Tatiana Kourochkina: "La emergencia climática y ecológica está uniendo a profesionales de las artes y de las ciencias para buscar soluciones posibles"

Una conversación fascinante con Tatiana Kourochkina, paradigma de la intersección entre el arte y la ciencia y facilitadora de las colaboraciones entre artistas y personal investigador, que defiende una tecnología menos lobbyista y con una mirada más femenina, donde la influencia del arte y la promoción de vocaciones STEAM pueden ser la clave. A la vez que nos describe sus propias experiencias, nos amplía nuestra visión de la investigación transformadora y del activismo ambiental con ejemplos de iniciativas, próximas y lejanas.

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09/01/2025 - 10:22 h - Ciencia Ajuntament de Barcelona

Tatiana Kourochkina Kolonina es comisaria y productora de arte relacionado con la ciencia. Fue miembro del jurado de la línea ‘Arte y ciencia’ de los Premios ‘Becas Barcelona CREA 2020′. Cofundó Quo Artis, la fundación de arte y ciencia que actualmente preside en Barcelona, y ha sido columnista de la revista Retina Tendencias (El País). Se especializó en arquitectura del paisaje en la Universidad de Arquitectura de Venecia y, actualmente, su tarea se centra en la investigación del paisaje aplicada a la biodiversidad y ecología urbanas. Ha trabajado en varios proyectos en diferentes países, donde se ha caracterizado por incorporar la perspectiva de género.

¿Cómo te llevó tu trayectoria personal y profesional a la intersección del arte y la ciencia? ¿Cómo nació este interés?

En mi caso, ha sido un recorrido muy personal que arranca en la infancia. Nací en Moscú como hija única en una familia de científicos. Lo eran mis padres y también mis tíos, que no tuvieron hijos. Mi madre llegó a Moscú para estudiar y me tuvo cuando cursaba su primer año de carrera. De alguna manera, descubrió la ciudad conmigo, porque me llevaba a todos los museos y teatros. A los 7 años, yo ya tenía una cantidad considerable de postales con reproducciones de cuadros. ¡Una maleta entera! Jugaba con estas postales clasificándolas por el método científico: por autor, por tema, por presencia de ciertos colores… Quería ser zoóloga, como mi tío y mi tía. Bautizaba estas reproducciones con nombres en un latín inventado. Después, el sistema comunista se derrumbó y esto impidió que pudiera ser científica: ya no había trabajo para ellos. Primero estudié historia y, después de licenciarme, dejé Rusia. Emigré a Inglaterra y, después, a Cataluña.

El cambio se produjo mientras me dedicaba al arte contemporáneo (tenía una galería en Barcelona). Fue entonces cuando descubrí el bioarte, una rama del arte que trabaja con organismos vivos. De repente, todo cobró sentido en mi mente y se colocó a lugar. En 2012 organicé mi primera exposición de bioarte, del artista Eduardo Kac, y a partir de aquí empecé a trabajar solo en este medio. En 2015 cerré la galería y registré la fundación Quo Artis con el objetivo de difundir y promover las colaboraciones entre profesionales de los sectores del arte y de la ciencia, y de poner en valor ambas profesiones.

¿Qué importancia tiene esta intersección en un mundo cada vez más tecnológico y globalizado? ¿Qué temas crees que están transformando actualmente la relación entre arte, ciencia y sociedad?

Estamos viviendo un momento de aceleración y avances tecnológicos sin precedentes. Me impacta profundamente imaginar que, en pocos años, casi una cuarta parte de la población mundial pertenecerá a la Generación Alfa, es decir, los nacidos después de 2010, después de la llegada de la iPad. ¿Cómo serán estos futuros ciudadanos, votantes, empleados y custodios del planeta que los dejaremos? Es difícil hacer un pronóstico, pero sabemos con certeza que los nativos digitales tienen periodos de atención más cortos y que la tecnología y las redes sociales han potenciado en ellos la búsqueda de una gratificación instantánea.

Por otro lado, artistas y científicos o científicas son capaces de retener la atención llena y centrarse en una idea concreta durante meses o incluso años. Este es uno de los motivos más importantes para motivar a la gente joven a formarse en estas profesiones. Además, destaca el uso humanista que los y las artistas hacen de la tecnología, utilizándola como herramienta de cocreación o lenguaje para comunicar ideas trascendentales y ofrecer nuevos modos de ver las cosas. En el campo del arte y la ciencia, la globalización ha tenido un impacto positivo, puesto que ha permitido que los proyectos sean internacionales, fomentando colaboraciones entre personas que trabajan en proyectos artísticos y las que llevan a cabo investigación científica, de diferentes culturas y disciplinas, y ampliando así el alcance y el impacto de sus propuestas.

