ISLAM | #Barxiluna "Hace cincuenta años necesitábamos un lugar donde reunirnos y compartir", Anwar Aldirra
La actividad "50 años del primer oratorio islámico en Barcelona" fue la clausura de la línea de actividades que se inició en 2022, "Barxiluna برشلونة: (Des)memoria del pasado y el presente islámico", coorganizada por la Oficina de Asuntos Religiosos (OAR) y el Espai Avinyó. Consistió en dos mesas redondas para conmemorar el 50.º aniversario del Centro Islámico de Barcelona, primer oratorio musulmán de Barcelona reconocido institucionalmente, y reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de la comunidad islámica en la ciudad. La actividad tuvo lugar el pasado 15 de noviembre en El Born Centro de Cultura y Memoria.
En 1974 se fundó el Centro Islámico de Barcelona, el primer equipamiento de culto musulmán de Cataluña reconocido institucionalmente, todavía en funcionamiento hoy en día. Para celebrar esta efeméride, la Oficina de Asuntos Religiosos (OAR) y el Espai Avinyó organizaron el 15 de noviembre la actividad “50 años del primer oratorio islámico en Barcelona”.
Esta sesión conmemoró, además del 50.º aniversario del Centro Islámico de Barcelona, tres espacios o momentos significativos. Primero, constituyó la clausura de la línea de actividades “Barxiluna برشلونة: (Des)memoria del pasado y el presente islámico”, un ciclo coorganizado por la OAR y el Espai Avinyó que ha consistido en un conjunto de actividades que han reivindicado y reflexionado sobre la presencia pasada, presente y futura de la comunidad musulmana en Barcelona. Segundo, “50 años del primer oratorio islámico en Barcelona” formó parte de un conjunto de actividades paralelas titulado “Voces contra el racismo” que el Ayuntamiento de Barcelona ha impulsado con motivo del 4.º Foro Global contra el Racismo y las Discriminaciones, de la UNESCO, que tendrá lugar en Barcelona los días 9, 10 y 11 de diciembre de 2024. Por último, las dos mesas redondas que configuraron la actividad se celebraron en El Born Centro de Cultura y Memoria, un espacio que testimonia el pasado del islam en la ciudad, ya que enfrente del centro se descubrió, en 1991, una necrópolis musulmana del año 1100.
“50 años del primer oratorio islámico en Barcelona” fue un “día de conmemoración, pero también de reconocimiento de las luchas de muchas personas, luchas que recoge la generación siguiente para continuar trabajando para sumar y construir sociedad”, dijo la moderadora de la sesión, Hajar Menssouri. La actividad comenzó con un parlamento en el que Sara Belbeida Bedoui, comisionada de Relaciones Ciudadanas y Diversidad Cultural y Religiosa del Ayuntamiento de Barcelona, felicitó los cincuenta años del oratorio: “No solo representa un lugar de culto y encuentro espiritual, sino también un símbolo de convivencia y diversidad“. Una bandera que también llevan muchas y diversas entidades o asociaciones musulmanas de Barcelona y Cataluña, como la Unión de Comunidades Islámicas de Cataluña (UCIDCAT), la Federación Islámica de Cataluña o la Federación Catalana de Entidades Paquistaníes, que hace tiempo que trabajan para “promover el diálogo y la cohesión social”, añadió.
