De las tres patronas de Barcelona, Santa Eulàlia es la que tiene una leyenda más arraigada en la ciudad. Todo el mundo la conoce: era una joven cristiana del siglo IV que vivía en Sarrià y que no quiso renunciar a su fe durante las persecuciones del emperador Diocleciano. Como consecuencia de ello, fue sometida a trece torturas escalofriantes en lugares muy conocidos de la ciudad y actualmente está enterrada en la cripta de la Catedral.
Pero Barcelona no es el único lugar donde se venera a Santa Eulàlia: en Mérida también tienen una con una leyenda sospechosamente parecida. La santa tiene la misma edad que la Eulàlia barcelonesa, muere en las mismas persecuciones, se defiende ante el mismo gobernador romano, le aplican unas torturas idénticas, acaba crucificada en una cruz en forma de aspa… e, incluso, también nieva al final del martirio.
Pero todo indica que la Santa Eulalia de Mérida sí que existió, mientras que la de Barcelona no. Parece que es una versión local de la leyenda, lo que los expertos denominan un caso de desdoblamiento de personalidad hagiográfica. Eso puede explicar por qué en la versión barcelonesa se pone un énfasis tan destacado en señalar lugares concretos de la ciudad en los que pasaron los hechos. Se sabe con mucho detalle que vivía en el desierto de Sarrià, que estuvo encerrada en una prisión donde actualmente está el pasaje de Santa Eulàlia, que la hicieron rodar por la bajada de Santa Eulàlia y que finalmente fue ajusticiada en la plaza del Padró.
La historia de la Santa Eulalia de Mérida, cuya onomástica se celebra el 10 de diciembre, aparece documentada en el libro tercero del Peristephanon. Escrito por Aurelio Clemente Prudencio, dedica un himno a la santa que posiblemente se basa en una pasión ya perdida. A pesar de la fantasía que acompaña a la descripción del martirio, es probable que ornamente un hecho real que le ocurrió a una joven de Mérida: su culto, ya documentado en el año 350, hace verosímil su existencia.