La emergencia climática y ecológica está uniendo a profesionales de las artes y de las ciencias para buscar soluciones posibles. Asimismo, en el ámbito del arte y ciencia, encontramos trabajos críticos con la tecnología, que abordan su coste ecológico. Recomendaría a todo el mundo explorar el detallado mapa “Genealogía del poder y la tecnología” del dúo de artista e investigador Kate Crawford y Vladan Joler, respectivamente, autores del aclamado atlas “Anatomía de un sistema de inteligencia artificial”.

Tu trabajo está muy ligado a la biodiversidad y la ecología urbanas. ¿En qué consiste concretamente?

El eje temático del trabajo de Quo Artis y el mío, como comisaria y productora, es la confluencia entre el arte y la ecología, tanto urbana como del ecosistema en general, así como la denuncia de la pérdida de biodiversidad.

Normalmente, nos aliamos con otras organizaciones similares para formar consorcios y desarrollar proyectos que suelen durar al menos dos años. Estos proyectos abordan temas concretos en profundidad y buscan una financiación conjunta. Durante su desarrollo, realizamos exposiciones y talleres, organizamos simposios multidisciplinarios y publicamos libros y catálogos que también están disponibles para descargar en nuestra página web.

Las actividades humanas y el modelo económico basado en un crecimiento incesante han afectado gravemente a otros seres vivos, tanto animales como plantas. Con la ayuda de los artistas, damos voz a los organismos en vías de extinción o incluso a los ya desaparecidos para siempre; desarrollamos estrategias para generar empatía hacia ellos. Además de colaborar con representantes de las ciencias naturales – por ejemplo, la biología -, involucramos a personas expertas en ciencias sociales, especialmente economistas. El conocimiento científico y estadístico, combinado con el lenguaje y la perspectiva artística, es una herramienta poderosa para transmitir el mensaje de que los seres humanos somos parte de un sistema interdependiente, el equilibrio del cual estamos desestabilizando.

¿Qué papel puede jugar el arte en la investigación y el activismo ambiental?

Los y las artistas difícilmente se dejan corromper por algún lobby. Por el contrario, suelen ser quienes, junto a activistas, denuncian estas prácticas. Por ejemplo, el fotógrafo venezolano Mathieu Asselin ha llevado a cabo una investigación exhaustiva sobre los productos y la publicidad del gigante químico Monsanto, conocido como un “agente intocable.” Es lamentable que en Europa (y en el resto del mundo) todavía se permita el uso del glifosato, un producto de esta multinacional estadounidense, ahora propiedad de la farmacéutica Bayer. Este químico envenena el suelo y el agua, afectando tanto la salud humana como la de otros seres vivos.

Esta, y otras similares, son contribuciones artísticas esenciales, para nuestra eco-alfabetización y la toma de conciencia sobre estas problemáticas. Aparte de denuncias de este tipo, los y las artistas imaginan otros escenarios, más optimistas y esperanzadores. Y lo que imaginamos puede llegar a cumplirse. Asimismo, en un mundo occidental, caracterizado por la superabundancia, nos recuerdan la importancia de la riqueza interior y cultural para evitar caer en la trampa del consumismo, que genera frustración e insatisfacción continuas.

Por lo que respecta a Quo Artis, no puede decirse que seamos activistas, aunque yo personalmente los admiro y respeto. Nuestra misión es informar, fomentar el pensamiento crítico y proponer modelos alternativos en busca de un futuro mejor. Invitamos a aceptar nuestras responsabilidades individuales con el objetivo de mejorar como personas, lo cual, a su vez, contribuirá a mejorar el mundo. En una sociedad altamente competitiva, el sector del arte y la ciencia, al cual pertenecemos, incita a la colaboración y a la solidaridad.

¿Cómo ves el futuro de la colaboración entre el arte y la ciencia para abordar los retos ambientales?

Por ejemplo, ahora mismo lideramos un proyecto de cooperación europea sobre el arte y la agricultura, Tilling Roots&Seeds. Junto a profesores de la facultad de Belles Arts y de la de Farmacología de la Universidad de Barcelona, al equipo científico del Instituto Botánico de Barcelona y a otros socios europeos, llevamos ya cuatro años señalando la pérdida de biodiversidad en el mundo botánico. Uno de los principales causantes de esta pérdida es la agricultura industrial. Con el apoyo de las fundaciones locales como Ferrer Sustainability, Contorn Urbà y Fundació Catalunya La Pedrera invitamos a artistas a colaborar con agricultores del ámbito de la agricultura regenerativa. Impartimos talleres gratuitos abiertos al público, y además producimos obras de arte sobre la soberanía alimentaria y el futuro de la agricultura. Por cierto, se trata de un futuro con cambios inminentes, puesto que las sequías serán cada vez más extremas. Los resultados finales de este proyecto se podrán ver en septiembre de este año en Austria, en el festival Ars Electronica, una cita imprescindible para quienes se interesen por la intersección entre arte, ciencia, tecnología y sus efectos en la sociedad.

