendo otras actividades, como las meriendas con los populares juegos infantiles de romper la olla o las cucañas, los espectáculos de títeres y los cuentacuentos en la calle, los Xiquets de Valls que levantaban castillos, el globo que se elevaba en la rambla del Prat y los Juegos Florales (al final del siglo XIX el Ateneu Gracienc los impulsó y en 1896 fue presidente del jurado mosén Jacint Verdaguer).

La complejidad de las celebraciones hizo que los vecinos se organizaran y en 1935 la Asociación de Industriales y Comerciantes de Gracia creó el Comité de Ferias y Fiestas de Gracia, que convocaría un concurso de carteles y una serie de festivales benéficos. El año siguiente nació la Federación de Comisiones de Fiestas del Eje - Vila de Gracia, a pesar de que la Guerra Civil Española obligó a destinar el presupuesto a construir refugios antiaéreos.

Con el final del conflicto bélico, las autoridades recuperaron la fiesta cívica con el control de los programas y las publicaciones, que eran en castellano. En los decorados de setenta calles y cinco plazas, el pueblo encontró la manera de expresarse y hacer sátira de la represión que vivían. Fue una época dorada para la fiesta.

Al final de los años setenta, y en plena decadencia con solo cinco calles decoradas, las pequeñas carpas dieron paso a grandes espectáculos gratuitos promovidos por las asociaciones de vecinos y las asambleas de música y de actores.

La llegada de la democracia significó un nuevo cambio y fueron los vecinos quienes impulsaron la fiesta y reencontraron sus valores originales: la solidaridad, la vecindad, la tradición... fueron el punto álgido de la vida asociativa y participativa. El 1997 fue declarada de interés nacional y se ha convertido en un acontecimiento en la ciudad que atrae miles de turistas.