Uno de los grandes centros del ocio nocturno barcelonés del siglo pasado, El Molino, volverá a hacer girar sus sus aspas pronto, una vez se haya resuelto el concurso público que se acaba de convocar para dar al equipamiento un uso nuevo y convertirlo en centro de creación musical. Durante un plazo de veinte días hábiles, se podrán presentar propuestas para la gestión del equipamiento.
El Ayuntamiento de Barcelona adquirió el local de la mítica sala de la calle de Vila i Vilà en julio del año 2021 por 6,2 millones de euros, después de que la sala hubiera atravesado problemas económicos graves y hubiera salido a la venta. La compra del local pretendía preservar un espacio que forma parte de la historia de la ciudad y que durante muchos años ofreció un espacio de humor y libertad y en el ambiente opresivo y gris de la Dictadura.
Desde que el Ayuntamiento adquirió la sala, se ha utilizado por ejemplo en la programación del Grec 2022 Festival de Barcelona, que lo convirtió en eje de una propuesta escénica con espectáculos transgresores, en línea con la historia de la sala, titulada Molinex.
Ahora, sin embargo, y según especifican las bases del concurso que se acaban de hacer públicas, El Molino se convertirá, en la etapa que pronto empezará, en un espacio dedicado a todos los estilos musical, con énfasis especial en las músicas populares y, especialmente, la canción de autor, el jazz, el flamenco, las músicas de raíz, tanto las tradicionales como las de formato más urbano o la rumba catalana. El espacio, que debería incluir también una propuesta gastronómica, debería funcionar como centro de apoyo al tejido musical y a la creación de la ciudad y como escaparate para los y las artistas que se dedican a este campo de la creación.
La concesión, por un periodo de cuatro años, deberá tener un modelo de gestión que ofrezca usos alternativos, de forma que se pueda sacar el máximo partido del espacio en todos los horarios. El espacio deberá trabajar en red con el resto de espacios e iniciativas musicales y culturales de la ciudad (desde salas o fábricas de creación, hasta programas como Barcelona Districte Cultural) y también relacionarse de manera directa con festivales y programaciones de la ciudad como por ejemplo Barnasants, el Festival Internacional de Jazz, Ciutat Flamenco, El Dorado o el Festival de Blues, entre otros. Finalmente, el espacio debe relacionarse también con otros espacios musicales del Paral·lel como Paral·lel 62, la Sala Apolo y el Centro Cultural Albareda, para disponer de un discurso propio y coherente, complementario al del resto de salas de sus características.
El Molino nació en el año 1898, con el nombre de la Pajarera Catalana, una denominación que en 1910 cambiaría por la de Petit Moulin Rouge y, después de la Guerra Civil y con una dictadura que no admitía nombres en idiomas diferentes del castellano, El Molino.
Convertido en refugio para el cabaré y la revista, en el edificio giran las aspas desde el año 1929, cuando se las instaló el arquitecto Joan Alemany Juvé, pero el negocio dejó de funcionar en 1997. Tuvo brevemente unos propietarios rusos hasta que se hizo cargo la empresa Ociopuro, que realizó la reforma actual de la sala, incluida la fachada, modernizada con una gran pantalla de leds de colores.
Entre los artistas que han dado vida a la sala están desde la Bella Dorita a artistas como Merche Mar, Lita Claver “La Maña”, Escamillo o Susana Egea, mitos de la revista que protagonizaban unos espectáculos en los cuales la música, el teatro de proximidad, la magia y la picardía eran los grandes protagonistas.
Si quieres conocer las condiciones del concurso para la futura gestión del Molino, consulta las bases en este enlace.