En el ámbito urbano de este sector, también existen otras iniciativas muy interesantes, como Tectum Garden, un spin-off de la UAB que es otro socio local del proyecto. Se dedican a la agricultura hidropónica y social. Y no hay que dejar de lado los huertos urbanos donde los vecinos y vecinas trabajan sus parcelas, socializan e intercambian conocimientos. Estas actividades no solo benefician a usuarios directos, sino que son increíblemente necesarias para la biodiversidad, para sanar el suelo y la mitigación de las altas temperaturas.

Durante los años 60 y 70, con los happenings y las performances, el arte se volvió cada vez más fluido, híbrido e inseparable de muchos aspectos de la vida. Con pioneras como Ana Mendieta y Agnes Denes, muchos y muchas artistas empezaron a expresar su amor por la tierra y a denunciar la especulación de la industria agrícola. Me siento afortunada de formar parte de este movimiento, tanto a través de mi trabajo en Quo Artis como en mi faceta de ciudadana. Desde hace años cultivo un pequeño huerto en la terraza de mi piso. Lo comparto con los pájaros, dejando que las lechugas, el perejil y la burra crezcan hasta que produzcan entonces, atrayendo a diferentes variedades de pájaros que se alimentan de ellas. Es una sensación agradable saber que la ciudad no es solo para los humanos y que puedo contribuir, aunque sea a una escala pequeña, al bienestar de otros seres vivos.

¿Consideras que en el ámbito del arte y la ciencia se da suficiente visibilidad a las mujeres creadoras e investigadoras? 

En el arte y la ciencia, la mujer está muy presente. Y lo está porque se siente atraída hacia este ámbito de manera natural, no por un tema de cuotas. Es la situación ideal y deseable para todos los ámbitos, especialmente en la industria y la política.

El binomio arte-ciencia es un campo en el cual la tecnología tiene una aplicación amable, pacífica. Es una tecnología que ayuda a aprender, cuidar y proteger. Por el contrario, el ámbito de la tecnología que podríamos definir como “comercial” es un ámbito de control, de dominación, de destrucción y de aumento del consumo. Entiendo que muchas personas no se sientan cómodas al estar involucradas en su fomento y este es el principal problema de nuestro siglo: que falta una mirada femenina en todos los ámbitos. Allí habría que introducir las cuotas obligatorias, para dar más espacio en un enfoque femenino, una actitud de cuidado y de respeto, que también podrían tener los hombres que se identifican con las ideas de ecofeminismo. Para hacer los cambios positivos en el sector, no para presumir de un porcentaje de mujeres con el mismo approach cortoplacista de las grandes industrias.

¿Qué habría que mejorar, en este sentido?

No podemos ignorar los desafíos estructurales y culturales que persisten en otros sectores relacionados, especialmente en las disciplinas STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), donde la participación femenina continúa siendo baja a causa de factores como estereotipos de género, falta de referentes contemporáneos y barreras en la percepción de capacidades desde la infancia. La actual brecha de género en STEM destaca que los estereotipos asociados a la ciencia y la tecnología, como la idea de que la ciencia es algo “para los chicos”, se instalan a edades muy tempranas. Las niñas, aunque obtienen mejores resultados académicos en materias científicas y matemáticas, suelen subestimarse y no se ven reflejadas en profesiones científicas o tecnológicas a causa de una falta de referentes femeninos accesibles y realistas.

En este contexto, el arte y la ciencia ofrecen un modelo alternativo y prometedor. Este campo, por su naturaleza colaborativa y creativa, puede romper los estereotipos tradicionales asociados a las disciplinas STEM. A través de proyectos interdisciplinarios, profesionales del arte y de la ciencia pueden ayudar a visibilizar el trabajo de las mujeres y presentar modelos más inclusivos para las nuevas generaciones. Sin embargo, es crucial que las iniciativas en este ámbito sean adecuadamente financiadas y que se promueva la difusión del trabajo de las creadoras e investigadoras para inspirar a niñas y jóvenes.

Barcelona es una ciudad reconocida por su apuesta por la innovación. ¿Qué opinas que pueden aportar al sector arte-ciencia iniciativas de apoyo institucional del Ayuntamiento, como las Becas Barcelona CREA?

Las becas CREA son reconocidas y valoradas por la comunidad artística de Barcelona, puesto que han permitido la producción de obras de gran calidad que, de otro modo, no habrían visto la luz. El 2020 tuve el honor de formar parte del jurado en la categoría de Arte y Ciencia, y me gustaría proponer algunas sugerencias para futuras ediciones.