En la primera mesa redonda, tres representantes de comunidades musulmanas de Barcelona compartieron con el público los orígenes de sus entidades y los retos pasados y presentes para el desarrollo de sus actividades. Primeramente, Anwar Aldirra, miembro del Centro Islámico de Barcelona (Sant Andreu), compartió la historia del nacimiento de este centro, posible solo gracias a los esfuerzos de un grupo de estudiantes sirios, del cual él formaba parte, que llegaron a la ciudad en los años sesenta y setenta para cursar carreras universitarias inasequibles en su país de origen. “Al principio, el espacio se destinaba a la oración de los viernes, pero pronto empezamos a organizar actividades culturales, lúdicas y deportivas”, explicó, “necesitábamos un lugar donde reunirnos y compartir la angustia y la nostalgia de estar lejos de nuestras familias y nuestra patria”. Encontrar un sitio y legalizarlo fue un objetivo muy difícil, pero también lo fueron construir una buena relación con el vecindario y sostener el centro económicamente: “Hoy, todavía, el centro no recibe ninguna clase de ayuda aparte de las donaciones de las personas asistentes”. Esto no ha detenido el centro en su tarea, que ahora no solo recibe a personas creyentes musulmanas de todos los orígenes, sino que también tiene contacto y relaciones con comunidades no islámicas del barrio de Sant Andreu que esperan, dijo, “ir desarrollando en beneficio del barrio”.
Después de Aldirra, tomó la palabra Bombo Ndir, activista por los derechos humanos y miembro de la Coordinadora de Asociaciones Senegalesas de Cataluña (CASC) (Ciutat Vella), que continuó en la línea de la dimensión social de las entidades religiosas, esta vez desde la comunidad musulmana senegalesa. Esta diáspora llegó a Cataluña siguiendo el camino abierto por sus “hermanas árabes”, dijo, “que vinieron primero, y han abierto el camino a otras comunidades africanas para organizarse”, facilitando así el nacimiento de entidades como la CASC, que actualmente aglutina a 79 asociaciones senegalesas. Ndir subrayó el rol de las mujeres en las mezquitas para ejemplificar la tendencia a la cohesión del islam que entra en acción en estas comunidades: “Tenemos un rol de cuidadoras, ir a la mezquita es cuidar a la familia, pero también enseñamos y educamos“. Así, a menudo son las encargadas de coordinar las recaudaciones solidarias que se hacen en los centros, y desempeñan un papel importante, dijo, “de conjunción y de apoyo de toda la comunidad, porque las mezquitas son lugares de encuentro”. Es por ello que la CASC apuesta por la participación y el diálogo: “Trabajamos la convivencia y la mediación intercultural, porque el prójimo es nuestro hermano y lo tenemos que cuidar”.
Cerró la primera mesa Hasnat Mustafa, de la comunidad Minhaj al-Qur’ân, una organización pakistaní que promueve también la cohesión social desde sus inicios. Esta comunidad empezó a ser numerosa en Barcelona a principios de los años noventa, y, debido a la barrera idiomática que tenía en las mezquitas existentes, donde la mayoría de asistentes provenían del norte de África y Oriente medio, necesitó un centro propio. Así, en 1997 nació el primer centro de la asociación Minhaj al-Qur’ân, en la calle del Arc del Teatre (Ciutat Vella), lo que supuso un antes y un después para la comunidad: “Cuando migras, quieres que tus hijos aprendan sobre su cultura, su idioma y lean el Corán. La mezquita hace este papel”. Poco después, abrieron el segundo centro de la asociación en la calle de Erasme de Janer (Ciutat Vella), que a pesar de no ser bien recibido por el vecindario al principio, hoy lleva a cabo actividades para todo el barrio. “Empezamos a colaborar con la parroquia, a trabajar el diálogo interreligioso y a hacer puertas abiertas. Queríamos darnos a conocer y conocer la cultura de aquí“, explicó Mustafa, “la mezquita no es solo un centro de culto, es un centro cívico, de encuentro, donde cualquier persona puede compartir sus problemas con la comunidad”.
Esta tendencia a la cohesión y al diálogo desde el reconocimiento de la propia identidad es el testimonio que han recogido las nuevas generaciones de la migración musulmana, y esta fue la temática alrededor de la cual giró la segunda mesa redonda de la actividad. En este segmento, Hatim Azahri, presidente de Joves Units del Poble-Sec, y Hafsa Shabbir, miembro de la asociación Minhaj al-Qur’ân, hablaron sobre la realidad y los retos del día a día con los que se encuentra la juventud que ha crecido en los centros y mezquitas que lucharon y fundaron las primeras generaciones.
