Personaje Personaje (Quito, Ecuador, 1991)
Pienso -que es un hacer tanto como un pensar desde el sentir- mi trabajo en un recorrido constante entre la raíz, los asentamientos más breves y la nueva localización que habito. Mi identidad, en un sentido análogo, tiene mucho que ver con mi origen y con esa tierra en la que no estoy, pero que es simiente, aunque esté creciendo en otra.
No hablo de la tierra del nacionalismo ni de esa del patriotismo, sino de la tierra del huerto, de lo fértil, de lo íntimo y, por ello, del constante retorno. Mi relación a ella es a través de lo simbólico, de las redes socioculturales y también de la vida donde ha sido posible. De hecho, si hablo de una “mi tierra” con sus nombres convencionales es porque el Reino y las naciones blancas insisten en mantener actuales los ardores que hacen, a quienes venimos de los sures globales, sus objetos dispensables, sus minas de recursos, sus accesorios exóticos y los trofeos a la persistencia de sus triunfos coloniales. Ojalá no necesitásemos ni ser el recordatorio de sus vergüenzas y responsabilidades históricas y, para nosotres mismes, la insistencia ni la agotadora resistencia del día a día no-nativo.
Sin embargo, aquí estamos, con nuestros pasaportes impuestos, nuestros fenotipos resistentes, nuestros acentos inquebrantables, nuestra alharaca desordenante y nuestras raíces tan larguiruchas como adaptables. Somos así, como las patatas, los cacahuetes, los ajos y tantas otras generaciones de vidas entre secuestradas y bienvenidas en estos falsos dominios de la ficcional blanquitud.
Entonces yo no solo creo en la resistencia radical, sino en un tejido intersticial en el que, como la mala hierba, donde esta nación de clases blancas heteronormadas se fractura, nos abrimos paso. Y como es en esas fisuras infectadas de vida que operamos, sé, trabajo y soy donde relaciones más híbridas, tierras más fértiles, lecturas más transversales y existencias más compañeras se hacen también más posibles.