Las ciudades y los ciudadanos de la época medieval se ponían bajo la advocación de algún santo a fin de que los protegieran de cualquier daño, por eso se declaraban patrones y patronas. Barcelona llegó a tener tres patronas. Dos aún son bastante conocidas a día de hoy: la Virgen de la Mercè y Santa Eulàlia. Hay una tercera que estuvo al mismo nivel, pero que ha quedado en olvido. Es Santa Madrona, cuya onomástica se celebra el 15 de marzo. Sin embargo, no la ha olvidado toda la ciudad. En el Poble-sec hay dos iglesias dedicadas a esta santa y se celebra un encuentro en primavera.
Santa Madrona, como San Sever, San Pacià o Santa Eulàlia, es considerada barcelonesa pero, como esta última, su existencia parece más legendaria que real. Aun así, la gran devoción que le profesaba la ciudad es incuestionable. Según la tradición, recogida entre otros por el folclorista Joan Amades, Madrona nació en una villa romana en la zona de Montjuic, y al quedar huérfana, se fue a vivir a Grecia con un tío suyo. Otras versiones dicen que no era huérfana y que se fue a trabajar de criada. En todo caso, dicen que murió martirizada en Tesalónica. Un tiempo después de su muerte, unos comerciantes franceses compraron su cuerpo para sacar provecho de él y lo embarcaron en un barco rumbo a Marsella. Una tormenta muy fuerte los obligó a refugiarse en el puerto de Barcelona, pero cada vez que intentaban zarpar, estallaba una nueva tormenta. Estaba claro que la santa quería quedarse en su ciudad de origen.
El cuerpo de la santa fue depositado en la ermita de San Fruitós que había en Montjuic. Algunos autores dicen que esta misma iglesia, que acabó desapareciendo, llegó a cambiar de advocación y que, en algún momento, pasó a ser dedicada a la santa. Sea como sea, en Montjuic hay una capilla de Santa Madrona, documentada desde el año 1403, que pasó por manos de varias órdenes religiosas: capuchinos, franciscanos, servitas, frailes menores capuchinos… Por otra parte, como estaba en Montjuic, cerca del castillo, más de una vez se encontró en plena línea de fuego durante distintos conflictos bélicos. Un poco más arriba se hallaba el convento de Santa Madrona, que dio nombre a uno de los enfrentamientos del asedio de 1714, el Combate del Convento de Santa Madrona. Hoy, el edificio no existe y solo se conserva la antigua ermita, de 1754, en el interior del recinto de los jardines de Joan Maragall.
La ubicación de la ermita en un punto tan estratégico a nivel militar hizo que el cuerpo de la santa fuera trasladado en varias ocasiones. A lo largo de la historia, además de en su propia iglesia en Montjuic, las reliquias han estado en la Catedral, en Sant Pau del Camp, en el convento de los capuchinos que había en la actual plaza Reial y, finalmente, en la actual parroquia de Santa Madrona, en la calle de las Tapioles del Poble-sec. Los restos desaparecieron cuando el templo fue incendiado en 1909, durante la Semana Trágica. Sin embargo, posteriormente un fiel entregó a la iglesia una pequeña reliquia de la santa, que se venera desde entonces.
Explica Júlia Costa, del Centro de Investigación Histórica del Poble-Sec (CERHISEC), que Santa Madrona ‘es abogada contra las fiebres malignas, es protectora de los navegantes, proporciona lluvia y soluciona asuntos difíciles’. El hecho de invocar la lluvia explicaría la devoción a la santa en muchos lugares de la Cataluña más ‘seca’, y el hecho de haber sido patrona de los hortelanos en el altar del Pi.
La importancia de la devoción a Santa Madrona queda demostrada por el hecho de que, según explica Júlia Costa, ‘en 1563 se declaró la fiesta de precepto, y un año más tarde se la hizo copatrona por voto popular’. Por su parte, el folclorista Joan Amades explica: ‘Cuando la ciudad padecía sequía, se organizaba una procesión que partía de la Seu e iba a la ermita, pasando por el portal de Sant Antoni. Bajo palio, era llevado a la Seu el cuerpo de la santa, y después era devuelto a su ermita.’ También dice el folclorista que muchas mujeres hacían voto de ir vestidas de peregrinas el día de Santa Madrona, y que ‘se veía por las calles de la ciudad a un gran número de mujeres vestidas con una larga túnica, esclavina, sombrero de ala ancha, un alto cayado del que colgaba una calabaza, un largo cordón en el cuerpo y varias conchas cosidas sobre el vestido’. Una puerta de entrada a la ciudad que también se utilizaba a menudo en las procesiones era la que lleva el nombre de la santa y que todavía existe en el tramo de muralla que queda en las Drassanes.
Actualmente, en el Poble-sec, cada cuarto domingo después de Pascua se celebra el encuentro de Santa Madrona, con un pasacalle, actos religiosos y una visita a la ermita dedicada a la santa.
- Artículo publicado originalmente en Barcelona Blog