Para Shabbir, los retos con los que se enfrenta la juventud musulmana criada en Cataluña se relacionan con su propia identidad y la vida pública: “Yo nací aquí, pero mis padres migraron de Pakistán. Tengo una doble identidad que es muy difícil de llevar en el día a día, sobre todo en cuanto a la preservación de nuestra identidad religiosa”. Explicó que el ejemplo más claro es la dificultad de llevar el hiyab o velo islámico en algunos contextos, pero también destacó la falta de espacios de culto y de cementerios musulmanes, una cuestión, esta última, especialmente preocupante para las personas musulmanas que han construido una vida en Cataluña. Hacer efectiva esta identidad religiosa es difícil sobre todo por el desconocimiento, “promovido en parte por los medios de comunicación”, añadió, y que desde Minhaj al-Qur’ân intentan paliar “haciendo de puente entre la comunidad musulmana, la sociedad y las entidades públicas”.
El abordaje de Joves Units del Poble-Sec ante el desconocimiento es menos de mediación y más de reapropiación del espacio público. “La asociación nace en 2019 con el ánimo de mejorar nuestro entorno desde una representación fiel de nuestro barrio, donde el 50 % del vecindario es de origen diverso”, explicó, “queremos empoderar a la juventud de origen diverso para que participe en el barrio como ciudadanos y ciudadanas con derechos y el deber de mejorar nuestro contexto”. La participación y la movilización son para el ponente una herramienta clave para mejorar el propio entorno: “a escala política, si no hay un movimiento social detrás, no se escucha ni se trabaja“. En este ámbito, afirmó que el Islam tiene mucho que decir: “una religión que invita a organizarnos, a movilizarnos para hacer justicia”, porque, al fin y al cabo, los jóvenes como él son, dijo, “musulmanes, pero ciudadanos de Marruecos y del Poble-sec, y queremos cuidar el entorno que nos ha acogido”.
En este acto de comunicar, escuchar y cuidar, los diferentes centros islámicos de Barcelona hacen un trabajo de difusión que para Shabbir es esencial para el entendimiento mutuo, la justicia y la convivencia: “Hay que abrir las puertas a personas no musulmanas para que se acerquen, pregunten, conozcan la religión y la comunidad”, de ahí que en Minhaj al-Qur’ân se enfoquen en “fomentar la idea de la paz, el amor, la tolerancia y la comunidad”. Azahri coincidió con ello, para el cual se trata de romper barreras impuestas y aprovechar la curiosidad de las personas, y añadió, “hacer este esfuerzo de un paso adelante para el entendimiento”. Con todo, las dos mesas redondas permitieron reflexionar sobre cómo, si bien algunas de las dificultades que tuvieron las primeras comunidades musulmanas de Barcelona para desarrollar sus actividades persisten hoy, también lo hace su espíritu de lucha y armonía en el relevo que han cogido las nuevas generaciones.
La actividad “50 años del primer oratorio islámico en Barcelona” cerró con un parlamento de Núria Serra, responsable del Departamento de Interculturalidad y Pluralismo Religioso del Ayuntamiento de Barcelona. Serra hizo un repaso de todas las actividades de la línea “Barxiluna برشلونة: (Des)memoria del pasado y el presente islámico”, que ha ofrecido una mirada transversal del pasado histórico y reciente, el presente y el futuro de la comunidad musulmana en la ciudad. Aprovechó, así, para remarcar la importancia que estas actividades han tenido para Barcelona: “A lo largo de todas las actividades han salido muchos temas, y recogemos el guante para seguir trabajando para visibilizar las diferentes problemáticas de la comunidad musulmana barcelonesa”, afirmó.
Esta actividad se complementó con la ruta “Oratorios” el 9 de noviembre, donde se visitaron cuatro centros islámicos de Barcelona: el Centro Islámico Karam ilâhî, la Comunidad Islámica de Nou Barris, la Mezquita al-Hudâ – Asociación Cultural de Musulmanes Africanos de Barcelona y el Centro Islámico de Barcelona.