Ana María Matute Ausejo, segunda de cinco hijos de una familia religiosa y conservadora, nació en Barcelona en el año 1925. Pasó su infancia en Madrid y, a causa de una enfermedad grave, también vivió durante un tiempo con sus abuelos, en La Rioja.
El año 1948, con 23 años, publicó su primera novela, Los Abel, un relato oscuro y tenso sobre una familia en tiempo de posguerra. Esta obra fue finalista en el Premio Nadal de novela y supuso el inicio de la larga y exitosa carrera de la escritora. Con un estilo realista, a menudo onírico y poético, Matute se consolidó como una de las novelistas en lengua castellana más relevantes de la segunda mitad del siglo XX.
Su bibliografía incluye novelas, relatos breves y cuentos, entre los que destacan Pequeño teatro (Premio Planeta, 1954), Primera memoria (Premio Nadal, 1959), La torre vigía (1971), fruto de su fascinación por el mundo medieval y la literatura caballeresca, Solo uno pie descalzo (Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, 1984) u Olvidado Rey Gudú, su novela más ambiciosa, en la que trabajó a lo largo de tres décadas, y que se publicó en 1996. En septiembre del 2014 se editó su novela póstuma, Demonios familiares.
Matute fue la cuarta mujer en ocupar un asiento en la Real Academia Española de la Lengua, y entre los numerosos reconocimientos que recibió a lo largo de su carrera destacan el Premio Nacional de las Letras Españolas (2007) y el Premio Miguel de Cervantes (2010).
El descubrimiento de la placa en la casa donde vivió forma parte del despliegue del Mapa Literario de Barcelona, en el que se localizan calles y rincones que han sido habitados, frecuentados o inmortalizados por escritores y escritoras de todas las épocas y de todos los orígenes. Además, este mes de marzo la escritora pasó a formar parte del nomenclátor de la ciudad: la calle de Ana María Matute ya se incluye en el conjunto de nombres que se homenajean en el entramado barcelonés, donde cada vez hay más mujeres. El objetivo de la estrategia de feminización del nomenclátor es visibilizar y reconocer el papel de muchas mujeres que han contribuido al desarrollo social en ámbitos tan diversos como la literatura, la política, la ciencia o la enseñanza.