En primer lugar, considero que el jurado tendría que estar compuesto por un número impar de miembros, puesto que en nuestro caso éramos dos, lo cual complicaba la resolución de posibles empates. Por otro lado, en esta categoría se mezclaban centros de investigación y producción con artistas individuales. Creo que sería beneficioso dividirla en dos subcategorías: una para organizaciones y otra para personas físicas. Es complicado para uno o una artista competir con entidades como el Barcelona Supercomputing Center, por ejemplo. Puedo que estos cambios ya se hayan implementado; en este caso, la mía más sincera enhorabuena. Más allá de estos detalles, considero las becas CREA una iniciativa magnífica.

¿Qué ventajas y desafíos tiene esta ciudad para promover el arte científico?

Barcelona es una ciudad privilegiada en muchos sentidos, y el ámbito del arte científico no es una excepción. La ciudad cuenta con destacados centros de investigación en varias áreas, donde trabajan científicos y científicas que mantienen la curiosidad por su entorno y una actitud abierta a la colaboración interdisciplinaria. Instituciones como la ICFO, la ICM, la IRB Barcelona o lo BSC, entre otras, son ejemplos notables de este panorama. Además, universidades de prestigio como la UB y la UAB participan activamente en programas multidisciplinarios cofinanciados por la Comisión Europea, como S+T+ARTS, que dan lugar a iniciativas innovadoras de gran calidad.

¿Qué tipo de proyectos dentro de la línea ‘Arte y ciencia’ consideras más innovadores o necesarios en el contexto actual de Barcelona?

Un caso que destaca particularmente es el proyecto MUSAE, en el cual la UB formó parte del consorcio. Este proyecto reunió profesionales del sector artístico, científico y empresarial para diseñar el futuro del sector alimentario, un ámbito en plena transformación. En este contexto, resulta esencial que, como consumidores responsables, prestemos atención y nos informemos de los cambios que están por venir.

Por otro lado, el nivel de formación de artistas residentes en Barcelona es notablemente alto. Este talento, combinado con la excelencia científica, crea unas bases inmejorables para colaboraciones fructíferas. Instituciones como el CCCB han contribuido a este diálogo entre arte y ciencia, incluyendo desde hace años en sus programas expositivos abres y exposiciones completas basadas en disciplinas científicas como la física cuántica, la biología o las ciencias computacionales.

Todo esto ha permitido la formación de un público preparado, capaz de entender y valorar este tipo de arte no solo como una expresión estética, sino también como una fuente de generación de conocimiento y una invitación a la reflexión. Es fundamental que Barcelona apueste decididamente por este ámbito, no solo para fortalecer el nivel cultural y científico de sus ciudadanos, sino también para atraer a un segmento de visitantes con interés en el conocimiento y la innovación, más allá del ocio masivo. Me encantaría ver algún día un centro dedicado específicamente al arte y la ciencia que contara con una inversión sólida que refleje la importancia del diálogo entre arte y ciencia como motor de desarrollo cultural, social y económico para nuestra ciudad.

Para acabar, ¿qué consejo darías a las nuevas generaciones de artistas, científicas y científicos que quieren trabajar conjuntamente?

A los y las artistas, los animaría a ser más proactivos y decididos, dejando de lado la timidez. Si tienen preguntas o propuestas para científicos y científicas, no tienen que dudar en contactarlos y plantear sus ideas. Las personas curiosas y receptivas a nuevas ideas seguramente responderán. Y si no lo hacen, siempre habrá alguien con disposición para escuchar lo que se le proponga. Algunas de las mejores colaboraciones transdisciplinarias que he conocido han nacido porque un artista tomó la iniciativa de escribir en un centro de investigación o de contactar directamente con un científico o científica en particular.

A las personas que organizan residencias de arte en centros de investigación, les recordaría algo fundamental: los y las artistas viven de sus prácticas y conocimientos artísticos. Por eso, su participación en estas residencias u otras iniciativas del centro debe ser valorada y remunerada adecuadamente. Reconocer su trabajo no solo es justo, sino esencial para crear entornos de colaboración estables.

A los científicos y científicas interesadas a trabajar con artistas, les señalaría una cosa sencilla, pero no siempre evidente: el mundo del arte también tiene sus propios protocolos, aunque no estén escritos. Estas reglas son sutiles y se basan en una sensibilidad y experiencia específicas. Es crucial escuchar al sector artístico sobre aspectos como la ejecución de la obra, su difusión futura y la posible integración de más artistas en el proyecto. El respeto mutuo es clave para garantizar el éxito de cualquier colaboración interdisciplinaria.

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