En los acontecimientos de tipo político y social de la historia contemporánea del barrio, podemos destacar la repercusión de los hechos de la Semana Trágica de 1909, cuando los sublevados se replegaron hacia Sant Andreu y Horta y quemaron el convento de las dominicanas y la vieja iglesia de Sant Joan. El ambiente de los años veinte fue muy tenso, y tuvo relevancia la Sociedad de Albañiles de Horta, de izquierdas y anarquista (los albañiles de Horta disfrutaban de renombre en todo el llano de Barcelona). Después de los años oscuros de la dictadura, cuando serían clausurados el Centro Catalán y otros grupos y partidos políticos, la república aportó un avivamiento, reflejado en publicaciones como La Vall d'Horta, El boletín o La Peira. El carácter residencial hizo que la población presentara durante la Guerra Civil una relativa normalidad (los primeros incidentes tuvieron lugar en las calles de Fulton y de Horta, a causa de la FAI, que ocupaba la masía de Can Querol), y la posguerra fue igualmente tranquila hasta la gran oleada inmigratoria de los años 1950-60, que comportó grandes transformaciones sociológicas.

El núcleo urbano de la población de Horta se formó a partir del siglo XVI en torno a la plaza Major, hoy de Santes Creus, donde los jornaleros se agrupaban para repartirse en la subasta de la bolsa de trabajo. El momento de la expansión de la segunda mitad del siglo XIX, cuando consiguió la independencia municipal, tuvo lugar a lo largo de la calle Major, y aumentó con la instalación de las colonias de veraneo (la primera en la rambla de Cortada, hoy de Campoamor) y la construcción de nuevas torres a partir de la epidemia de fiebre amarilla de 1870, que convirtieron la población en núcleo residencial de la pequeña burguesía barcelonesa.

De 1845 al principio del siglo la población pasó de 1.855 habitantes a 6.035, y muchos propietarios de masías y tierras vendieron las propiedades como solares para la construcción. Después de 1904 se empedró la calle Major (desde la riera de la calle de Castelló) y se urbanizó la plaza de Eivissa, que ha desplazado la de Santes Creus como centro urbano. Las calles más características de la parte antigua son la rambla de Cortada, la calle de Feliu i Codina, de Salses, del Canigó y del Mestre Dalmau. La sustitución de las casas de planta baja por bloques de pisos ha representado, además de la pérdida del carácter tradicional, una densidad demográfica que ha hecho insuficientes los equipamientos.

La iglesia parroquial de Sant Joan d’Horta tuvo su primitivo emplazamiento al lado de Can Cortada (queda el nombre de calle de la Església), en el norte del centro del núcleo urbano (quemada el último día de la Semana Trágica, se conservó hasta bien entrado el siglo). En 1905 el cardenal Casañas bendijo la colocación de la primera piedra de un nuevo templo en el lugar actual, más céntrico, que se inauguró en parte en 1911 y se acabó en 1917. Incendiado y devastado en julio de 1936, fue totalmente reconstruido en la posguerra en un neogótico modernizando, y no alcanzó el aspecto definitivo hasta 1980, cuando fue inaugurado el portalón y el tímpano de la fachada, obra del pintor J. Torras i Viver, que también decoró el interior.